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Teatro

Entre latidos y abismos Alejandro Camacho estremece con El Teatro del Terror

La obra unipersonal que presentó en el Teatro Ángela Peralta rinde homenaje a dos pilares de la literatura fantástica como lo son Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft
20/11/2025 12:57

En un recinto envuelto en sombras profundas y emociones al límite se transformó el Teatro Ángela Peralta, con la presentación de El Teatro del Terror, obra unipersonal en la que Alejandro Camacho rinde homenaje a dos pilares de la literatura fantástica como lo son Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft.

Marcada por una estética minimalista y un enfoque centrado en el terror psicológico, la función permitió a los asistentes experimentar una velada que osciló entre la introspección aguda y la perturbación emocional, gracias a la impecable interpretación de Camacho.

Con un montaje sobrio y preciso, la palabra, gestos y la atmósfera se convirtieron en los ejes principales de esta puesta en escena, la cual estuvo bajo la dirección de Eduardo Ruíz Aviñón.

Por su parte, la musicalización a cargo de Jorge Reyes y Max Jones, cargó con ecos de rituales, respiraciones profundas y texturas sonoras el Ángela Peralta, los cuales parecieran surgir desde cavernas ancestrales, para completar un cuadro sensorial que cautivó desde el primer instante a los asistentes.

Una mente que se desmorona: ‘Corazón Delator’

La función se puso en marcha con la adaptación de ‘Corazón Delator’, uno de los relatos más emblemáticos de Edgar Allan Poe, donde el escenario casi desnudo, está apenas delineado por una tenue luz que recorta la silueta de Camacho.

Desde su aparición, el cuerpo del actor adoptó la rigidez inquietante de un hombre atrapado en su propia obsesión, con una voz modulada con precisión, comenzó a narrar la historia del protagonista en primera persona, acosado por la mirada de un anciano cuyo ojo se convierte en la fuente de su tormento.

En cada una de sus frases, se sentía un claro avance hacia la locura, así como en cada gesto, quedaba plasmada una grieta más en la aparente cordura del personaje interpretado por Camacho.

Haciendo uso de pausas calculadas y movimientos mínimos como inclinaciones de cabeza, pequeños temblores en las manos, respiraciones que incrementan la tensión, el actor atrapó en los primeros segundos al público.

Asimismo, la iluminación respondía a cada uno de sus cambios, oscureciendo o alumbrando, según la experiencia del personaje en la que el personaje entraba en un estado mental cada vez más irracional.

El incesante latido de un corazón que aumentaba y disminuía en fuerza y sonoridad a lo largo de la obra, le daba un toque especial a la puesta, llegando hasta el clímax donde el personaje confianza su crimen, consumido por el eco del latir del corazón oculto bajo el suelo.

En ese momento, el público, inmóvil, escuchaba ese sonido fantasma junto al actor, atrapado en la psicología atormentada de un hombre incapaz de huir de su propia conciencia.

Un encuentro con lo indescriptible: ‘La Declaración’

El segundo acto, inspirado en el cuento ‘La Declaración de Randolph Carter’ de H.P. Lovecraft, introdujo un ambiente completamente distinto, llevando al público desde el terror íntimo al psicológico hacia un miedo más amplio, el miedo a lo desconocido, a lo ancestral y a aquello que escapa de toda explicación humana.

En esta ocasión, el escenario se iluminó en tonalidades azules, evocando la sensación de un ritual prohibido, en donde Camacho adoptó una postura más contenida, como si el narrador estuviera obligado a relatar un suceso que él mismo apenas entiende, adquiriendo un tono de voz más grave, cortado por dudas y recuerdos fragmentados.

El relato lo situó junto a su amigo Harley Warren en un oscuro cementerio de alguna antigua civilización, explorando un pasaje subterráneo, en el cual, según antiguos escritos, albergaba secretos prohibidos.

En su interpretación, Camacho detalla en su historia la fascinación de ambos personajes por lo desconocido, alternando entre la voz del narrador y las frases entrecortadas entre Carter y Warren, que se escuchaban a través del teléfono conectado mientras éste último se introducía en las profundidades del subsuelo.

La tensión crecía en cada palabra de Camacho, mientras el diseño sonoro imitaba murmullos, ecos distantes y un viento extraño que parecía provenir de otro mundo.

El público siguió la escena con una quietud absoluta, atraído por la angustia creciente del narrador por su compañero quien de pronto dejó de contestar al llamado de Carter en el teléfono.

El silencio del teatro se volvió casi tangible en el punto culminante de la puesta en escena, cuando después de una larga pausa, la voz final, no humana o identificable, responde desde el abismo para confirmar que ‘Warren ha muerto’.

Con este último diálogo, la iluminación descendió lentamente hasta el rostro de Camacho, quien mostró un gesto pálido y de asombro, como si la revelación también le hubiera marcado a él.

Al finalizar, los aplausos inundaron el Teatro Ángela Peralta, quienes de pie reconocieron el dominio escénico de Alejandro Camacho y la valentía de presentar en Mazatlán un montaje que apuesta por una narrativa oscura, introspectiva y alejada del teatro comercial habitual.

La combinación de una literatura clásica, una actuación sólida y un diseño sonoro y atmosférico envolvente permitió que El Teatro del Terror pudiera trascender la categoría de espectáculo para convertirse en una vivencia emocional.

La función dejó claro que el horror más efectivo no depende de efectos visuales elaborados, sino de la capacidad de sugerir, de provocar que cada espectador imagine aquello a lo que se teme.

De esta forma, Alejandro Camacho se encargó de conducir al público mazatleco hacia las zonas profundas y vulnerables del alma humana, logrando así que el Teatro Ángela Peralta se convirtiera, por una noche, en una puerta abierta hacia lo inquietante.