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Día del Padre

Don Chendo, un siglo de vida y amor como padre

Rosendo Crespo Durán, ‘El Mano’, como le llaman en Escuinapa, es el patriarca de una familia que lo admira por su historia y sus ganas de seguir disfrutando cada día
15/06/2025 06:00

ESCUINAPA._ En la mente de don Rosendo Crespo Durán, “El Mano”, los recuerdos son firmes, claros, como si acabarán de ocurrir, como si estuvieran viviéndose aún.

Nacido en 1925, “Don Chendo”, como también es conocido, no puede hablar de historias de fuera del mundo, pero sí de aquellas que han formado parte de su vida.

Sus primeros años eran acompañar a su padre Mateo Crespo a limpiar la zona de la Capilla del Gallo, donde veía a Jesús Durán “El Gallo”, el revolucionario que dio origen a una leyenda religiosa.

Y en esa aventura se acompañaba de su padre, a quien recuerda perfectamente, un hombre longevo que murió de 96 años.

“Mi papá era buena gente, trabajador, era agricultor, cada año limpiaba la capillita (de El Gallo), cada año la limpiábamos”, dice.

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Recuerda también a su abuelo Cleofas, con quien iba al quelite, montados en un burro y con quien empezó a admirar la belleza de las mujeres, era corajudo, indica.

Don Chendo no habla mucho de paternidad, aunque es algo que le enorgullece, cuando mira a sus hijas ser buenas personas, aunque su primer hijo fue un varón, quien murió hace unos años, era joven cuando se convirtió en papá por primera vez.

Después se casó y se convirtió en padre de tres mujeres, a quién siempre le hacía recomendaciones, sobre todo respecto a los hombres, pues acepta, fue muy noviero.

“Yo fui cabrón, tuve muchas novias... no sé cómo he sido como papá, mis hijas son buenas, no pelean, están aquí”, expresa.

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Siempre les dio la libertad de aprender, de ir a dónde quisieran, confiando en lo que les enseñaba y terminando con la frase “ustedes saben”.

Hay recuerdos que lo hacen volver a vivir, que lo levantan y animan todo los días, como el pensar en su pasión por las vías y el tren, un trabajo al que llegó gracias a Don Cipriano, un mayordomo de Ferrocarriles que le ofreció el trabajo, de dónde se jubiló pero es un sitio al que aún acude.

Disfruta de ver pasar el tren, del aire que se siente al paso de esos vagones que han formado parte de su vida, de su historia.

El recorrido en bicicleta le trae innumerables recuerdos, ese vehículo de dos llantas ha sido parte de sus aventuras.

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Un día, hace alrededor de 5 años, mientras estaba sentado en el malecón, disfrutó de la compañía de un grupo de jóvenes de Los Mochis, le preguntaron su edad, pasearon en su bicicleta, se tomaron unas cervezas y le dieron 200 pesos, fue vivir de nuevo un ‘sorbo’ de juventud, ellas eran hermosas y ellos cantaban, ese recuerdo lo hizo volver a sentir esa libertad de ser joven, es una vivencia que lo hizo volver emocionado a casa.

La bicicleta lo ha llevado por las calles de la ciudad a celebrar la vida, esa vida que aún desea aunque 100 años sean muchos, pues quiere seguir viviendo.

“Quiero más años, para seguirlos viendo (a sus hijos)... a la bicicleta no le tengo miedo, todavía puedo irme a dar la vuelta”, expresa.

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Hace tres meses cumplió 100 años de vida, hace una semana ya no permitieron que se subiera a la bicicleta, ya no se puede andar donde sea, hay motocicletas sin control, carros que pasan rápido, pero Don Chendo piensa en que pronto volverá a las calles, a celebrar la vida, a disfrutar del viento mientras observa el ocaso y el tren que pasa silbando, el tren que ha formado parte de sus estaciones de vida.

Los recuerdos fluyen, su vida está llena de tonalidades y ha vuelto desde hace unas semanas a la que fue su casa desde niño, en la que creció, la casa de techo alto, en la que aún siente a su padre, donde puede palpar a su abuelo y dónde hoy ya no es el niño, es el papá, el abuelo, el patriarca de una familia numerosa para quienes ‘El Mano’ que trabajó en Ferrocarriles, en la Jumapae, no es nada pues lo mejor que les ha dado en la vida es tenerlo como padre y quieren seguir celebrando su vida centenaria.