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"Suspiros de tristeza"

"Expresiones de la ciudad"

"México: un lugar donde abundan los suspiros de tristeza"
La ruta del paladar
16/11/2015 11:37

    ¿Está usted viva, Damiana? ¡Dígame, Damiana!, debió ser la última pregunta que Juan Preciado le hizo a la mujer que fue a rescatarlo del sopor que sufría en el cuarto donde Toribio Aldrete había muerto con la soga al cuello.
    Estaba en Comala tras la búsqueda de su padre Pedro Páramo, y la primera en recibirlo fue Eduviges Dyada, quien lo acomodó en aquella habitación para que descansara un poco. Pero Juan Preciado no había podido entregarse al sueño, porque oía gritos que no lo dejaban en paz. Fue en ese momento cuando se apareció Damiana Cisneros, extrañada de que estuviera allí, pues ni siquiera existía llave para abrir la puerta desde el acontecimiento del ahorcado. Ella le contó del asesinato, y que tal vez fuera un eco el que estaba arrinconado en el cuarto.
    Juan Preciado confesó que había sido Eduviges Dyada quien abrió la puerta y lo acostó allí, y Damiana sólo atinó a decir: "Pobre Eduviges. Debe andar penando todavía". Enseguida le dijo que Comala era un pueblo lleno de ecos, como si estuvieran encerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Que cuando caminabas, sentías que ibas pisando los pasos. Que se oían crujidos y risas, unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y también voces ya desgastadas por el uso. Que hubo un tiempo en que ella misma estuvo oyendo durante muchas noches el rumor de una fiesta, pero que cuando se acercó al mitote no vio nada, y tampoco a nadie. Que era un pueblo lleno de ecos, pero que ya no se espantaba: que si oía aullido de perros, se limitaba a dejar que aullaran. Incuso que en los días de aire se veía al viento arrastrando hojas de árboles, sin que hubiera árboles en Comala.

    "Y lo peor de todo es cuando oyes platicar a la gente, como si las voces salieran de alguna hendidura y, sin embargo, tan claras que las reconoces". Damiana Cisneros agregó que cuando venía de la Media Luna a encontrarse con él, se topó con un velorio y decidió detenerse un poco a rezar un Padre Nuestro, cuando de repente una mujer se apartó de las demás y le espetó a la cara: ¡Damiana! ¡Ruega a Dios por mí, Damiana! Y reconoció que era una hermana suya. "Mi hermana Sixtina, por si no lo sabes, murió cuando yo tenía 12 años. Era la mayor. Y en mi casa fuimos 16 de familia, así que hazte el cálculo del tiempo que lleva muerta. Y mírala ahora, todavía vagando por este mundo. Así que no te asustes si oyes ecos más recientes, Juan Preciado".

    Cuando Damiana Cisneros supo que la madre de Juan Preciado ya había fallecido, quiso saber el motivo de su muerte, pero él le dijo que nunca supo por qué, que tal vez de tristeza, que suspiraba mucho. Y Damiana Cisneros concluyó: "Eso es malo. Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace". Casi enseguida, Juan Preciado se encontró en medio de la incertidumbre: ¿era esta mujer una persona real, o acaso también un alma en pena que vagaba igual que Eduviges Dyada?

    Cuando se lo preguntó a Damiana Cisneros, de súbito se vio solo en las calles vacías de Comala, las ventanas de las casas abiertas al cielo, dejando asomar las varas correosas de la yerba. Y bardas descarapeladas que enseñaban sus adobes revenidos.

    Este relato, sacado del contexto de la novela "Pedro Páramo", de Juan Rulfo, puede aplicarse al cuadro de ignominia en que se ha convertido el escenario nacional.

    El presidente Enrique Peña Nieto rindió su tercer informe de gobierno, y lo hizo con los oídos cubiertos con cera para no oír los gritos de espanto, para no escuchar los ecos de los muertos arrinconados por doquier.

    En México, como en Comala, abundan murmullos de cadáveres, como si también estuvieran encerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras.

    Aquí también se oyen crujidos, y en un leve movimiento de tierra con la mano, se haya un cuerpo con el alma penando sin descanso. México es un país con muchos suspiros de tristeza, y con cada suspiro, la vida se nos va deshaciendo. Estamos solos, tremendamente solos, transitando por estas calles carentes de justicia. Sollozando. Y por ahora no puede asomar el punto final.

    Comentarios: expresionesdelaciudad@hotmail.com