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"Expresiones de la ciudad"

"El adiós de Carlos Maciel"
La ruta del paladar
14/11/2015 08:25

    Digo yo que en la vida se tiene que ser agradecido. Y más frente a seres que la justifican, que no la han vivido al modo de los parásitos sociales, sino que le aportan. La trinchera desde la que lo hacen, pues qué importa. Porque eso de estar al estilo del pordiosero de esquina a ver qué te dan las circunstancias, Dios Santo, qué desgracia para la humanidad. Dar. Darse. Y también recibir.
    Agudizar la lucidez y compartir el intelecto, la profesión, lo que construyen tus manos, lo que sea, es la manera de no ser uno de esos inútiles, ponga atención, acostumbrados a quitarte el aire de respirar y el sueño de dormir.

    Por supuesto que a mí, y a muchos, Carlos Maciel no nos ha quitado nada. Antes al contrario, el prodigio de su creatividad intelectual vino a enriquecernos en varios frentes, ya como historiador, ya como erudito en las artes plásticas, y últimamente, casi a punto de cerrar el capítulo, como funcionario de la cultura universitaria. Y eso me hizo crecer. Nos hizo más grandes a varios. Se trata de un hombre que sabe y le gusta compartir. Que justifica la vida. Y que por tanto, nos las hace más amable.

    El fin se semana que se acaba de ir le dimos la mano de agradecimiento. Él, junto con su esposa Patricia Molinar, por cierto una mujer de armas tomar, de señorío, no del tipo de las que les gritan a mami pidiendo auxilio cuando las cosas no caminan bien, estuvieron al centro de una reunión bordeada por amigos. Y es que han anunciado su retiro, la salida de Sinaloa para acreditar residencia en Cuernavaca, Morelos.

    Allí estuvimos los que hemos aprendido a extender el saludo diciendo gracias. Quizá porque otros también han hecho lo mismo con nosotros. Reciprocidad, tal vez. La primera en hacer acto de aparición fue Andrea Miranda, directiva de la empresa periodística El Debate, pero más que cualquier cargo, amiga, la de la fotografía artística, la del lente agudo, fino. Y sobre todo que no se ha mareado arriba del ladrillo. Tan común, oiga.

    Al rato llegó parte de mi equipo de batalla, el que no se raja, encabezado por la siete veces digna Adriana Castro, editora de la página cultural de Noroeste. A lado suyo, mi colega Azucena Manjarrez, tanto por los avatares del periodismo, como por la incursión de ambos en la Maestría en Historia.
    Y luego el señor de la música, el maestro Gordon Campbell, del brazo de su esposa Gianeya Román, algo así como la representación de aquellas bellezas mexicanas de los calendarios de Helguera.

    A este grupo de presencias infaltables, sumado Ulises Cisneros. Y por primera vez en una reunión en la casa del que escribe, Jorge Verdugo, una institución en el campo de la historia. También estrenó silla Juan Pablo Yamuni, titular de la Unidad de Transparencia y Rendición de Cuentas del Gobierno del Estado. Y lo mismo hizo el pintor Alejandro Mojica, quien se la pasó al cien, según vi, charlando con el pianista Joel Juan Qui, presente en la reunión y halagado con el canto de Rebeca, interpretando a Agustín Lara.

    Mención especial para Minerva de Martínez Gaytán. Santo Cristo, qué energía de señora, que modo el suyo de dejar que la vida fluya. Con la luna muy puesta sobre la noche bohemia, ella y mi amiga Célida Pérez Payán compartían alegres, hablando de la vida, de sus cosas de mujeres. Del respeto. Y así. Y la velada se hizo más amable con la energía positiva de Fernando Mejía y Ana María Cortez. A quien niños alegra, el resplandor rodea.
    Quiero decir, y digo, que este fue más o menos el grupo que quisimos halagar a nuestro amigo Carlos Maciel, o Kijano, como bien firma en sus obras plásticas. Faltaron presencias. Y yo aquí justifico la de Patricia Tirado, prensa del Instituto Sinaloense de Cultura, del equipo infaltable, pero mermada en su salud y con una carga de trabajo de los mil demonios. Y sin embargo hizo lo suyo desde lejos. Eso yo lo sé. Y también a Graciela Gaxiola, de El Debate, a quien se le cruzó un compromiso familiar y tuvo el detalle de decir no puedo, a la otra.

    Y pues allá los otros que no atendieron el llamado. Alguno por soberbia. Otro por desdén. Pero qué más da. Al fin de cuentas, Carlos Maciel ya sabe quién es quién entre las luces y sombras en su paso por Sinaloa. Y punto. Comentarios: expresionesdelaciudad@hotmail.com