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Historia

El sazón de sus tamales, es la herencia de Nachita

María Ignacia Yolanda Villela López aprendió a hacer y vender tamales gracias a su madre y abuela
16/11/2025 15:16

EL ROSARIO._ ¡Tamales!, se escucha el pregón de María Ignacia Yolanda Villela López, mejor conocida con cariño como Nachita, herencia con la que desde hace 40 años honra a su madre y abuela, quienes le enseñaron el oficio.

“Uy, añales, tengo como 40 años... No pues, primero empezó mi abuelita vendiendo tamales colorados de chiquilla. Después me vine para acá (la cabecera) mi mamá hacía los tamales y yo los vendía”, expuso.

Con orgullo, menciona que el sazón lo heredó tanto de su abuela Isidra Reyes Cabanillas, como su mamá María de Jesús López Reyes, que ponían su corazón en cada tamal.

“De las dos (aprendí), de mi abuelita y mi madre porque ellas me sacaron adelante, tuve papá pero de dos meses me dejó él, cuando falleció del corazón”.

Hurgando entre sus recuerdos, señala que sus inicios fueron vendiendo los tamales y que fue a la edad de 7 años cuando realizó los primeros.

Nachita comentó que es originaria de Cacalotán, pero con 12 años, su mamá migró a la cabecera municipal y ahí se quedaron a vivir.

Debido a que padece descalcificación en los huesos, reumatoide artrítico, refiere que ya sólo vende en los domingos. Primero recorre las calles para llegar al Santuario de Nuestra Señora del Rosario antes de la misa de 12:00 horas en la que participa devotamente para posteriormente seguir vendiendo.

Para tener variedad para los clientes, un domingo hace de carne, camarón y pollo, mientras que al otro siguiente, de carne y camarón picados.

Sobre el volumen, indicó que hace alrededor de 70 piezas, y los ofrece a 30 pesos todos por igual, al tiempo que recordó cuando en sus inicios los ofrecía a 10 pesos, pero el encarecimiento de los ingredientes la ha obligado a subir su precio.

Nachita dijo que su padecimiento se debe a que además por muchos años se dedicó a lavar y planchar ajeno, por lo que su trabajo se ha convertido en el medio para adquirir los medicamentos.

“Este domingo pasado no hice porque no pude, a veces llorando amaso las masas y le pido a Dios que me dé fuerzas para seguir adelante”, argumentó.

Además del sazón, refirió que le pone de su fe ya que antes de ponerlos a hervir en la “lumbre”, les echa la bendición para que queden ricos y bien cocidos.

“Me dicen que están buenos, y le doy gracias a Dios porque a él le pido, le digo: Señor bendíceme esta masa y bendice mi trabajo”, aseguró.

A pesar de que tiene dos hijos, a los cuales sacó adelante con este oficio, tras enviudar, reconoce que no le gusta darles molestia por lo que busca su ingreso por medio de este oficio además de vender bolis, hielos.