SÉ UN REY MAGO | ‘Mamuel’, el futuro soldado de Navolato, quiere una bicicleta
Manuel es un pequeño de pocas palabras y hasta ahorita de gustos simples.
Balbucea cuando no tiene ganas de hablar, pero no se rehúsa a dar respuestas cuando se le pregunta.
En una de las calles de San Pedro, el primer pueblo sindicatura de Navolato que colinda con Culiacán al poniente, está una vieja villa abandonada que ha aconcidionado la familia de Manuel, para tomar impulso. El lugar, según la familia, se les prestó por un tiempo, para habitarlo.
La vida de Manuel Alonso Machado Medina, de apenas cuatro años de edad, pasa entre ceibas gigantescas alineadas de norte a sur en el patio principal de la finca, entre decenas de juguetes visiblemente desgastados, y baldíos enmontados en donde pastan las decenas de chivos y borregos de su familia en la zona todavía rural del pueblo.
“Mamuel”, dice en su español que apenas desarrolló a su corta edad.
¿Cuántos años tienes?
Seis...
Pero sus primos y hermanos casi gritan para sorprenderlo en la mentira: tiene cuatro.
¿Seis o cuatro?
Cuatro.
En esa vieja finca, Manuel siempre tiene compañía, sus primos y hermanos, y vecinos, que la mayoría le dobla la edad, pero iguala en el ímpetu por jugar a las escondidas.
¿A qué te gusta jugar a ti, Manuel?
A las escondidas.
¿Y a qué más?
Al zorro astuto.
Manuel explica que el zorro astuto es fácil de jugar, puesto que sólo corretea el que le toca, hasta tocar al que le tocará después.
Asegura que otra de las cosas que le gusta hacer es comer frijol con queso y tortillas
“No, no me gustan las tortillas”, corrige.
Luego uno de sus hermanos aclara: le gustan, pero siempre y cuando sean de harina.
¿Qué te gustaría que te trajeran los Reyes Magos, Manuel?
Unas sabritas.
A Manuel se le tuvo que explicar nuevamente que su deseo estaba al alcance, pero que podía pedir otra cosa.
Rechazó la opción de un balón de futbol, luego de un carrito de control remoto con un insistente “no, no, no”.
“Quiero una bicicleta”, dice.
“¿Quieres un triciclo o una bici?”, se le cuestionó.
Y los otros acompañantes coincidieron en que ya sabe andar en las bicicletas grandotas.
Al final, también se le preguntó a Manuel que si qué le gustaría ser de grande.
“Guacho”, dijo sin chistar, “para cuidar a la gente”.