Sergio Beltrán, el acordeonista al que le arrebataron la vida en Culiacán
CULIACÁN._ Fue el pilón de ocho hermanos, lo recibió una partera, venía con los pies de frente y ante todo pronóstico llegó a la vida. Nació en El Oso, un rancho muy cercano a la sindicatura de Tacuichamona, ya que su padre era originario de ahí.
Sergio Beltrán, pasó parte de su infancia en ese poblado, hasta que junto con su familia se movió a la ciudad de Culiacán, lugar donde creció, conoció el amor y se desarrolló en su pasión por la música.
Le decían el “chino”, por sus ojos rasgados, que apenas se veían, y se hacían más chiquitos cuando sonreía. A muy temprana edad conoció un instrumento que le llamaría mucho la atención: el acordeón.
“Su pasión, el acordeón, desde niño él aprendió a tocar el acordeón, de hecho mi suegro vendió su casa para comprarle un acordeón a él, fue su primer acordeón”, cuenta Edeny, su novia.
También un señor del rancho, le hizo llegar uno, pero su favorito era el que su padre le había comprado, dice.
En tercer año de primaria, Sergio entró a la misma escuela en la que estudiaba Edeny, y ahí fue donde se vieron por primera vez, sin saber la historia de amor que formarían.
“Éramos novios desde la primaria, sí, cuando estábamos en tercero nos juntábamos y era mi noviecillo de la primaria, me daba muchas cartas y chocolates”, señala.

Cuando terminaron la primaria, quedaron en la misma secundaria, pero en diferentes grupos, Edeny dice que desde la primaria es que es Sergio también inició el amor por el acordeón.
En la secundaria el contacto siguió, pero ya no eran novios, porque a Edeny, ya no le dejaban tener novio.
“Yo lo miraba que él se sentaba cuando llevaban grupos musicales en la escuela, él se sentaba solito en una macetera, y seguía a los acordeonistas, con su mano se ponía a tocar en su panza, como si tuviera un acordeón, y yo nomas me le quedaba viendo”.
Después de varios años en los siguientes grados escolares, Sergio y Edeny, se dejaron de ver, pero fue en cuarentena se encontraron de nuevo, porque en ese tiempo Sergio le ayudó con algunas cosas de la casa de su mamá.
“Nos hicimos bien amigos otra vez, no dejábamos de hablar, él me enseñaba como tocaba la guitarra, el acordeón, sus canciones y me empezó a enamorar, sin él darse cuenta, sin yo darme cuenta nos empezamos a enamorar otra vez”.
En plena cuarentena y sin dinero, la mamá de Sergio le dio 50 pesos para que le echara gasolina al carro y así pudiera ir a visitar a Edeny, ya que por la crisis de pandemia él no tenía trabajo. Arrancó un girasol sembrado cerca del arroyo y le compró un chocolate, para ese llevárselo ese día.
“Él era bien detallista y romántico, adoraba a sus hermanos a su mamá, para él la familia era lo primordial, para él, el que nosotros estuviéramos bien, era lo primero, él lo daba todo por eso, siempre cuidaba mucho a su mamá y a mí”.
“Él estaba para su familia 24/7 porque si le marcaban en la madrugada, en la madrugada se levantaba a ayudar a quien le marcara”, cuenta.
Edeny detalla que trabajaba con un ingeniero, echaban pisos, colados, pero no era tanto de su agrado, porque su verdadera pasión era la música.
“Ponía pisos, se levantaba desde las 6 de la mañana y regresaba ya hasta la tarde”, dice.
Hacia apenas tres meses que habían empezado una vida de pareja juntos, cuando la tragedia hizo presencia.
Todos los días llevaba y traía a Edeny a su trabajo, puntualmente antes de que dieran las 6 de la tarde le enviaba un mensaje para avisarle que ya iba por ella, pero ese viernes 12 de agosto, el mensaje ya no llegó.
“A las puras 4 de la tarde me mandó el último mensaje”, relata.
A partir de ese momento es que empezó la pesadilla, en pocas horas la vida de Edeny cambió totalmente, Sergio ya nunca contestó de vuelta sus mensajes.
Llegó la hora de salida de Edeny, y afuera no estaba Sergio, esperándola como todos los días.
“Ya no me contestó, ya no le llegaron los mensajes”.
Edeny recuerda como en su primer día de trabajo la quisieron robar, y subirla una camioneta, por eso Sergio siempre iba por ella su trabajo.
“Desde ahí nunca faltaba por mí al trabajo, nunca, nunca, porque a él le daba miedo dejarme sola, entonces cuando él iba a llegar tarde, así fueran 5 minutos, siempre me avisaba”.
“Cuando yo salí del trabajo ese viernes, no lo vi afuera y se me hizo muy raro, porque él siempre me esperaba o me avisaba”.
Le mandó mensaje para preguntarle dónde venía, pero jamás fueron respondidos, las llamadas tampoco entraban.
Entonces, Edeny decidió irse a su casa, pero con la angustia de no saber dónde estaba Sergio, empezó a mandar mensajes y buscar por todos lados.

Lo primero que hizo fue marcar al 911, pero le dijeron que tenía que esperar a que pasarán 72 horas para reportar como persona desaparecida a Sergio.
Luego a la Cruz Roja, de donde no tuvo respuesta, así como otros hospitales para averiguar si Sergio había pasado por algún accidente.
Le preguntó a su suegra, quien tampoco sabía nada, sólo que él había ido a llevarle comida.
Después de buscarlo por todos lados, decidió ir a la casa del hombre que le rentaba el carro para Uber, y es ahí donde recordó que recientemente le habían puesto un Gps al automóvil y con eso pudieran localizar a Sergio.
“Lo rastreamos y dimos con que el carro estaba en Las Huertas, pues nos dejamos ir a Las Huertas con la esperanza de que estuviera Sergio ahí y cuando llegamos no estaba él, yo me estaba volviendo loca, porque ni estaba él”, comenta.
Edeny abrió el carro, y lo único que encontró fue la funda del celular de Sergio, de primer momento no se dio cuenta, pero en el interior del auto había manchas de sangre.
Empezó a sonar la alarma del auto, y por no tener las llaves, abrieron la cajuela, por eso es que en las fotos de los medios locales aparece el carro así, explica.
Con desesperación empezó a recordar ciertos detalles, como que Sergio, le ponía una piedra a las llantas del carro, porque se iba para atrás y esta vez no estaba estacionado así, cuestión que le hizo dudar más sobre el paradero de Sergio.
“Es que este carro no lo estacionó él, no lo estacionó él”, repetía Edeny.
“La gente me decía cálmate Edeny, pero yo les decía, no es que desde las 5 y media yo siento feo en mi corazón, yo siento la necesidad de buscarlo, yo siento que a él le pasó algo”.

El desespero aumentó y las horas pasaban, y no había información sobre el paradero de Sergio, les preguntó a las autoridades que si qué se podía hacer durante esas 72 horas, y sólo le dijeron que había que esperar.
Fue hasta cuando el padre de Edeny, como un último recurso fue a buscarlo a la Semefo, donde le dieron la peor noticia.
“Cuando yo terminé de poner la denuncia después de encontrar el carro, mi papá me habló y me dijo, hija ya no lo busques, ya lo encontré, yo no sabía que él estaba ahí”.
“¿En dónde?, le dije, ¿está bien?, tienes que venir a reconocerlo, cuando él ya me dijo tienes que venir a reconocerlo, yo y sabía que porque estaba muerto “.
En ese momento, Edeny cayó al suelo. El impacto de la noticia la doblegó, la vida soñada, los planes a futuro, se habían esfumado, le habían quitado al amor de su vida.
“Llorando y llorando, y me levantaban, y me decían, es que tienes que ir, cuando llegué allá me enseñaron a Sergio, y les dije que sí era y ahí empezaron los trámites para poder llevarse el cuerpo”.
Fue ahí donde se enteraron que le habían dado algunos balazos en la espalda y que pasó esa tragedia.

“Le doy tantas gracias a Dios, que no lo desaparecieron y lo dejaron tirado en otra parte, donde no lo hubiera podido haber encontrado, todavía me hubieran hecho más difícil el encontrarlo, porque ya ves que los tiran en todos lados y hay veces que las familias no los encuentran, es una desesperación horrible que yo no le deseo a nadie”.
El cuerpo de Sergio fue velado en Culiacán, pero sus restos decidieron dejarlos descansar en Tacuichamona.
“Él contaba los días para Semana Santa, a él le encantaba la Semana Santa, porque él era ‘viejo’, le dicen ‘viejo’ a los que traen máscara y fariseos a los que traen el palo grandote... Entonces a él le encantaba Semana Santa, porque él era ‘viejo’”.
“Entonces cuando llegamos ahí al rancho los fariseos y los viejos lo recibieron, lo escoltaron hasta la casa de abuelo ahí lo velamos, él nunca estuvo solo, y desde que él estuvo en casa cuando no llegaban unos, llegaban otros, siempre desde que llegó hasta que lo llevamos al rancho hubo gente, pero a montones”.
Edeny, cuenta que Sergio entró a la iglesia, pero está vez no salió bailando como cada Semana Santa cuando iba tradicionalmente como ‘viejo’.

Grupo tras grupo, llegaba y le tocaban las canciones que a él tanto le gustaban.
“Todos los grupos con los que él estuvo, le cantaban y le lloraban mucho, todo el día y toda la noche le tocaban”, relata Edeny con tristeza.
Al final, Edeny recuerda como su pareja, Sergio componía canciones, siempre estaba cantando o tocando algún instrumento. Ahora quedan los escritos, las estrofas y frases sin terminar de las canciones que nunca podrá completar.
Sergio falleció el pasado 12 de agosto a los 20 años, fue asesinado, víctima de la violencia de Culiacán, su muerte fue cubierta como un hecho policíaco más, pero su historia de vida muestra el futuro que tenía por delante.