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"Expresiones de la ciudad"

"Segundo robo en el Santuario"
La ruta del paladar
07/11/2015 08:23

    También fue en enero. Pero en 1947. Es decir, hace 62 años. Y también fue en domingo. "Sacrilegio", dijo la prensa aquella vieja ocasión. "Sacrilegio", volvieron a repetir los medios el lunes 12 de enero de este año, anunciando un robo en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús. Pero el tiempo marca diferencias, o quizás el fervor religioso ha sufrido variantes entre la feligresía de Culiacán. Vaya usted a saber.
    En 1947, porque así lo hacen sentir las crónicas de entonces, sucedió un hecho que fue de horror para los católicos: la profanación del Santuario. Nunca se supo quién cometió el sacrilegio de robar las limosnas y tres copones de metal dorado. Y lo más escandaloso: atreverse a dejar regada en el piso numerosa cantidad de ostias.
    El reloj marcaba las 5:30 de la mañana del 6 de enero cuando el presbítero Manuel Orozco Madrigal, párroco del Santuario, se presentó a iniciar sus diarias tareas en el templo encomendado a su celo apostólico. Al entrar al recinto, descubrió con espanto el sacrilegio que horas más tarde horrorizaría a los creyentes de la ciudad.
    Los desalmados malhechores -registró la prensa- amparados en la sombra de la noche, penetraron por la ventana situada al lado derecho de la fachada del templo. Una vez dentro y violadas las chapas, "pudieron dedicarse tranquilamente a romper todas y cada una de las alcancías, de las que sustrajeron las limosnas".
    Minutos después se dirigieron al altar mayor y de su sitio arrancaron el Sagrario, justo donde las formas sagradas se encontraban depositadas. El Padre Orozco daría cuenta de la falta de los tres copones de metal dorado, pero sobre todo descubriría, consternado, una hilera de ostias tiradas sobre el piso.
    Como reguero de pólvora se extendió por la ciudad el sacrilegio cometido en el Santuario. Nadie hablaba de otra cosa. Entre los rumores, decíase que los malhechores traían malignas intenciones para con el padre Orozco, pero que al ver que en un cuarto contiguo a su habitación dormía un hermano suyo, desistieron de los planes.
    El mismo Obispo de la Diócesis, su Ilustrísima doctor don Lino Aguirre y García hubo de declarar sobre el inmenso dolor que la noticia le había causado. Por su parte, el periódico La Voz de Sinaloa le entraría al quite pidiendo cordura a la población con el fin de que se evitaran acusaciones infundadas.
    En cuanto a la primera pista que incluso llegó a calificarse de verosímil, se señaló como posibles responsables a los llamados húngaros o gitanos, en el supuesto de que "no tienen medios definidos de vida y deambulan de uno a otro lugar del país. Su amoralidad y su afición a la vagancia y a la obtención de dinero fácil, son la base de esta pista para algunos católicos".
    Fue tanta la consternación, que inmediatamente se formó una comisión para organizar una manifestación de desagravio, cuya invitación se publicó el martes 7 de enero de 1947 en La Voz de Sinaloa con el siguiente texto:
    "Se invita a todos los católicos de Culiacán a una manifestación de desagravio con motivo del atentado sacrílego realizado en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús en esta ciudad, efectuándose mañana 8 a las 5 de la tarde. Suplicamos al Comercio cerrar sus establecimientos a esta misma hora y a los habitantes de la ciudad colocar crespones de luto en la fachada de sus hogares".
    Ahora, en este año 2009, esto es, hace 62 años, por supuesto que ya no fue el Padre Manuel Orozco Madrigal quien dio cuenta de la infamia, sino el Padre Alberto Gerardo Gutiérrez González. Y si Orozco Madrigal se dio un susto a eso de las 5:30 de la mañana de aquel 1947, a quien ahora le tocó el soponcio fue a Gutiérrez González a eso de las 00:45 de la madrugada.
    El Padre Orozco no se dio cuenta de nada, pero en cambio Gutiérrez sí escuchó ruidos extraños, e incluso voces que no eran precisamente celestiales. En 1947 no había servicios de emergencia, pero ahora, en 2009, el padre Gutiérrez sí tuvo el chance de marcar al 066 pidiendo auxilio. Pero, uy, qué novedad, elementos del cuerpo policiaco hicieron acto de presencia 45 minutos después.
    Y mire usted, oiga, lo que son las cosas: nuestros policías, luego de un recorrido, no encontraron nada extraño ni sospechoso. Y pues se fueron. Azul y buenas noches.
    He de suponer que el Padre Gutiérrez se fue a la cama, convencido, seguro que muy tranquilo después del parte policiaco. Ah, pero cuando a las 7:00 de la mañana se levantó a preparar la misa matutina, trácatelas: varios destrozos en el templo le pusieron los ojos como monedas de a 20, pero de aquéllas, de las antiguas de cobre. ¿Nada sospechoso dijo la policía? Sí, cómo no.
    Los ratas forzaron un chapa, con un "güingo" destrozaron una puerta para poder llegar hasta donde estaba una caja de seguridad, abrieron la caja fuerte y sin un solo ápice de fuerza. Acto seguido, hurtaron una joya antigua llamada "Viril", usada para colocar ostias. Y de pasada se echaron a la bolsa algunas alhajas donadas por feligreses.
    Todo indica que hasta aquí van a quedar las cosas en cuanto al segundo robo en el Santuario. Nadie citó ya a una manifestación de desagravio, tampoco se invitó a los vecinos de la ciudad a colocar crespones negros en señal de luto, y mucho menos se exhortó a los comerciantes a bajar cortinas, ni nada que se le parezca. Son los años, oiga. Aquello era un pueblo en 1947, con todo y los alardes de modernidad que se estilaban en los discursos oficiales.
    Pero creo que sí habría que citar a una manifestación de desagravio, sólo que en contra de los chotas municipales, o contra quienes se hayan aparecido en el templo, caminar unos pasos, oler la santidad, y nada, ay, qué bonita iglesia, ¡vámonos yendo porque aquí no ha pasado nada, que siga la misa! Y punto.

    Comentarios: jbernal@uas.uasnet.mx