Villa Juárez: el botín del narcomenudeo en el Valle Agrícola de Culiacán y Navolato
El paraje costero de Navolato, municipio contiguo a Culiacán, tiene en sus entrañas el paraíso laboral agrícola más importante de la región: Villa Juárez, un entramado de calles y brechas repletas de vida y movimiento. Con una población de aproximadamente 34 mil habitantes que se duplica en temporada de cosecha, el valor económico, comercial y geográfico de la zona es de vital importancia para cualquier negocio ilícito que busque prosperar en tierra fértil.
Hoy, de cara al arranque de la temporada agrícola, Villa Juárez enfrenta uno de sus momentos más difíciles con más de 40 hechos violentos y 31 personas desaparecidas en el último año.
La comunidad fue creada en la década de los 40 como un reacomodo poblacional derivado de la construcción de la presa Sanalona; luego, el auge agrícola en la zona detonó la explosión demográfica y la migración laboral hacia esta localidad dándole crecimiento y prosperidad.
Es entre Culiacán y Costa Rica donde se abre una entrada al poniente que conduce a la comunidad de Licenciado Benito Juárez, Navolato, conocida por todos como Villa Juárez. La carretera “La 20” es la vía principal de acceso a esta zona geográficamente estratégica y, por lo tanto, una de las más importantes de la región. Es aquí donde la guerra de facciones del Cártel de Sinaloa libra una de las batallas más cruentas de los últimos meses.
Villa Juárez, a pesar de la guerra
Pasear ahora por sus calles se siente como caminar sobre arenas movedizas, caminos pesados y pasos medidos que son seguidos por ojos ocultos de jóvenes quinceañeros de rostro cubierto y mirada furtiva. Todo pasa, todo el tiempo y debes estar atento, pero eso es normal, o era antes de la guerra. Los acuerdos se rompieron y la ciudad se partió, los muertos son de un bando y los desaparecidos de otro. Al final, la incipiente metrópoli pareciera morirse lentamente y ahogarse en el temor antes de nacer.
Un empresario agrícola, quien decidió no revelar su identidad por seguridad, habla desde su experiencia y cómo ha contemplado el auge y deterioro de una comunidad que era mayormente próspera y que padece la guerra desde sus entrañas más profundas. Un pueblo que antes del 9 de septiembre del 2024 tenía un ritmo constante de crecimiento y relativa tranquilidad; “la pax narca”, la llamó.
“Todos estábamos cómodos con una pax narca, porque al no haber enfrentamientos entre ellos, a las autoridades no les preocupaba el narcomenudeo. Los balazos sí les preocupan, pero el narcomenudeo, que está envenenando a nuestros jóvenes, parece ser que no les importaba. Mientras no hubiera balazos y violencia, el narcotráfico, el narcomenudeo, seguía creciendo y creciendo”.
El empresario aseguró que el atractivo principal de Villa Juárez para el crimen organizado, es su gente; la densidad poblacional y flujo constante de personas. Miles de habitantes que cobran sus salarios semanalmente, todos esos clientes potenciales que demandan diversión, alcohol y drogas.
“Es una gran fuente de ingresos para ellos por el número de habitantes que tiene la sindicatura de Villa Juárez. La sindicatura tiene más habitantes que cinco municipios del estado de Sinaloa. Y cuando inicia la temporada hortícola, llegan muchos trabajadores del sur y sureste de nuestro País. Creo que Villa Juárez oscila su población entre 35 mil y 60 mil habitantes. Hay una población flotante, es el narcomenudeo, es una gran fuente de ingresos y otros negocios en los cuales también se han interesado últimamente, como la venta de alcohol a partir de ciertas horas. Los aguajes: le piden a los expendios de cerveza con permiso que cierren temprano para ellos continuar vendiendo alcohol y el cobro de piso por las maquinitas de videojuegos”.
Es que en Villa Juárez se crea la tormenta perfecta donde la derrama económica se concentra en los fines de semana. Trabajadores agrícolas operativos llegan a ganar hasta mil 200 pesos diarios que son pagados cada sábado; justo después de “la raya”, casi religiosamente, comienza para muchos el despilfarro. El alcohol y el cristal proliferan y son, a veces, el único esparcimiento para jóvenes ajenos a Sinaloa, que no conocen más que los soleados campos de tomate y las lúgubres cuarterías donde pernoctan.
Narcomenudeo: el negocio perfecto
El negocio central es el narcomenudeo que tiene como clientes a los trabajadores agrícolas y es empujado históricamente por el cártel hegemónico de la región y que hoy está fracturado. La venta mayormente es de “cristal” (metanfetaminas) que por dosis ronda los 50 pesos; algo accesible para cualquiera. Conseguirlo es igual de fácil que comprar un refresco dentro de las llamadas cuarterías.
“Hay veces que, sin el conocimiento ni el consentimiento de los propietarios de las empresas agrícolas, se vende droga dentro de algunos albergues. Los porteros son amenazados y los delincuentes introducen droga, o uno de ellos también está ahí como puntero dentro de las agrícolas, esperando ser confundido con trabajadores de las empresas. La verdad es que estamos muy vulnerables en las zonas rurales, por lo solas que están las carreteras y las comunidades, los caminos vecinales y los laterales de los canales. Estamos muy expuestos a la acción de la delincuencia”, dice el agricultor.
El fenómeno de la drogadicción entre trabajadores agrícolas va más allá de un tema de salud pública. Se convierte en el caldo de cultivo donde el flujo de efectivo es incalculable y de alguna forma mantiene financiada la guerra que se libra en Sinaloa.
Además de mantener “atados” a los jóvenes dependientes de los narcóticos para operar bajo las órdenes de quién le provea dichas sustancias.
Es contradictorio que a pesar de la evidencia de narcolaboratorios asegurados y los testimonios del consumo creciente de cristal en comunidades como Villa Juárez, en Sinaloa el delito de narcomenudeo se desplomó a partir de 2017 (ver gráfica), lo que ilustra la pax narca que el empresario señala. La tendencia descendente contrasta incluso con la tendencia nacional que no ha dejado de crecer desde 2015 a la fecha.
Zona de guerra: nadie quiere trabajar en Villa Juárez
Otro frente que se abre para la próspera actividad agrícola de la zona es el abandono laboral y el déficit de mano de obra a causa de la negativa de cuadrillas completas de hombres y mujeres de viajar a Sinaloa. La razón: la violencia y el miedo a morir.
El agricultor evalúa como un riesgo latente dicho abandono de los campos, dice que nadie puede garantizar seguridad para los trabajadores en un contexto como el actual.
“En la temporada anterior, algunos campos que tuvieron incidentes, hubo trabajadores que pedían su regreso a su lugar de origen de manera anticipada, sin que hubiese terminado la cosecha de las empresas hortícolas. Se dejó de cortar fruta, se dejó de exportar, dejaron de ingresar divisas en nuestro país por ese retorno anticipado de trabajadores hacia sus lugares de origen.
Esperemos que esto acabe pronto, pero a veces las esperanzas no afectan la realidad. Donde mayor riesgo vemos es en el número de trabajadores que se necesitan para las labores y la cosecha de una de las actividades emblemáticas del estado de Sinaloa. Que se acabe la mano de obra. Que dejen de venir o que vengan menos, porque también las noticias a nivel nacional, cuando uno las ve, provocan miedo. En todos los campos ha habido incidentes, no hay uno en el que no haya habido”.
La joya agrícola de Sinaloa necesita atención federal
Miguel Calderón Quevedo, coordinador General del Consejo Estatal de Seguridad Pública (CESP) y ex Alcalde Navolato, explica el fenómeno de la violencia en la sindicatura. Alude viejos conflictos que coinciden con versiones actuales de pugnas internas. Y coincide en que el añadido para la facción criminal que finalmente controle la zona es el factor económico empujado por el narcomenudeo.
“Quizás sea uno de esos territorios en pugna que está pendiente de resolverse y mientras no haya un control territorial delincuencial de una de las facciones, estos choques, estos enfrentamientos violentos seguirán dándose. En medio de esto, pues la autoridad un poco en medio para contener estos conflictos, estos brotes de violencia, agrega la otra dinámica, el flujo económico por el pago de nómina cada semana como es la costumbre en el tema del jornalero agrícola, pues hace todavía más complejo la situación, a diferencia de otros territorios en Sinaloa, este en particular tiene otros agregados entre ellos también consumo al menudeo de drogas, lastimosamente”.
Calderón Quevedo añade también la importancia geográfica de Villa Juárez como posible explicación a la disputa territorial. La ubicación en el centro de las carreteras “La 20” y “La 50” hacen a la localidad punto clave de tránsito de mercancías, recursos humanos y obviamente productos agrícolas.
“Nosotros podemos entender que las diferentes líneas de comunicación hacia Villa Juárez no solamente por carreteras son varias, estamos hablando de la carretera ‘La 20’, de ‘La 50’ la carretera que va por campo Clouthier, del Campo Victoria que se comunique con Costa Rica, Además, la comunicación hacia Las Puentes que te da acceso al mar, y a la bahía que da el pabellón, creemos que todas esas rutas representan un atractivo para los grupos delincuenciales en términos de control y quizás en términos de mercado”, explica.
“Pues la delincuencia en Villa Juárez, no es nueva, sino ya tiene algunas décadas. En este sentido, pues de los votos que hacemos es que la presencia del Estado Mexicano, la presencia de los diferentes cuerpos nos pueden garantizar el que la zafra inicie con una perspectiva de armonía de paz sin ser detenida por estos eventos”.
Con la zafra agrícola en ciernes el panorama de la violencia no pinta un escenario optimista, tan solo en septiembre del 2025 se registraron 12 hechos violentos en la localidad, prácticamente uno cada tercer día. Destacan la mayoría por suceder en plena zona comercial y durante el día, cuando más personas están transitando la zona.
Vivir entre balas y amenazas
La vida cotidiana de Villa Juárez se transformó en un estado de ansiedad que ni los habitantes logran identificar. Miradas sobre el hombro cuando el motor de un auto se revoluciona más de lo habitual, un chequeo constante de las notificaciones del celular; esperando ese mensaje que avise de balaceras. Y sobre todo el “toque de queda” nocturno, ese acuerdo implícito de que a partir del ocaso cualquier viaje por la comunidad puede convertirse en un interrogatorio y en el peor de los casos la muerte.
Testimonios de personal laboral agrícola aseguran que durante la zafra del año pasado, grupos criminales abordaban camiones de transporte de personal y les pedían a los choferes no transitar luego de las 20:00 horas, esto para evitar confundirlos con grupos antagónicos que pudieran llegar a incursionar en la localidad en transportes agrícolas apócrifos.
“Aún no empieza ahorita la época de cosecha aquí en Sinaloa, todavía no hay empaques activos, pero la temporada pasada los delincuentes les pedían a los choferes que trasladaban a trabajadores que no circulan más allá de las 8:00 o 9:00 de la noche, por temor a que los grupos rivales se disfrazaran de trabajadores dentro de los autobuses para el traslado de personal”.
Entre todo ese caos, uno de los aspectos más golpeados es la vida escolar, el desfile de alumnos por las escuelas de la sindicatura no para, y los hechos violentos no marcan un horario fijo.
El 29 de septiembre, un comando armado atacó la fachada de un expendio de cerveza alrededor de las 17:00 horas, según informes las ráfagas de arma de fuego se prolongaron varios minutos. Estudiantes de la Secundaria Técnica 51 tuvieron que refugiarse de las balas en sus pupitres ya que el ataque se dio a unos metros del complejo educativo.
En la Primaria Henry Ford, ubicada en un asentamiento de jornaleros agrícolas, la matrícula se redujo de más de 300 a poco más de 100 estudiantes, según los docentes, quienes explican que muchas familias optaron por no enviar a sus hijos a la escuela por el miedo a enfrentamientos y disparos.
En un recorrido por la sindicatura, una madre de familia relató un hecho violento que vivió junto a sus hijos, razón por la cual decidió darlos de baja de la institución.
“Vine a dejar a los niños y fue en el punto de mediodía. Estaban saliendo los niños de la secundaria y ellos van entrando porque van en el turno vespertino. Y ya en eso fui, los entregué yo a sus aulas, cuando ya venía yo aquí a la puerta, aquí en la salida, cuando se escuchó los disparos y pues todos arrancamos a resguardarnos. Ahí en las aulas y esperar a que nos pudiéramos mover para irnos a nuestras casas”.
La situación se repite cada que se da un enfrentamiento armado en la localidad, al tener una extensión geográfica pequeña, cualquier punto de la zona está cerca de un centro estudiantil y el peligro de que los menores sean alcanzados por las balas es cada vez mayor.
Al cuestionar a la madre de familia sobre la situación de violencia que atraviesa la comunidad, ella resume el sentir de la mayoría de las familias. La dicotomía de vivir en Villa Juárez que se convirtió en un campo de batalla narca y a su vez sigue siendo el paraíso laboral agrícola más importante de la región.
“Pues sí, sí, hemos pensado irnos, pero pues también se nos pone difícil porque aquí también está el trabajo. Y de hecho ahorita venimos porque lo dimos de baja, porque por lo mismo que no dejan trabajar a los camioneros y no hay camión para los niños para que se puedan trasladar para la escuela”.
Villa Juárez es uno de los puntos de inflexión de la guerra en Sinaloa, uno de los bastiones económicos y humanos más importantes para la agricultura pero también para el crimen organizado. Mientras la lucha siga, la prosperidad laboral seguirá en pausa, y sus habitantes trabajando con la cabeza baja, esquivando balas en busca del sueño agrícola de un mejor futuro para sus familias.