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"ESCENA MAZATLÁN"

"Con el puño en alto, agradece Arturo Beristáin"

"El actor recibe homenaje después de la presentación de la obra ‘Conferencia sobre la lluvia’"
27/09/2017 19:04

El símbolo de la solidaridad que ha unido a México alrededor de la desgracia del temblor es un puño en alto, con el que se indica que se escuchó algo, un sobreviviente entre los escombros, y se pide no ruido para escuchar mejor, todos los voluntarios levantan el puño, se unen en el silencio, en la emoción de que aún exista la vida, en la ilusión de que esa fuerza sirva para cambiar a un País.

Juan Villoro escribió el poema “El puño en alto”, que honra a la ciudad de México en el temblor del 2017, también él es el autor de la obra que el miércoles pasado presentó la Compañía Nacional de Teatro en Escena Mazatlán, el monólogo “Conferencia sobre la lluvia”, interpretado por el primer actor Arturo Beristain, que salto a la fama desde la edad de 20 años por su actuación en la película “El Castillo de la Pureza” (1972) de Arturo Ripstein.

El protagonista de esta obra, sin palabras, sólo con la fuerza de su imagen mandó una señal a todos los mazatlecos que asistieron al Teatro Ángela Peralta, con su solitario puño levantado emocionó a los asistentes que entendieron el mensaje y aplaudieron al actor que esa noche recibió un homenaje por su trayectoria, se lo entregó Escena Mazatlán y el Instituto de Cultura.

La sólida formación de actor de Arturo Beristáin, el profundo respeto que siente por el teatro, consiguió crear un ritual en el escenario del Teatro Ángela Peralta.

“Conferencia sobre la lluvia” es un monólogo que narra la relación amorosa de un hombre con la literatura y con la melancolía que genera la soledad.

El bibliotecario llega a la sala de conferencias con libros y una carpeta bajo el brazo. Cuando se dispone a iniciar, se da cuenta que olvidó los papeles en donde estaba escrita la conferencia y empieza a disertar sobre la relación de la lluvia y la literatura, que lo lleva a evidenciar su profundo amor por los libros.

El texto de la obra es un sentido homenaje que como dramaturgo Juan Villoro hace a la literatura, recoge de su memoria frases y oraciones que lo han conmovido y teje minuciosamente un discurso amoroso en el que el objeto del deseo son las letras.

Trae momentos brillantes de Verlain, Alfonso Reyes, Leopoldo Lugones, Goethe, Pessoa, el actor se convierte en el poeta César Vallejo cuando su convicción convence al decir: “Me moriré en pie un día de aguacero, un jueves será bajo la lluvia”.

Se aventura por el humor cuando describe la tortuosa relación con su esposa, con un conocido fragmento de un poema de Pablo Neruda: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”. Y asegura el personaje: “Neruda entendía la vida como un naufragio”.

El personaje vive entre libros, rodeado de un orden impoluto que él mismo construye. Recuerda a Cortázar cuando dice que una relación se elige, pero que en “Julieta” (“Romeo y Julieta”) y “Beatriz” (“La divina comedia”) el amor no es una elección, es una iluminación, un amanecer; y empieza a hablar de su amor por “Laura”, que llega cuando su esposa lo abandona.

Así transcurre la obra entre momentos brillantes de oraciones incrustadas como diamantes en los libros, que llenan de luz la vida de los humanos.

El bibliotecario va dosificando cada momento literario para construir su historia de soledad en una coreografía de palabras que juega con el deslumbramiento del espectador, y que Arturo Beristáin, con su experimentado trabajo actoral, vierte en el espejo de vida en el que se convierte el Teatro Ángela Peralta durante Escena Mazatlán.

 

El poema completo de Juan Villoro, “El puño en alto”.

Eres de lugar donde recoges

la basura.

Donde dos rayos caen

en el mismo sitio.

Porque viste el primero,

esperas el segundo.

Y aquí sigues.

Donde la tierra se abre

y la gente se junta.

Otra vez llegaste tarde:

estás vivo por impuntual,

por no asistir a la cita que

a las 13:14 te había

dado la muerte,

treinta y dos años después

de la otra cita, a la que

tampoco llegaste

a tiempo.

Eres la víctima omitida.

El edificio se cimbró y no

viste pasar la vida ante

tus ojos, como sucede

en las películas.

Te dolió una parte del cuerpo

que no sabías que existía:

La piel de la memoria,

que no traía escenas

de tu vida, sino del

animal que oye crujir

a la materia.

También el agua recordó

lo que fue cuando

era dueña de este sitio.

Tembló en los ríos.

Tembló en las casas

que inventamos en los ríos.

Recogiste los libros de otro

tiempo, el que fuiste

hace mucho ante

esas páginas.

Llovió sobre mojado

después de las fiestas

de la patria,

Más cercanas al jolgorio

que a la grandeza.

¿Queda cupo para los héroes

en septiembre?

Tienes miedo.

Tienes el valor de tener miedo.

No sabes qué hacer,

pero haces algo.

No fundaste la ciudad

ni la defendiste de invasores.

Eres, si acaso, un pordiosero

de la historia.

El que recoge desperdicios

después de la tragedia.

El que acomoda ladrillos,

junta piedras,

encuentra un peine,

dos zapatos que no hacen juego,

una cartera con fotografías.

El que ordena partes sueltas,

trozos de trozos,

restos, sólo restos.

Lo que cabe en las manos.

El que no tiene guantes.

El que reparte agua.

El que regala sus medicinas

porque ya se curó de espanto.

El que vio la Luna y soñó

cosas raras, pero no

supo interpretarlas.

El que oyó maullar a su gato

media hora antes y sólo

lo entendió con la primera

sacudida, cuando el agua

salía del excusado.

El que rezó en una lengua

extraña porque olvidó

cómo se reza.

El que recordó quién estaba

en qué lugar.

El que fue por sus hijos

a la escuela.

El que pensó en los que

tenían hijos en la escuela.

El que se quedó sin pila.

El que salió a la calle a ofrecer

su celular.

El que entró a robar a un

comercio abandonado

y se arrepintió en

un centro de acopio.

El que supo que salía sobrando.

El que estuvo despierto para

que los demás durmieran.

El que es de aquí.

El que acaba de llegar

y ya es de aquí.

El que dice “ciudad” por decir

tú y yo y Pedro y Marta

y Francisco y Guadalupe.

El que lleva dos días sin luz

ni agua.

El que todavía respira.

El que levantó un puño

para pedir silencio.

Los que le hicieron caso.

Los que levantaron el puño.

Los que levantaron el puño

para escuchar

si alguien vivía.

Los que levantaron el puño para

escuchar si alguien

vivía y oyeron

un murmullo.

Los que no dejan de escuchar.