|
"OPINIÓN"

"FACTOR HUMANO: Los saltos de conducta"

"."
FACTOR HUMANO
02/01/2021

Paul Chávez

Con el ánimo, los propósitos y anhelos del año nuevo surge una pregunta primordial ¿Qué detona el crecimiento personal? Mejoras cuando dejas de engañarte y empiezas a quererte, más aún cuando abrazas tu debilidad.

Tu intención cuenta

Los saltos de conducta son caprichosos, vienen de arriba. No suelen venir de oír buenos consejos, padecer crisis o regaños que achican. Son multicausales y requieren de condiciones previas hasta que los dispara un detonador circunstancial. Pregúntate ¿Lees esto por curiosidad, saber algo nuevo o porque quieres mejorar? ¿De verdad lo quieres?

Saber querer

Nada entra en una cabeza cerrada, la intención y el apetito abren la mente, la disponen. Pero antes planteémonos un problema inadvertido: saber querer. Hay niveles de querencia: querer como los enamorados, la madre al hijo, el avaro al dinero, es querer. O te quedas en la intención o en un querer más o menos serio. Si hay algo primordial es querer de verdad. Quienes saben querer se vuelven poderosos. Los niños saben. Significa renunciar a las cosas que debilitan tu querer descubriendo algo mejor. La verdad ilumina nuestro querer. Por más consejos que te digan, tú eres quien te convences. Ahí eres soberano.

Intelecto y voluntad

Hay una correspondencia entre lo que descubrimos y queremos. Memoriza y medita este binomio: la inteligencia sabe lo que la voluntad quiere y la voluntad quiere lo que el intelecto descubre. El conocer la verdad fortalece al intelecto y a la voluntad. La conciencia aviva ese entendimiento y anima la voluntad sintiendo -dolernos de algo malo- esto nos impulsa pero la voluntad por sí misma quiere y decide.

Este es el momento supremo de racionalidad que la conciencia nos regala. Ahí es cuando podemos liberarnos. Es el momento en que lo espiritual ejerce su dominio a pesar de lo doloroso, apremiante o tentador de las circunstancias.

El acto libre que busca y se complace en el bien honesto mejora al hombre, pero lo perfecciona el amor auténtico. Es decir, en la medida en que amamos inteligente y libremente mejoramos. Bien decía S. Agustín ‘mi amor es mi peso’. Cuando amamos desatamos el potencial que tenemos.

Amar es el apetito más poderoso que tenemos, vigoriza la voluntad en dos modos: queriendo y actuando. La mejor demostración de que queremos algo es movernos. Obras son amores. Lo demás son intentos que desgastan.

El misterio de ser libre.

Pero el apetito puede perseguir el oropel porque obedece más a los instintos e impulsos o reafirmarse en el orgullo ofuscado. Así perdemos libertad. A veces no queremos mejorar porque aun convencidos no estamos dispuestos a renunciar aquello que estamos apegados, lo que sabemos está mal, o no nos conviene, o estamos cómodos. Renunciar al dinero ajeno, al amante secreto, al placer que llena el vacío, no es fácil. Nos identificamos con lo que no somos al punto de apegarnos y confundirnos. Creemos que sin eso perdemos poder o sufriremos más. Falso.

Hay una manera de soltarlo: el salto de conciencia. Que te des cuenta de lo que no te dabas cuenta, o no querías darte cuenta y veas más allá: descubrir y reconocer qué te mata por dentro, qué te impide ser feliz o doblarte por el intenso dolor que provocas a los que amas… o sea, que te convenzas que es una locura.

Asumir la locura

Asumirla es un acto de piedad y de ternura. Hay más violencia en violentar la razón, torcer la voluntad y oprimir el corazón. El malestar te acompañará a donde vayas, atormentándote.

En cambio cuando te rindes ante tu debilidad o a tu maldad, empiezas a respetarte, a ser razonable. Aquello empieza a perder poder sobre ti y comienzas a tomar las riendas: justo lo que querías. Esa contradicción te traía loco. Ahora has descubierto la libertad ‘violentando’ la estupidez que debilitaba tu voluntad, achicándote. Te has dado cuenta que ocultarla, negarla y resistirte te trastornaba y deprimía. Ese abrazo a ti mismo la empieza a disolver. Y descansas ¡Qué alivio!

Rendirse

Al rendirte actúas con una enorme sensatez, ganas humildad, dejas de sentirte inferior y abres tu mente. Ahora asumes serenamente la frustración de no haber podido remediarla en miles de intentos, a tu manera, como esa canción famosa; se trata de renunciar a tu manera y empezar otra dejándote ayudar.

Quienes distinguen esto dejan de matarse en vida negándose y se levantan. Una cosa es sentirse frustrado y otra es sentirte que eres un fracaso. Es tu ego quien te susurra semejante tontería.

La gracia de mejorar

Esto es una gracia que baja y nos besa la frente descubriendo una perla de gran valor y vamos y vendemos las que teníamos para comprarla. Entonces el esfuerzo que te parecía una montaña se aplana.

Reconocer tu posible miseria te lleva a quererte, a tener auténtica compasión de ti mismo, opuestas a la lástima y a la culpa que roban poder y hacen sentirse miserable.

El miserable se convierte en misericordioso cuando patentizado de su debilidad, la levanta, la toma en sus brazos y la cubre de besos amorosamente.

No hay mejor forma de mejorar que amando y amándose. Hagámoslo piadosamente.

 

Periodismo ético, profesional y útil para ti.

Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.


Suscríbete
Regístrate para leer nuestro artículo
Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


¡Regístrate gratis!