Reporte de BBVA con respecto a la agricultura sustentable: herramienta clave contra el hambre y el cambio climático

    De acuerdo con un reporte del Banco BBVA, el valor de la producción agrícola mundial supera los 3,000 billones de dólares al año y en algunos países supone hasta el 40 % de su riqueza, según datos del Banco Mundial. Pero es responsable de más del 20% de los gases de efecto invernadero. La apuesta por la agricultura sustentable, aquella que es respetuosa con el medioambiente, rentable y social, se ha convertido en una prioridad.

    Un mundo agrícola

    Nuestro mundo es, ante todo, un mundo agrícola. Salvo algunas excepciones, las sociedades que pueblan el planeta son una consecuencia directa de la invención de la agricultura. Sin ella, nuestra historia habría sido muy diferente. Hoy, la alimentación, el textil o el papel no pueden entenderse sin la agricultura. En 2019, el valor total de la producción agrícola mundial superó los 3,250 billones de dólares, según los datos del Banco Mundial. Esto es un 3.7% del Producto Interior Bruto (PIB) global.

    En la mayoría de los países ricos occidentales, este porcentaje es menor. Sin embargo, en grandes potencias como China o países emergentes como Brasil el peso de la agricultura es bastante más elevado. En muchos países emergentes, la producción agrícola supone más del 30% e incluso el 40% de su riqueza. Solo durante 2018 se produjeron más de 2,700 millones de toneladas de trigo, 780 millones de toneladas de arroz o 370 millones de toneladas de papas. Estos números no han dejado de crecer desde la llamada revolución verde a mediados del siglo pasado.

    La agricultura es un elemento de desarrollo económico y un eje de articulación social. Sin embargo, tal como señala la FAO, este protagonismo no viene libre de costos. La agricultura y el uso de las tierras de cultivo es responsable de más del 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero y del consumo del 70% de agua a nivel mundial. Un tercio de toda la producción agrícola global se desperdicia; y, a pesar del aumento constante del rendimiento de los cultivos, cerca de 700 millones de personas pasan hambre.

    Mientras la población mundial siga aumentando (a mediados de siglo se superarán los 9,000 millones de habitantes), la producción agrícola debe seguir creciendo. Sin embargo, “La trayectoria actual de crecimiento de la producción es insustentable”, sostienen desde la FAO. Para la organización de la ONU, existen cinco retos para la sustentabilidad futura de la agricultura:

    1. Frenar la degradación de la tierra y de los recursos naturales al tiempo que se reduce la inseguridad alimentaria.

    2. Gestionar mejor los recursos ante un previsible aumento de la competencia.

    3. Minimizar el impacto de la agricultura en el cambio climático y, al mismo tiempo, proteger la actividad de los impactos de este fenómeno global.

    4. Mejorar el control de enfermedades y otras amenazas naturales ligadas a la globalización de la cadena de producción agrícola.

    5. Reforzar las políticas de gestión de las tierras agrícolas para que integren la conservación de especies y espacios naturales.

    Las vertientes de la agricultura sustentable

    “Para hablar de agricultura sustentable tenemos que hablar de una agricultura respetuosa con el medioambiente, una agricultura rentable y una agricultura que genere externalidades sociales en el territorio, como buenas condiciones laborales. Con una sola, no vale”, explica Eduardo Moyano, ingeniero agrónomo e investigador del Instituto de Estudios Sociales Avanzados del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en España.

    Las tres patas de la agricultura sustentable –económica, social y ambiental– se han convertido en una prioridad. “La revolución verde no incorporaba la sustentabilidad ambiental ni la social. Solo se centraba en la sustentabilidad económica a pesar de los costes energéticos altos”, continúa Moyano. “El avance tecnológico de los últimos 50 años ha incorporado las otras dos dimensiones de la sustentabilidad. Hoy en día, la innovación permite que la agricultura sea mucho más sustentable en términos ecológicos y económicos, y también sociales, si se usa de forma que mejoren las condiciones laborales”.

    Al hablar de sustentabilidad, a menudo se enfrentan conceptos como los de producción ecológica e industrial. Pero la agricultura sustentable va más allá. Como su propio nombre indica, engloba todas aquellas prácticas que permiten que la actividad pueda sostenerse en el tiempo. La degradación medioambiental y la contaminación influyen en esta sustentabilidad, pero también lo hacen factores como la variedad genética de las especies, la presencia de enfermedades, la eficiencia energética o el uso del agua.

    La definición de agricultura sustentable, en detalle, no es algo fijo. De acuerdo con las políticas agrarias de la Unión Europea, los factores que influyen en la sustentabilidad de los cultivos son:

    El uso de insumos, es decir, todos aquellos productos usados en la producción agrícola. Estos tienen su propia huella ambiental y su impacto económico. Son, por ejemplo, los fertilizantes y los plaguicidas, así como la energía (eléctrica o de combustibles) necesaria.

    La calidad del suelo. Frenar la degradación del suelo supone reducir las emisiones de gases de dióxido de carbono y asegurar la sustentabilidad a largo plazo de los cultivos. Para ello, es necesario proteger la biodiversidad del suelo (uno de los ecosistemas más complejos que existen) y disminuir el impacto de la erosión, tanto por factores naturales como humanos.

    La contaminación atmosférica y el cambio climático. La agricultura es una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero. A nivel europeo, supone alrededor de un 10 %, pero el porcentaje es más elevado a nivel global. Además, es una fuente de contaminantes atmosférico con impacto directo en la salud humana y animal, como el amoniaco.

    El uso del agua. La agricultura es la actividad que más estrés hídrico genera a nivel mundial, especialmente, en aquellos lugares en que es un bien escaso. Además, puede ser una fuente de contaminación de los recursos hídricos derivada del uso de fertilizantes y pesticidas.

    El impacto en la biodiversidad. El cambio en los usos del suelo tiene un impacto directo en la biodiversidad animal y vegetal. En particular, la agricultura se ha asociado con una disminución en los números y la variedad de especies de insectos y pájaros.

    El papel de la ciencia: del suelo a los genes

    La revolución verde supuso la entrada de las tecnologías industriales en la agricultura. Máquinas y productos químicos al servicio de la eficacia en aras de una mayor producción y precios más ajustados. La sustentabilidad social y la medioambiental se vieron perjudicadas en gran medida. En los últimos 60 años, sin embargo, la ciencia no ha dejado de avanzar y las posibilidades para lograr una agricultura realmente sustentable son muchas.

    Hace más de un siglo que se conoce la existencia de los organismos que viven dentro de la planta sin causarle perjuicios. Sin embargo, su estudio se ha ignorado durante todo este tiempo, sobre todo, por razones metodológicas. “Ahora tenemos herramientas poderosas de secuenciación masiva, procedimientos bioinformáticos para analizar gran cantidad de datos que nos permiten estudiar los microbiotas”, añade Mercado. “Ese mundo microbiano puede ofrecer herramientas de control biológico novedosas. No va a ser una solución definitiva, pero nos puede ayudar a reducir el uso de químicos y del impacto ambiental de la agricultura”.

    Según la FAO, la modificación genética de variedades agrícolas no es la panacea, pero sí puede ofrecer alternativas a la hora de mitigar el hambre en el mundo y, al mismo tiempo, avanzar hacia una agricultura más sustentable. Entre sus ventajas están mayor resistencia a los agentes externos (sean plagas, condiciones climáticas o productos químicos) y mayor productividad con menos insumos. Entre los argumentos en contra destacan la interacción de estas especies y sus genes con el medio salvaje y la aparición de nuevas enfermedades resistentes y más difíciles de combatir.

    Por último, la innovación en sustentabilidad también puede llegar de la mano de las técnicas agrícolas. Un ejemplo es la llamada agricultura de conservación, que cada vez gana mayor relevancia. Este tipo de agricultura busca alterar lo mínimo posible la composición del suelo y la biodiversidad, imitando al máximo la estructura de los ecosistemas naturales, combinando especies herbáceas con árboles, no retirando los rastrojos de cosechas anteriores y con un laboreo mínimo de la tierra.

    Tras muchos años a la baja, el número de personas que pasan hambre en el mundo ha vuelto a crecer de forma continuada desde 2014. La población mundial también sigue en aumento y con ella la inseguridad alimentaria, tal y como admite la FAO. La agricultura sustentable es la herramienta para conseguir los dos grandes objetivos de la humanidad para la primera mitad del siglo XXI: que cero personas pasen hambre y que las emisiones de gases de efecto invernadero sean cero. Por ahora, queda mucho camino que recorrer.

    Fuente: https://www.bbva.com/es/sustentabilidad/la-agricultura-sustentable-herramienta-clave-contra-el-hambre-y-el-cambio-climatico/

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