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Columna

El lado ignorado de la amistad

FACTOR HUMANO
13/12/2025 16:11

Para todos mis amigos que me sostienen y han sostenido, gracias.

La amistad es un vínculo, un refugio que da fuerza y establece una conexión profunda que supera el tiempo, los malos entendidos y las personalidades.

El lado activo de la amistad.

Anhelamos y valoramos mucho a los buenos y fieles amigos, pero la amistad suele ser vista como algo pasivo, algo que el otro tiene y merecemos; sin embargo pocas veces nos examinamos cómo somos ante los conocidos y amigos. ¿Qué tan dispuestos estamos a tener amigos? ¿Qué tanto facilitamos o dificultamos la amistad? Aquí la cuestión.

Se dicen maravillas de la amistad, un amigo es un tesoro, y sin duda lo es y lo deseamos. Todos bendecimos su sostén en las dificultades, su compañía en las travesías de la vida, su buen consejo, ese jalón de orejas oportuno, su apoyo cuando lo necesitamos, su escucha comprensiva que desahoga, el empujón ante la vacilación, su eco ante la risa, la aprobación ante la crítica y su presencia ante su ausencia.

La fragilidad humana.

El valor de la amistad se rebela luminosamente ante la fragilidad humana y gracias a ella se forjan los buenos amigos. Con un amigo podemos decir lo que nos avergüenza, podemos confiar, ser cómplices, sentirnos valorados, todo porque ambos no se saben juzgados.

A veces los amigos nos devuelven esa identidad perdida. Si nos viéramos siempre con ese amor incondicional de la madre que contempla arrobada a su niño en su regazo, seríamos mejores sin duda.

Con un amigo se pueden muchas cosas, la amistad apalanca nuestra potencialidad, somos mejores gracias a ellos y ellos por nosotros. Con ellos somos como somos, y así nos quieren y así los queremos, no necesitamos intentar ser distintos. Maquiavelo escribió una frase luminosa “todo el mundo ve lo que aparentas, pocos ven lo que eres”.

Las caricias afectivas.

Cuando las carencias propias y ajenas son vistas sin amor surge la desolación, cuando son vistas con amor surge la comprensión. La comprensión es una dimensión justa y realista de alguien, de ella nace la empatía, pero del amor nace la compasión, el abrazo reparador.

La falta de caridad oscurece la mirada, con la caridad se abren dimensiones insospechadas donde caben todos, sobre todo uno mismo. El gran problema personal es vernos con amor o vernos desde el ego. Incluso un ego carente de amor se vuelve insoportable. Él siempre estará ahí, aprendamos a verlo con amor, de otro modo nos costará estar solos.

El afecto: el gran reparador.

El ego es el gran juzgador, el amor es el gran reparador. La autoestima auténtica amansa al ego ante los inevitables alfilerazos al convivir. Las peleas son de dos, paran si uno no se engancha. El juicio aleja y disuelve la amistad cuando prevalece.

El reto de la condición humana es ordenar nuestra vida, nuestros afectos, preferencias y conducta ante Dios por encima de todo, ante las personas como a uno mismo, y al último las cosas. Hay amistades que buscan solo su interés o el placer de la compañía, se valen. No podemos ser amigos de todos, pero si podemos hacerles el bien. Quien prefiere las cosas a las personas impide su felicidad.

La llave de la Intuición.

Al conocer a alguien el primer obstáculo es abrirnos o cerrarnos a la persona; los gustos rompen géneros, la química inicial se da o no se da. Esa intuición puede venir del corazón o del juicio. ¿Pero qué tal si pasamos por encima de esa química? ¿Y los que son de sangre pesada por naturaleza?

La amistad es el regalo primordial y lo damos cuando aceptamos a alguien, así le abrimos las puertas, si coinciden felices. La cuestión es agradecerlo o creer merecerlo al recibirlo. Recuerdo a un alto directivo con rostro severo, le decían “el puente roto” porque nadie lo pasaba. El regalo consiste en verle el lado bueno, que lo tiene. ¿Proyectamos apertura?

Las personas amistosas buscan siempre algo positivo o en común de quienes conocen, son naturalmente abiertas. Pero ¿Lo hacen por interés o por apertura? La apertura hace carismática a una persona, atrae naturalmente.

Estuve a un lado de Juan Pablo II un rato sin nadie enseguida porque me colé, irradiaba su carisma, tanto que hizo el milagro que muchos de los capitalinos del país se comportaran amistosamente en su estancia. La ciudad vibró.

El juicio, el gran problema.

Alabamos ser comprendidos y aceptados, pero ¿dejamos el juicio a un lado? peor si hablamos mal de ellos en su ausencia. Perdemos amigos por enjuiciar a las personas. Las familias que suelen hablar mal entre ellos tienen conflictos. El juicio aleja, incluso de nosotros mismos, no solemos ser ese que vemos.

Cantidad y calidad del trato.

La cantidad de trato crea una familiaridad con las personas, su compañía se vuelve necesaria, se les extraña en su ausencia; hay amistades que no requieren de la presencia para permanecer, quienes pasan meses fuera de casa se las ingenian para estar en contacto y dejar su aroma ahí, dedicándole tiempo de calidad a los suyos.

El dialogo íntimo.

Imposible una amistad sin un dialogo íntimo y abierto. El silencio puede enfriar las relaciones, en efecto hablando se entiende la gente. ¿Buscamos los momentos para ello? ¿Salimos de nuestra comodidad para hacerlo?

Pensar bien del otro.

Uno de los obstáculos más serios de todo tipo de relaciones de pareja, de amistad, de negocios, es mal interpretar al otro. Quienes ganan la certeza que a pesar de las malas acciones, omisiones y malos momentos, se sienten queridos mutuamente, ganan entre sí una confianza duradera. Rectifiquemos, que vale la pena.