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"COLUMNA"

"EL OCTAVO DÍA: La mesa de ‘Don Quijote’: Segundo plato"

""Seguimos con la cocina de El Quijote, tema que antes habíamos aquí servido, ahondando con los “duelos y quebrantos”, plato bastante indigesto con chorizo, huevos revueltos y tocino, que los gourmets de la época consideraban cosa del vulgo""
EL OCTAVO DÍA
24/07/2016 15:52

Seguimos con la cocina de El Quijote, tema que antes habíamos aquí servido, ahondando con los “duelos y quebrantos”, plato bastante indigesto con chorizo, huevos revueltos y tocino, que los gourmets de la época consideraban cosa del vulgo.

 

En cambio a José Juan Tablada, aristócrata cosmopolita y sibarita, le agradaba la mención de ese plato, que permitía saber que en la España posmedieval ya comían algo tan civilizado como los británicos “bacon & eggs”.

 

Otra propuesta de paleograstronomía sostiene que los duelos y quebrantos eran también una tortilla de huevo con sesos, esto viene ni más ni menos que una definición en el primer diccionario de autoridades de la lengua española, confeccionado por la Real Academia de 1726 a 1739. 

 

Alguien ya refutó que en realidad surgen de una costumbre de la región de Castilla de comer los sábados solo pies, manos y cabeza de los animales, extraña semi abstinencia que, para más bizarra noticia, proviene desde que se llevó a cabo la batalla de las Navas de Tolosa.

 

Los “duelos” surgen de que eran una manera de aprovechar a los animales muertos en el campo por un accidente, que solían ser localizados con los huesos quebrantados al caerse de un barranca o ser alzados al vuelo y dejados caer contra las rocas por esa ave de rapiña llamada Quebrantahuesos, la cual suele matar y de paso dejar caer a su víctima para devorarse cómodamente a las cabras y ovejas actuando de esa manera, ahorrándose así tener que luchar con ellas.

 

(Esto último es muy mediterráneo y literario: Esquilo murió cuando un ave dejó caer una tortuga en su cabeza para quebrantarla, confundiendo su calva con una piedra).

 

Otro detalle es que, si no era posible confirmar que el animal hubiese muerto por un accidente y existía la posibilidad de que fuese una enfermedad, entonces se evitaba comer cualquier parte del vientre, donde suelen alojarse las peores enfermedades o parásitos. Así, el campesino dolido por la pérdida de una cabra consentida, asimilaba su dolor en un sabroso guiso que perdura con los siglos.

 

En el resto del Quijote hay yantares y pesares. Los personajes del Quijote se la pasan comiendo y eructando y cuando no, se andan quejando de las bastantes hambres que enfrentan por los polvorientos caminos de España.

 

El mismo Quijote se desdobla una vez que pide “al sabio que escribe mi historia” recordar que uno de sus hechos fue doblemente valeroso por haber estado él en ayunas y combatiendo contra seres infernales.

 

Hay hasta una escena en la que don Quijote corrige a Sancho y le dice que la palabra correcta es “eructar” y no “regüeldar”, como malamente afirma su escudero, y luego él, ya en su casa, corrige a su mujer, Teresa Panza.

 

Sancho más adelante se refinaría en gran manera y, el propio Alonso Quijano se maravillaría al ver “que comía con tenedor las uvas y aun los granos de la granada”. Quizás también dejó de darle una pasada al plato con el dedo meñique, como solían hacer algunos hambrientos, al no poder lamer en público los últimos restos de las viandas. Perdón por la referencia, pero es parte de la época.

 

“Pobreza no es vileza, Sancho”, debe haberle dicho al verlo hacer ese gesto a la hora de las aceitunas, que es como llamaban entonces a ese postre, del cual de paso se aprovechaban los palillos para escarbarse los dientes y no dejar asomo de lo yantado. La España meridional era de postres salados. Y también su buen vino, ¿no? Como decían ellos, en una cultura donde el plato fuerte a veces es el vino: “A buen comer o mal comer, ¡tres veces beber!”.