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"Expresiones de la ciudad"

"Son cosas del diablo"
La ruta del paladar
08/11/2015 11:07

    El otro día me quedé de a seis. Y por más que he querido eliminar de mi vocabulario la expresión ¡No somos nada!, pues no he podido, menos ese día, cuando vi la fotografía de mi casa en Internet.
    Mire, oiga, la verdad es que me asusté, se me hacía prácticamente imposible descubrir una imagen prácticamente impecable, haga de cuenta que tomada desde la casa del vecino de enfrente, pero con lente profesional. Clarita. Impecable.
    Luego, desde mi máquina, busqué otro domicilio familiar. Y allí estaba la fachada, con todo y la plebada esperando camión en la esquina. Y la tortillería. Y un perro pasando por el lugar. Y no pude evitarlo. De mi ronco pecho brotó el ¡no somos nada!, mientras un amigo que me acompañaba estalló en carcajadas, burlándose de mi ingenuidad.
    Todavía, justo en este instante, casi abandono la tecla para meterme de nuevo a Google Earth, que es un software de Google y que me trae dando tumbos, incrédulo, pero al mismo tiempo sacado de onda, hasta temeroso de salir en paños menores al patio, con miedo a que la camarita satelital salga con su domingo siete y me agarre en traje de Adán. Y que luego, al paso de los meses, cuando un curioso fisgonee mi domicilio en Internet, me agarre bichi en fotografía. Y que luego la cuele en eso que se llama YouTube.
    Ay, madre, ¿en dónde queda toda aquella preocupación tuya de que no le anduviéramos abriendo la puerta a extraños? Ay, madre, ¿qué hago ahora con tus consejos respecto a los vecinos, cuando me decías que evitara al máximo andar en sus casas, para que ellos no merodearan por la tuya? Ay, madre, ¿qué hago con todo lo que me enseñaste sobre la privacidad?
    Pues maldita sea la cosa, oiga, pero eso de la privacidad es lo que se ha perdido para siempre. Mire, para no ir muy lejos, en estos días, cualquiera que traiga celular al cinto te puede meter en aprietos si por su regalada gana aprieta el botoncito de video y ¡fuga!, ya te fregaste! Tal parece, ahora se tiene que andar con mucho tiento, porque por todos lados nos filman,
    Antes, me acuerdo, eran un contento los comentarios sobre aquellos de los teléfonos intervenidos, que ¡trucha con lo que dices!, porque el gobierno te puede estar grabando. Bueno, eso era y es cierto, aplicado a ciertos personajes de la vida pública: políticos, empresarios, malandrines, o qué se yo, más en estos días en Sinaloa, tan enredado todo con las elecciones que se avecinan para elegir Gobernador.
    Pero, hoy en día, el teléfono es lo mínimo, o casi nada, un granito de arena en medio de tanta tecnología que te roba la privacidad.
    No es mentira eso que le dije de salir desnudo al patio. Google Earth es la prueba más palpable de cómo se la juegan, quien diablos se le esté jugando, para tomarnos fotos vía satélite.
    Es más: hasta cosa me da salir a la calle, con la sicosis de que algo, allá arriba, me está siguiendo los pasos. Antes, pues qué maravilla voltear al cielo, porque según nuestra religión, era Dios el que nos veía y protegía. Ahora, no sé si a un lado de Él, también se encuentran satélites, o el satélite que le toma fotos a mi casa y a la madre que lo parió.
    Y según acabo de leer, todo lo que mandamos por correo electrónico es escaneado, de modo que tienen datos de nosotros hasta el hartazgo, seguro con conocimiento hasta sobre la marca de papel de rollo que usamos. Dicen que con fines de mercadotecnia, pero vaya el cuento y cuéntenselo a otro buey, porque, según un video que también vi, Google colabora con el gobierno de los Estados Unidos y con la misa CIA. Dicen que tienen un perfil de todos nosotros, que seguro nos conocen más que nuestras propias madres.
    Pero, como le decía, hoy en día nos graban por todos lados. Voltee a ver la fachada de una casa más o menos de buen ver y busque, póngale ojo con mucho cuidado y va a descubrir cámaras grabándolo a usted y al mosco que le acaba de picar.
    La tecnología, oiga, se ha desarrollado a dimensiones inimaginables, existen aparatos hasta para contarle los poros de la piel, para decirle cuántos cabellos se le cayeron durante el último baño y para lo que usted guste y mande.
    Todo lo que soñamos en los prefacios de la fantasía, hoy es realidad. Son cosas del diablo, diría también mi tía la arpía. Pues lo que sea, pero el caso es que los tiempos cambiaron. Y la vida personal y social también viene dándose cabezazos sobre las banquetas, acomodándose a otra realidad, a otro modo de ver el mundo, las cosas. Todo.
    Y mire que soy un hombre que todavía recuerda en blanco y negro. Y mire que todavía me acuerdo de la leche con natas, de la carne con grasa, del café con cafeína y de la televisión con bulbos. De la casetera 8 Track y de "Perdidos en el espacio". Pero vivimos en la era de las tecnologías y ni quien la pare.
    No tengo claro con qué voy a quedarme de mi pasado más que arcaico. Existen valores que aún perviven, pero de repente siento que traigo la antigüedad a cuestas. Hay muchas cosas que no sé, pero, entre tanta basura, entre tanto analfabeta voluntario, quiero quedarme como aquel que no sólo sueña con lo que mira en la tele, sino que quiero seguir buscando detrás de las montañas.
    Buscando paz personal, armonía. Ser lúcido. Y de ser posible, ser feliz. ¿Es mucho pedir? Dígamelo a mi escaneado correo: jbernal@uas.uasnet.mx