"El Octavo Día:La Duquesa de Abrantes y yo"
¿Quién dice que no es útil leer las memorias de las antiguas duquesas francesas?
Por las crónicas de Laura Junot, Duquesa de Abrantes, me entero que el peinado del joven Napoleón, cuando era un promisorio oficial y usaba el pelo lacio caído a los lados, a la manera del cantante Sonny Bono, era conocido en su momento como “oreilles de chien”: orejas de perro.
(Si usted no quiere quedarse con la duda, busque en la red o su biblioteca el retrato de Napoleón en la batalla del Puente de Arcole, en el año de 1796).
Y también nos cuenta que de joven, entraba a su casa con las botas todas hediondas, después de haber pisado el purulento París de la época de Jean Baptiste Grenouille y que ponía los pies cerca de la chimenea para que se les secarán, uniendo luego al mal olor el extraño crujido de la piel.
Su madre entendía que el joven militar no podía pagarse un coche de caballos, pero de todos modos no dejaba de mantener en su nariz, unida al pañuelo perfumado, durante la primera media hora de su visita.
Uno podría decirse que esta frivolidad y sangronería clasista podría ser vana, pero leyendo a esta señora tan criticona, que se casó con un amigo de Bonaparte llamado Junot, aprendí algunas cosas que los libros de historia y los documentales no muestran a la primera.
Algo que logré en sus páginas fue entender un poco por qué deseaban tanto los conservadores traerse a Maximiliano a que nos educasen.
A ver, veamos la excelente idea que es un país como Suecia. La gente vive feliz, sin más tragedia que el frío, no existe pobreza y son una nación admirada. Crearon los premios Nobel y es donde vive más tiempo y con calidad la gente mayor. ¿Nos gustaría que México fuese como Suecia?
Bien, déjenme decirle que ese país tuvo gobiernos ineptos, reyes vacilantes y príncipes frívolos y que no entró en el orden actual, hasta que su alteza Napoleón Bonaparte les mandó a un general suyo a gobernarlos, nada más ni nada menos que al Mariscal Bernadotte, a quien Napoleón acusaba de no apoyarlo como debía, durante la Batalla de Jena, pero que había sido antes nombrado príncipe, luego de la victoria de Austerlitz.
¿Dudan de mi comentario? Yo también creí que la Duquesa deliraba, pero tiene razón. La familia real actual de Suecia es descendiente directa de ese militar gascón, a quien el emperador corso les envió e hicieron rey y quizá sus descendientes seguirán gobernando por más de 100 o 200 años. Les salieron buenos.
Imagínense qué época: fue doblemente bien recibido porque se tuvo la suerte de que el hijo de Bernadotte se llamara Oskar, un nombre muy raro en la Francia napoleónica y a la vez muy usual en la neblinosa Suecia, sin gobiernos competentes, por lo que fue rey con doble agrado y tomaron eso como buen augurio.
Oskar murió en 1859 y al año siguiente murió su hermosa mamá, que gracias a las dotes políticas y militares de su marido, no solo era reina de Suecia, sino también ya de Noruega. ¿Saben de quién habló?
Bernadotte estuvo casado con Désirée Clary, la famosa novia de Napoleón. (O amante, según la película con Marlon Brando, de 1954)
Qué inteligente Bonaparte: deshacerse de un general que le estorbaba a él en su imperio nombrándolo rey de un país aliado y, aparte, casándolo con una de sus antiguas novias.
La bella Désirée ha sido idealizada como la tierna niña que rechazó al joven teniente de artillería cuando no era nadie, pero muchos no sabemos que su hermana Julia ya se había casado con José Bonaparte y, el padre de ambas, un exitoso comerciante de Marsella, dijo que ya era suficiente con un Bonaparte en la familia.
De seguro sabía muy bien lo que decía, aún en aquella temprana época, cuando Napoleón usaba el pelo largo y ese peinado de oreilles de chien, orejas de perro, pues.
Todo esto caí en cuenta en las crónicas de Laura Junot, Duquesa de Abrantes.