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HISTORIA DE VIDA

Don Roberto, un ícono del ‘pirulí’ en Escuinapa

Recuerda que los ‘pirulí’ o ‘borreguitos’ de hielo eran una demanda constante en las escuelas; los helados empacados cambiaron todo

ESCUINAPA._Hasta los años 90, los “pirulí” o “borreguitos” de hielo eran una demanda constante en las escuelas, formaban parte de la compra a la salida de las instituciones por parte de los estudiantes.

Con la llegada de helados empacados esto cambio, señala don Roberto Zúñiga García.

$!Don Roberto, un ícono del ‘pirulí’ en Escuinapa

Ya no fue negocio estar fuera de las escuelas, por lo que su venta de “pirulís” se concentra en la Plazuela Ramón Corona, siendo lo fuerte la demanda de raspados.

$!Don Roberto, un ícono del ‘pirulí’ en Escuinapa

“Antes en las escuelas se vendían mucho los ‘borreguitos’ también le dicen ‘pirulís’, pero llegaron los bonice y ya no se vendieron, pocos niños conocen estos helados que hacíamos don Pedrito, Félix y yo”, expresa.

$!Don Roberto, un ícono del ‘pirulí’ en Escuinapa

Los ‘pirulí’ se hacen colocando hielo raspado de una barra con un cepillo de fierro que tiene una especie de navaja, éste se coloca sobre una copa de vidrio pequeña, en las que antes se vendían las campechanas de mariscos.

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Estando en la copa, se le coloca un palo de madera y el hielo se compacta para posteriormente sacarlo de la copa y meterlo sobre un jarabe espeso de esencia de fresa, señala mientras muestra el procedimiento de lo que hace años era una maravilla para los niños.

“No hago más que un jarabe, no se venden mucho, entonces nada más una esencia hago y es de fresa”, explica.

De los tres vendedores de estos helados, dos ya no salen a las calles y en su caso se mantiene en la Plazuela Ramón Corona, a donde llega desde las 10 de la mañana y se retira a las 6 de la tarde.

Don Roberto señala que este ha sido su actividad productiva desde hace años, su primer trabajo fue en una empresa que se dedica a la venta de aguas, ahí aprendió el gusto por la elaboración de jarabes y aguas.

En esta tienda duro 15 años laborando, después decidió iniciar su propio negocio, yendo a las escuelas y cuando las ventas bajaron para no volver, se concentró en la plazuela.

Con esta actividad mantuvo a sus cuatro hijos, los cuales ya laboran en diversas actividades, irse al centro de la ciudad es además parte de su vida, pues pasa largas horas charlando con personas de su misma edad, mientras vende sus productos, al que ha sumado frituras.

El comerciante muestra satisfacción de mantener “vivos” los “pirulís”, pues a su carreta llegan de pronto jóvenes buscando en la esencia de fresa sobre hielo en forma triangular los sabores de su infancia.

“Cuando empezamos a vender ‘pirulís’ costaban 50 centavos, ahora cuestan 10 pesos, pero siguen siendo más baratos que los raspados”, afirma finalmente.

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