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Columna

El arte de despertar

FACTOR HUMANO
19/06/2021

El arte Hiperrealista nos regala un exquisito amor a los detalles y a disfrutar más lo ordinario, nos abre los ojos ¿Realmente estamos tan despiertos como lo suponemos?

Fidelidad al detalle

Hay dos escenarios donde ocurren los pensamientos y los actos: o parten de la realidad, de los hechos, o parten de la mente, suponiéndolos. Distinguirlo es parte de nuestro despertar, el buen arte nos enseña a ver, a percibir, a sentir y esto condiciona a la persona, debería enseñarse más en las escuelas.

Los pintores hiperrealistas se someten totalmente a la realidad para captarla lo más fielmente posible sin distorsionarla ofreciéndonos infinitos detalles que a simple vista no captamos. Me basaré en Max Ferguson, 1959, un pintor neoyorquino que obtiene belleza donde nadie la ve, afilará tu capacidad de percibir y de deleite. La mejor manera de enriquecer la subjetividad es con la realidad, dentro de la mente se pierde. Sugiero verlo en pantalla o laptop para gozar los detalles.

“1. La Audición”

Una obra reciente. No, no es una foto. La rubia de espaldas ¿qué te dice su lenguaje corporal, sus brazos detrás cruzados? Le preguntaba a Max, lo conozco hace 8 años, que clase de audición es esa donde ella acude vestida de esa forma ¿bailarina? Él se asoma en el piano, sus miradas convergen electrizando el ambiente.

Observa el piso, juega un papel clave, la mitad del espacio, de color neutro refleja admirablemente el brillo y el polvo, se ven las pisadas, balancea la enorme información que tiene el cuadro: a la izquierda en los sillones, en el mezzanine, en los balcones con sus ornamentos y lo que más me impresionó es el fondo a la derecha, un dramático contraste de luces con negros casi absolutos, otra luz más al fondo le añade sensación de espacio, sugiere luz diurna, distinta a la de las lámparas interiores por cierto muy bien lograda.

El piso le da dinamismo, converge en el pianista. Usa 5 colores dominantes: el tinto que conecta con la bailarina, el amarillo, el café que une ambos lados de la sala, los oscuros contrastantes con un ligero verde y el piso.

La distribución sigue las leyes clásicas de los tercios verticales y horizontales con una novedad, hay una geometría visual que el intelecto capta más que los ojos: el movimiento por la curvatura de las líneas. Haz de cuenta que estás ahí detrás de ella. Le llevó 6 meses pintarlo con intervalos.

2. “Tiempo”

La escena va más allá que un cuadro hiperrealista, muchos pintores presumen su técnica impresionando, nada de lo que una excelente foto pueda lograr. Pero la concepción hace la gran diferencia, muchos artistas esconden su falta de inspiración con el brillo de su técnica. La escena es realista y a la vez onírica con un detalle: ambos mundos están pintados verazmente.

El viejo mira algo indefinido y el humo que emana de su pipa flotan ambos en el tiempo; el humo evidencia su presencia y lo conecta con la escena, pero ¿lo está realmente?

Los relojes desincronizados lo rodean, afuera la luz del medio día estival es intensa, contrasta con el interior, los tonos oscuros le dan volumen. La luz de los relojes no coincide con la iluminación interna ¿intencional? Casi puede oírse el tic-tac de ellos, un concierto arrítmico de sonidos y campanas, signos de otra época... en una escena actual.

Él sigue ahí pero está ausente, flotando en la memoria. Nuestro Ser suele flotar más alrededor de la mente que en el piso. Y es que recordamos en el presente lo que fue en el pasado y anticipamos el futuro sin que suceda. Además le atribuimos a la mente el valor de lo real sin serlo, justo esta es su trampa: secuestrarnos en el tiempo y el espacio, confundir lo real con lo pensado, hacernos creer que nuestras reacciones ante eso se deben a eventos reales cuando no lo son: o son imaginados, o ya pasaron, o no suceden aún. Distinguirlo nos despierta. Este cuadro lo muestra, sugiero meditarlo.

3. “Katz’s 7 am”

Un mesero y un piso tienen tanto que decirnos. Admirable el profuso detalle dándole mucho realismo a la escena, sobresale el piso húmedo trapeándose y especialmente su luminosidad tan precisa que le da volumen y espacio a un simple piso plano de vinilo; observa sus pequeñas figuras, revelan su personalidad, Max se pule.

La esencia del arte es que tanta belleza aporta y logra la subjetividad del artista provocando deleite en el espectador. Aquí lo subjetivo se mezcla con lo real sin distinguirse. Sin embargo ambas realidades existen: las une el intelecto. Fascina como una escena tan ordinaria e inadvertida logra hacerla extraordinaria, nos pone exactamente dentro de sus ojos, justo lo que intentamos hacer al darnos entender, cuando las palabras se convierten en imágenes comunicamos magia, el arte de ver la enciende. Conviene leer ¡El arte es fundamental!

Notable la vida interior del mesero, trapea con eficacia y con amor. Cuando la vida interior converge con lo que hacemos la magia del momento presente surge, tiempo y espacio desaparecen, nuestro ser se entrega a la perfección de la tarea y esta nos devuelve una sensación de plenitud ¿No se trata de esto la vida? Y lo más interesante: la encontramos en las cosas simples alrededor.

La tragedia del hombre contemporáneo es buscar la plenitud en lo extraordinario, distinguirse del resto y presumirlo cuando lo consigue. El narco Pablo Escobar en su huida en un cuartucho rodeado de millones en efectivo no podía calmar su hambre porque si salía lo eliminaban. Este mesero y Max que lo captó, nos enseñan que la plenitud está a nuestro alrededor, solo hay que abrir los ojos y entregarnos a la tarea. Nos muestra una forma atractiva de vivir la vida.

Amar los detalles nos engrandece y despierta.

paulchavz@gmail.com

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