"Una aventura por otra nueva: Elsie Cota"

"Recorrió más joven el Viejo Continente y Cuba, pero regresó a casa para imprimir la historia que relató con su alegría contagiosa en las aulas de Culiacán"
08/03/2019 15:23

CULIACÁN._ Elsie Cota tituibea para responder después de que se le ha preguntado que si qué es más difícil: parir un hijo o publicar un libro.

"¡Ay!", se queja, "sobre todo ¿sabes qué?, conseguir quien lo patrocine", dijo para responder de manera indirecta.

La maestra se ha puesto un vestido bordado de los que la mayoría identifica como oaxaqueños. Ella es de baja estatura, delgada morena y presume sus característicos ojos que algún día el pintor Diego Rivera le dijo que eran "los ojos de México".

Ha abierto las puertas de su casa con una alegría que se percibe desde lejos.

Dentro de su domicilio en la colonia Burócrata, uno se encuentra con un auténtico museo lleno de trofeos, medallas, paredes completas cuadriculadas por las decenas de marcos que muestran diplomas y reconocimientos.

En el centro de la casa tiene un pequeño patio con una fuente y enormes pliegos que recuerdan los reconocimientos más grandes que le hicieron en Sinaloa por su carrera artística.

No hay que conocerle por mucho tiempo para saber que Elsie es una de esas mujeres que raramente están quietas... es de esas mujeres polifacéticas, multifuncionales.

Hay evidencia en registros periodísticos de que fue modelo y bailarina, que desde muy joven decidió emprender una aventura por el mundo, de la que después de unos años terminó para regresar a casa con sus 14 vestidos típicos, el amor de su vida, un saco de conocimiento artístico y las bases y creatividad suficiente para escribir una singular historia en las aulas.

"Para este (libro) me pasé un año y conseguí 10 patrocinadores... en la UNAM dijeron que era una obra de arte, por dentro y por fuera", señala con la edición en sus manos.

 

Los orígenes de la maestra 

Hoy, a sus 86 años, Elsie Armida Cota Ramos se da un espacio en su vida para recordar cómo fue el inicio de su historia.

Los dos nombres se los puso su papá, porque "según esto" eran nombres de dos escritoras inglesas.

"A él le gustaba la poesía", señala.

Su padre fue Eduardo Cota Labrada, un mecánico industrial que vivía y trabajaba en San Francisco, California, pero originario de Mazatlán.

Vino de vacaciones a Culiacán y conoció a Josefina Ramos Salgado, vivió por espacio de un año y luego se casaron.

Elsie Armida nació el 21 de agosto de 1934, en un domicilio que se ubicó por la calle Miguel Hidalgo y con el auxilio de una partera, porque, según ella, en aquel tiempo no había hospitales en el viejo Culiacán.

"(de ese matrimonio) Yo fui hija única", dice.

Luego explica que su papá en realidad tenia otros 4 hijos allá en el otro lado, que ya era casado y engañó a su madre, lo que le trajo problemas.

Elsie creció en Culiacán pero luego su abuela Conchita, la señora Concepción Salgado, la llevó a su primera aventura de viaje, pues con ella radicó en Guadalajara, Tampico y Veracruz.

"Realmente yo tengo crianza de abuela", señala.

Después del fallecimiento de su abuela y con siete años de edad, alcanza a su mamá en la Ciudad de México, a donde se había mudado para comenzar una nueva vida.

"Mi mamá trabajaba en el Ajusto, era un monte ya de a tiro, no había más que un camión que pasaba una vez al día y regresaba por la tarde y yo cuidando a mi hermanita, (producto del segundo matrimonio de su madre), me ponía a jugar con ella en vez de cuidarla, la agarraba como si fuera mi muñeca", recuerda.

La mamá de Elsie ya era maestra, uno de sus tíos y su padrastro. También su abuelo, por lo que creció con una influencia magisterial.

"Mi mamá, era muy buena maestra de primer año y yo me acuerdo que le decía 'mamá, pásame la receta', lo único que me dijo fue 'el dictado es indispensable', fue todo lo que me dijo. Yo me especialicé en maestra de primaria, por donde pasé más de 11 años", dijo.

 

¿Y cómo era vivir en la Ciudad de México de aquellos años teniendo a dos maestros como padres?

Y, me acuerdo que lo único que comíamos, tacos de San Juan de Letrán, tacos sudados, eso era lo que comíamos, yo me imagino que desayunaba pan con leche o algo así, pero al mediodía eran tacos de esos y un vaso con agua.

 

Creció enredada en un trajín de familia trabajadora, de desmañanadas y jornadas que incluían un largo viaje en camión y caminatas de kilómetros para llegar a sus centros de trabajo.

De joven, Elsie creyó haber descubierto la única vocación de su vida y buscó por todos los medios convertirse en bailarina, pero su madre, que no le convencía por completo que "estudiara" danza, le obligó a terminar otra carrera más común y que ella conocía perfectamente, la magisterial.

 

Escoger entre el magisterio y la danza 

Elsie recalca orgullosa que es egresada de la Escuela Nacional de Maestros.

"Mis maestros eran los exiliados españoles, muy buenos", dice y alarga intencionalmente la palabra "muy".

"Y en el último año de la carrera, mi mamá ya me permitió estudiar danza, era una carrera mal vista en aquel entonces... siempre pensó que no podía vivir de esa profesión, entonces ella me aseguró con la carrera de maestra".

 

Pero, ¿tenía dudas de estudiar para maestra?

Sí me gustaba la carrera, pero la danza me apasionaba.

 

Elsie recuerda que cuando se graduó a los 18 años, en 1951, ya tenía asignado un plantel en que comenzó a dar clases.

"Me dieron oportunidad de escoger escuela", dice.

Recalca que cuando vio que había una escuela en un lugar llamado Bondojito, del que se imaginaba quedaba atrás de un basurero, decidió que era el lugar indicado. La escuela se llamaba Henry Ford.

"Ahí fue cuando empecé a trabajar y ahí fue cuando empecé yo a iniciar a experimentar, a enseñar fuera de lo común", señala.

"Porque una de las cosas que yo conseguí con el director es que me permitiera dar clases fuera del aula".

La maestra dice haber reflexionado: muy mal para un niño, inquieto de conocer y tener que estar en cuatro paredes durante cuatro o cinco horas todos los días.

"Y luego yo con la danza, con tanta libertad... entonces me los llevé yo debajo de un árbol, ¡n'ombre, estaba fascinados!", revela, "después les daba clases hasta en la azotea".

Dio clases, dice, hasta enseguida de un lugar donde habían sembrado hortalizas.

Por ello es que llegó a conseguir el 100 por ciento de aprovechamiento de aprendizaje.

La dirección tuvo que aplicar exámenes para comprobar el éxito alcanzado de la joven maestra, luego fue comprobado por la inspectora y después por el coordinador de la zona.

 

Los logros de la maestra 

De manera simultánea, la joven culiacanense hizo dos carreras en arte, la de ejecutante de folclor y de danza moderna.

Gracias a su talento, asistió a giras por diferentes países.

En 1955, unos años después de graduarse como maestra, asistió al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Varsovia, en 1955, en donde conoció a líder palestino Yasser Arafat, premio Nobel de la Paz en 1944.

"Y ahí el mundo se me abrió inmensamente".

Después de su regreso a México, la bailarina solicitó a 10 países europeos para becas de movilidad con ayuda de una amiga cubana que se encontraba en San Petersburgo, Rusia.

"Empecé a estudiar ruso... empecé a estudiar francés, el idioma más fácil de los países que solicité era el rumano, porque era entre italiano y español, total que me dieron la beca en el país donde el idioma era el más difícil, en Checoslovaquia", recuerda.

Ahí se mantuvo por dos años, de 1958 a 1960.

"Yo cuando me fui estaba comisionada con la plaza de danza a la compañía de Bellas Artes, el ballet contemporáneo de México, pero de regreso ya no me quisieron, yo quería trabajar en danza, en lo que había aprendido", señala.

Dos años después, de muchas insistencias en México, sólo tuvo cabida para continuar su desarrollo en las artes en Cuba, a donde viajó en 1962. Allá fue la Directora del Movimiento de Aficionados de Danza.

Sus viajes, admite, se los dio la danza.

"No, por el magisterio olvídate", lamenta.

"No... no nos tienen confianza a los mexicanos, a las maestras, de que nosotros somos valiosas".

 

Su regreso a casa 

Cuando Elsie regresa a México, regresó casada con quien fue el compañero de su vida, un cubano de nombre Lopo Roberto Parra, quien por 17 años de fue Director de Educación Física y Deporte en Sinaloa.

Se despidió de él en noviembre del año antepasado.

"Yo no conocía Culiacán hasta el 68, llegué a la Universidad y estaba como Rector (Rodolfo) Monjaraz Buelna, yo trabajaba en la Federación, en una escuela, en la tarde en la Secundaria dando educación física y en la noche en la Universidad, con el grupo de danza de la UAS", dice.

 

¿Y cómo era vivir en Culiacán en aquél tiempo?

¡Ay! Pues, en aquel entonces no había guarderías, no había quién lavara y planchara, no había comida económica, nada de eso, ¿no? Entonces yo toda la semana trabajaba y los sábados y domingos eran los dedicados a las tareas domésticas. Como no tenía quién me los cuidara (a los hijos), hice una lista de 10 amistades, entonces le tocaba un día a uno, otro día a otro y luego otra vez.

 

¿Y cómo se comportaban los estudiantes en las aulas?

Pues, mira antes había mucho respeto para con los maestros, teníamos una... todavía una imagen en los pueblos, en las ciudades pequeñas, los más importantes eran el cura, el médico y el maestro, entonces aquí todavía quedaba eso, de la época de cuando los maestros rurales, de la escuela rural mexicana, todavía quedaba esa imagen de mucho respeto, hacia el maestro.

 

El legado de Elsie quedó impreso 

Elsie dio clases de primaria en las escuelas Manuel Sánchez Hidalgo, en colonia Hidalgo y la Venustiano Carranza, en la colonia prolongación Chapultepec.

A nivel secundaria trabajó en la Jesusita Neda y en la Universidad Autónoma de Sinaloa creó en el grupo de arte integral para niños el Taller Infantil de Exploración de las Artes de la UAS.

Después de muchos años de experiencia, comenzó en el año 2000 una investigación que terminaría en un libro con sus resultados.

Además pulió una técnica que llama "aprender a leer y escribir con alegría", un método para enseñar a niños con sindrome de Down.

Elsie logró que una joven de 15 años con el síndrome aprendiera a leer y escribir en 40 horas clases.

"Según esto, había menos probabilidades entre más grandes (de edad)", explica.

También logró que una niña de jardín de niños, de 5 años, aprendiera a leer y escribir en 18 horas clases.

"Yo probé que se pueden las dos cosas", completa.

Su material didáctico sólo fueron juguetes, educativos y tradicionales.

"Nunca pensaron que estaban aprendiendo a leer y escribir, ellos venían a jugar", recalca.

"Eso fue un acierto en mi trabajo".

"Lo otro es que algunos empezaron a hablar, porque venían hasta de dos años".

El trabajo de la tesis la concluyó en 2004 y consiguió la Maestría en la Escuela Nacional de Educación Especial en Sinaloa, en donde curiosamente ella misma había dado clases.

"Pues ahí está, el único método para enseñar a leer y escribir a downs, y aquí tardé seis años para que me lo publicaran y en España estoy invitada para presentarlo", expresa.

 

RECONOCIDA

Hoy la maestra Elsie está invitada para recibir una reconocimiento por el Dia Internacional de la Mujer en el Congreso del Estado, la misma semana en la que una placa con su nombre fue develada en la biblioteca La Hojarasca, en Recoveco, municipio de Mocorito, después de que regaló centenares de libros.