El baile le permitió a doña ‘Chicha’ viajar de un lado a otro; hoy, en Escuinapa, necesita de una silla para moverse
ESCUINAPA._ El pavimento caliente es la entrada a la añeja calle 22 de diciembre en el Centro de la ciudad; ahí en una pequeña casa doña Narcisa Padilla Contreras sigue hilando los recuerdos de la “Edad de Oro”.
Esta no tiene que ver con sus 88 años, sino con ese grupo de la tercera edad de la que formó parte, que se conformó en el DIF y que la llevó a conocer diversos lugares, entre ellos la Ciudad de México.

Doña “Chicha” la del “Cocas”, como dice que la conocen, no es tan feliz como entonces, a veces señala que prende la radio solo para que se vayan los malos pensamientos, de esa soledad que en ocasiones llega, de sentir que ya no es útil, porque su vida se ató a una silla de ruedas que de momento ya no sirve.
Doña Chicha, quien bailaba con entusiasmo folclore, que bordaba sus blusas para los eventos especiales, hoy necesita una silla de ruedas pero también el volver a contar sus historias.
”Ahora ya no bailo... los trapos los vendí, pa’ que los quería, eran como nueve o 10 que vendí, de mambo, anchotas, ahí tengo los retratos, no creas que son mentiras”, expresa.

Se levanta para ir por esos recuerdos, de su cuerpo erguido mientras extiende la falda amplia, su sonrisa mientras está en Topolobampo, Mazatlán, Guamúchil, Ciudad de México, Mochis, Tepic, entre otros lugares, todo era un paseo para bailar.
Para ella todo cambió, cuando se cayó, era pandemia, tuvo dos caídas, la consecuencia la llevó a tener que usar una silla, donada entonces por el DIF, indica.

Ansiosa por platicar, por momentos olvida que necesita de una nueva silla, quiere recordar cómo llegó a ese grupo de la tercera edad, cómo empezó a ensayar en ese 2005, cómo se prepararon para bailar.
”¿Pero a qué regreso, a estar sentada nada más? No tengo quien me lleve, y así en la silla ¿cómo?” dice
En el grupo la “Edad de Oro” aprendió a hacer bufandas, flores, piñatas, entre otras cosas; bufandas ya no ha hecho, le falta hilaza, señala.

”Prendo la música, para que se vayan los pensamientos que guardo ahí, de tristeza”, dice.
Sus actividades van de la cama a la silla, a hacer tortillas, a sacar la basura, mientras espera el desayuno y la comida que le da una sobrina.

La grabadora la distrae, se la regaló junto con una pantalla de televisión una vecina que vive fuera, pero la televisión la cambió por un abanico y mil pesos, necesitaba ese ventilador, indica.
”Todo aprendí a hacer, flores, todo sé hacer, poco a poco me voy apagando”, señala.

Es madre de cinco hijos, los varones viven en la cabecera y sus hijas fuera. Sí están pendiente de ella, indica, pero no están cerca.
Ya hace 17 años enviudó. En ese tiempo, su esposo Rómulo Padilla fue muy conocido pues fue Diputado, eran años en que no se tenía el poder ni el pago económico de hoy, era un buen hombre, indica, mientras decide abrir la bolsa donde cuidadosamente guarda bufandas tejidas, para que se verifique que sí las sabe hacer.

Doña Chicha puede pasar horas hablando de sus anécdotas, como cuando salió en Noroeste junto a Rosa Arias, su amiga, juntas contando la historia de su amistad y de la pasión por el baile, pero entre toda su historia su necesidad es evidente, requiere una silla de ruedas que le permita seguir movilizándose.
Si usted estimado lector puede apoyarla, puede comunicarse a Noroeste Mazatlán.