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Cultura

Ángela Peralta no era sinaloense, pero ya lo es: Enrique Vega

Hace 140 años falleció en Mazatlán la cantante conocida como ‘El Ruiseñor Mexicano’, reconocida a nivel mundial como una de las más grandes sopranos de la historia

A 140 años de su muerte ocurrida en Mazatlán, Sinaloa, el 30 de agosto de 1883, la figura y trascendencia artística de Ángela Peralta fue recordada durante una conferencia en la galería que lleva su nombre.

Ante decenas de asistentes interesados en la vida y obra de María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta y Castera, su nombre de pila, el Cronista de la Ciudad, Enrique Vega Ayala afirmó que Ángela Peralta sigue siendo la soprano más importante que ha dado México, reconocida a nivel mundial como una de las más grandes sopranos de la historia.

“No era mazatleca, pero ya lo es, y debemos reconocer su valor en la vida nacional pues alcanzar la fama y el reconocimiento que ella logró era una gran hazaña en el Siglo 19”, afirmó.

Pocos sucesos históricos tienen para los mazatlecos la trascendencia de la conmemoración del fallecimiento de “El Ruiseñor Mexicano”; su nombre artístico se le impuso al antiguo Teatro Rubio, el coro de la ciudad lleva su nombre y en el pasado los orfeones y las escuelas de enseñanza artística se bautizaban con su nombre, por lo menos dos calles, el panteón donde originalmente reposaron sus restos, una escuela y un mirador turístico han sido nombrados en su honor.

En la charla Vega Ayala habló de la niñez, de las raíces indígenas de la artista, de sus facultades vocales demostradas desde la infancia, de su paso por el Conservatorio Nacional de Música de la Ciudad de México, de su debut en 1860, a los 15 años en el Teatro Nacional de México, en el rol de Eleonora del Trovador de Verdi.

Sus inicios en Europa

Un año después de su debut en México, sus padres consiguieron apoyo para llevarla a Europa y en Roma y Milán perfeccionó sus estudios de composición y canto y poco antes de cumplir 17 años debutó en el Teatro de la Scala de Milán en el papel principal de Lucía de Lammermoor.

Ella regresó al continente americano en 1865 para presentarse en Nueva York y en varias ciudades de los Estados Unidos, en La Habana y Sudamérica.

En esa época la ópera fue un arte muy apreciado en México pues permitía a los espectadores trasladarse a regiones remotas, imaginar lugares exóticos, disfrutar historias de reyes y personajes célebres y conocer trágicos relatos de amor, era como la televisión y la gente valoraba el talento artístico de la cantante a través de aplausos, ovaciones, lluvia de flores y recibimientos apoteóticos.

La política y El Ruiseñor

En México el mito de Ángela Peralta se construyó en medio de la disputa entre el Imperio y la República. A su regreso, la soprano fue recibida con apoteosis, sobre todo en la capital del país. En su primera función en una escena de La Sonámbula, “la señorita Peralta se presentó graciosamente vestida, formando en la enagua de su traje los colores del pabellón mexicano, verde blanco y encarnado”. El atuendo tricolor resultó un golpe emocional para el reencuentro con el público mexicano, pues entonces se dijo que la cantante había personificado “a la Patria”, en escena.

El historiador mazatleco expresó que no hay constancia de que Maximiliano la haya invitado a México, sin embargo, en 1866 el Emperador le concedió el título nobiliario de “Cantarina de Cámara” del Imperio Mexicano y le envió como obsequio, un brazalete de diamantes como símbolo de orgullo y prestigio.

Los juaristas criticaron a la Peralta por haber aceptado el título cortesano. Ignacio Manuel Altamirano reprochó públicamente el gesto al escribir que “toda la frescura de los laureles que Ángela Peralta había traído de Europa, se marchitaba tristemente, vergonzosamente, ante la aceptación de ese nombramiento de una corte bufa y oprobiosa”.

Matrimonio

En abril de 1866 Ángela Peralta se casó con su primo hermano Eugenio Castera, quien se encargó de fundar la compañía de la cantante. Un año después partió a EUA y a Europa, algunos dicen que se autoexilió lastimada por la mala publicidad que empezaba a circular sobre sus presuntos nexos con el Imperio. A México regresó en 1871 y de nuevo triunfó. El público mexicano se reencontraba con su artista más querida. En 1873 y 1875 volvió a los grandes escenarios del mundo ya con su propia compañía de ópera, su promotor era Julián Montiel y Duarte.

En 1877 en su retorno definitivo a México, las presentaciones de Ángela Peralta ya no alcanzaron el éxito de giras anteriores. El Ruiseñor Mexicano empezó a afrontar un destino adverso y difícil. Tuvo que sobrellevar secuelas de diabetes y enfrentó problemas de ceguera, se alejó de su familia y se separó de su marido que había sido internado por demencia y falleció.

Las críticas por la presunta “decadencia moral” de la Peralta la acechaban, las opiniones eran duras y crueles hacia la cantante a la que calificaban de mala hija, mala esposa y de mujer ordinaria, por el amasiato que decían, había iniciado desde antes de quedar viuda, con su apoderado y empresario teatral Julián Montiel y Duarte.

La recepción en Mazatlán

La Peralta llegó a Mazatlán el 22 de agosto de 1833, a bordo del barco Newbern. No se puede asegurar que la recibieron apoteósicamente como se dice, al grado de que un grupo de mazatlecos desengancharon las mulas para jalar el carruaje por las calles del puerto como lo pintó el maestro Antonio López Sáenz. Tampoco hay evidencia de que haya cantado ante el público mazatleco, pero se puede afirmar que la compañía ensayó en el Teatro Rubio, y hay notas periodísticas que narran que ella alcanzó a dirigir un ensayo y cantó allí, debido a que el director había enfermado y lo tuvo que suplir.

Matrimonio y defunción

Del matrimonio y muerte de Ángela Peralta hay actas que avalan lo sucedido. Entre el enlace matrimonial y el fallecimiento en el hotel Iturbide (hoy Centro Municipal de las Artes), el 30 de agosto de 1883, transcurren 45 minutos, el acta matrimonial no fue firmada por la contrayente. Por notas periodísticas se sabe que Manuel Lemas, el flautista de la compañía, sostuvo la cabeza de la artista durante el matrimonio para “ayudarle” a moverla afirmativamente cuando el juez le requirió su aceptación de contraer nupcias.

Los estragos en la Compañía Italiana

No hay registro de cuántos eran los miembros de la compañía italiana que llegaron a Mazatlán, pero fueron 16 los fallecidos en el puerto a causa de la Fiebre Amarilla, entre ellos Ángela Peralta y se cuenta que resultaron infectados y murieron los cuatro soldados que trasladaron los restos de la Diva al Panteón No. 2; también murieron quienes la sepultaron y en 1937 quienes exhumaron sus restos resultaron contagiados y murieron.

Al parecer la cantante tuvo tres tumbas. La original en Mazatlán donde estuvo sepultada alrededor de 50 años y que quedó vacía desde 1937; una que su viudo le mandó construir en la Ciudad de México en 1904 y finalmente la Rotonda de las Personas Ilustres. Ella fue la primera mujer sepultada en ese lugar.

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