"La danza rescató la dignidad de José Rivera Moya, director de la primera compañía gay del mundo"
San Luis Potosí, ciudad ubicada en el centro de México, está construida con tradiciones centenarias, su Centro Histórico está labrado con la cantera rosa que fue extraída de las montañas cercanas.
Los prejuicios de muchos de sus habitantes también fueron tejidos lentamente, entre tañidos de campanas centenarias que dañaron irremediablemente a los que eran diferentes de la mayoría, como José Rivera Moya, el coreógrafo, bailarín y fundador de la única compañía de danza gay que ha existido en México, La Cebra.
Encerrado benévolamente por su madre para que no sufriera las burlas de los demás niños por su afeminamiento y porque jugaba con muñecas, José Rivera fue engendrando en esos días, semanas, años de encierro, un instinto por defender su naturaleza, su integridad, su derecho a ser y expresarse.
Tomó conciencia de que lo tenía que hacer con uñas y dientes. En ese encierro aprendió a ser contestatario, a responder a su instinto de proteger su dignidad.
En las calles vio su futuro: a los que llamaban locas, jotos, maricones, eran vilipendiados y hasta agredidos físicamente. Su pecado: ser como la naturaleza los había puesto en este mundo, sabía que vivían en un infierno todos los días de su existencia y que su destino era convertirse en travesti o prostituirse.
Así se fecundó lo que primero fue una idea, y cuando se convirtió en adolescente, se convirtió en una obsesión. Por su vida, por su existencia, por su dignidad, tenía que huir de su ciudad, cargada de prejuicios, que terminaría por aniquilarlo si no ponía tierra de por medio.
José Rivera estuvo en Mazatlán invitado por la Escuela Profesional de Danza Contemporánea de Delfos en donde ofreció dos conferencias.
¿Travesti o prostituto?
“Mi vida estaba destinada a estar llena de violencia, de sordidez, iba para travesti, otra opción era dedicarme a la prostitución. Mi familia no tenía dinero para pagarme una carrera universitaria, pero descubrí la danza y me entregué a eso como un náufrago a una tabla en medio de una tormenta. Tenía 15 años y soñaba con tener 18 para poder salir de San Luis Potosí y ser libre, vivía en la cárcel de los prejuicios”, compartió.
“En el San Luis Potosí de los años 80 del siglo pasado, los homosexuales declarados eran el hazmerreír de toda la gente, las 24 horas del día. Si estaban en la calle eran vilipendiados y hasta recibían agresiones física, sufrían todo el tiempo, vivían en un infierno, por eso siempre estaban a la defensiva. Cuando fui adolescente, vi mi futuro como el de ellos, no quería que eso me pasara y se convirtió en una obsesión querer salir de San Luis Potosí, yo intuía que en otro lado podía haber un lugar bueno para mí, un espacio que ni siquiera imaginaba, porque nunca salí de viaje, pero esa esperanza de que podía ser feliz en algún lado me daba ánimo”.
Nació en una familia de bailadores, la primera imagen que recuerda de su niñez es ver a sus padres felices bailando.
“Siempre me gustó bailar, me escogían para todos los festivales de la primaria, mi familia era muy bailadora, cuando me movía al ritmo de la música me sentía libre y nadie me señalaba. En tercero de secundaria me enamoré de un chico y a él le interesó inscribirse en un curso de danza contemporánea, entré para estar cerca de él; la primera vez que vi un ensayo de danza me di cuenta de que era algo maravilloso y pensé que ese camino me sacaría de mi ciudad”, dijo.
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“Nací en una población muy conservadora, una sociedad con una doble moral que definía la vida. La iglesia dictaba la norma cotidiana de mi familia y la de la mayoría de las familias de San Luis Potosí, todo estaba determinado por la culpa y los prejuicios que nos llegaban desde la religión. Aunado a eso yo fui un niño muy afeminado, desde que tengo uso de razón me entretenía con juegos de niñas, desde niño se me notaba que era maricón, así nos decían. Fui un niño muy maltratado en la escuela y en la casa por mi condición de homosexual”.
Su familia, sin saberlo, también lo maltrataba excluyéndolo, escondiéndolo.
“En mi familia el daño era velado. Me decía mi madre: vístete y juega lo que quieras, pero todo hazlo encerrado en el cuarto de hasta atrás. Eso es violencia psicológica, era como si dijeran: sí te queremos, sí te aceptamos, pero escóndete. Para mí era normal, porque cuando salía a la calle me agredían todos, era un niño temeroso, inseguro; no estaba triste porque ese niño creó un mundo de fantasía y en él vivía, porque la realidad era adversa”, comentó.
“Cuando llegué a la adolescencia empecé a ser muy agresivo, todo el encierro de mi niñez se trastocó en odio, rechazo, coraje, fue como una olla de presión todo lo que viví de niño y empecé a reaccionar, a confrontar, a provocar y a agredir a todo el que se me ponía enfrente. Afortunadamente me encontré con la danza a los 15 años a través del Instituto de la Danza de San Luis Potosí que dirigía Lila López”.
La danza en San Luis Potosí
San Luis Potosí durante mucho tiempo ostentó ser sede del más importante festival de danza contemporánea de México, Lila López era su directora artística.
“A Lila López le gustó cómo bailaba, en un examen vio potencialidad en mí y me invitó a que me quedara al curso de verano, me quedé a un ensayo y rápidamente empecé a bailar con su grupo, me quedé hasta los 17 años. En San Luis Potosí se realizaba el festival de danza contemporánea más importante de México, vi las funciones de Ballet Independiente, de Raúl Flores Canelo, y Ballet Teatro del Espacio”, señaló.
“Me deslumbre y sentí que mi camino para escapar de San Luis Potosí era ese, dije: esta es mi oportunidad. Con mucha timidez me acerqué a Raúl Flores Canelo y le dije: Yo quiero irme con su compañía, quiero bailar profesionalmente. Me vio bailar y me dijo: Te doy una beca, vete a la Ciudad de México”.
Desde niño José fue habilidoso para conseguir dinero, vendía todo lo que caía en sus manos, donas, dulces, galletas.
“Vendiendo cosas junte 175 pesos y me fui a la Ciudad de México, no tenía ni en donde vivir, por suerte Flores Canelo nos ofreció a mi y a una amiga su cuarto de azotea; llegué en agosto y en septiembre ya era parte de la compañía, me daban una beca de 175 pesos mensuales, para mí era un dineral porque mi vida era la escuela, el cuarto de azotea y el escenario, no ocupaba más, era inmensamente feliz”, mencionó.
“Por otro lado me di cuenta que en Bellas Artes había algunas locas que eran queridas, asumidas y aceptadas por todos, después descubrí los bares gay, y la Zona Rosa era un paraíso gay para cualquiera, mis sueños de niño se habían hecho realidad, un mundo en donde podía ser yo. Ya lo había encontrado”.
Se convierte en solista
La Compañía Ballet Independiente de Raúl Flores Canelo, Ballet Nacional de Guillermina Bravo y Ballet Teatro del Espacio de Michael Descombey y Gladiola Orozco fueron -en las décadas de los 70, 80 y parte de los 90- las agrupaciones más importantes de danza contemporánea de México, lo representaban en el extranjero y viajaban por todo el País.
“Raúl me lanzo de solista a menos de un año de estar en la Compañía y me impulsó, igual que a todos los demás de la compañía, a hacer coreografía. En 1990 hice mi primera obra con temática gay que se llama ‘Danza del mal amor o mejor me voy’, hasta la fecha la tengo en el repertorio de La Cebra; es muy contestataria, en síntesis dice: aquí estamos, somos putos y qué’. Ahí saqué todo lo que sentía y me gustó mucho hacerlo, y hacer coreografía se convirtió también en una obsesión”, comentó.
“Cuando vi la reacción del público le dije a Raúl que yo quería hacer una compañía de puros hombres en donde ellos representarían hasta los papeles femeninos. Me dijo: eso es imposible. Pero si había podido salir de San Luis Potosí, sentía que podía hacer cualquier cosa. Estuve muchos años con Ballet Independiente, me convertí en su hijo, todos los días cenábamos juntos, él me mandaba a todas las funciones de danza y yo se las contaba y él se moría de la risa, fue como mi padre, me convertí en su heredero artístico, me enseñó muchísimas cosas de vestuario, danza, escenografía”.
La obra “El bailarín”, de Raúl Flores Canelo, es la coreografía con la que el director de la Compañía Ballet Independiente lanzó como solista a José Rivera. Cuando murió Flores Canelo, José Rivera fue becado para tomar clases en las mejores escuelas de danza de Nueva York por un año, cuando regresó en 1996 fundó La Cebra Danza Gay.
“Una de las cosas más importantes para crear La Cebra fue abrirle la puerta a ese niño que vivió encerrado en el cuarto de atrás de su casa. Yo no podía ser en la calle como yo era, y quería decirle al mundo todo lo que hacía y pensaba en ese cuarto, me di cuenta que la gente era gay en las noches, en los antros, quería que pudiéramos ser gay todo el día, hacer visible la cultura gay a través de la danza y abrirle posibilidades a la comunidad”, compartió.
“Había muchos activistas que luchaban por los derechos civiles de los homosexuales en ese momento, Tito Vasconcelos, José María Covarrubias, La Cebra se sumó a esa lucha, la homofobia dominaba el País, en los 90 éramos 400 personas en la Marcha de Orgullo Homosexual, ahora vamos más de medio millón”.
LA CEBRA DANZA GAY
La fundación de La Cebra Danza Gay se realizó en 1996, en un momento álgido de la pandemia del sida en México, la homofobia cobraba víctimas mortales en todo México. Se llama La Cebra porque cuando José Rivera era niño le parecía maravilloso que existiera un animal rayado, siempre fantaseó con ese animal.
“Una de las obras que hice al principio de La Cebra, que impactó al público, fue “Antes que amanezca”, que está inspirada en una travesti que yo veía en San Luis Potosí cuando era niño que le decían La Plata, me daba miedo verlo con su unitardo rosa bailando en las calles, me daba miedo convertirme en ella”.
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SU MENSAJE
El mensaje y el enfoque de La Cebra permanecen en la comunidad homosexual y en los problemas que enfrenta con una ramificación hacia cuestiones culturales y de derechos humanos más generales.
Estos incluyen elementos como el homoerotismo, la violencia, los derechos de las minorías, el sida, el travestismo, los crímenes de odio, la discriminación, la prostitución masculina y la postura de la iglesia católica sobre la homosexualidad.
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Sinaloa en La Cebra
“En La Cebra han estado varios sinaloenses, hubo un chico emblemático, deslumbrante, se llama César Romero y le decíamos La Cisa; es de Culiacán y conquistó el mundo de la danza en la Ciudad de México, es muy bueno, él es el que más recuerdo”.
A 22 años de la creación de La Cebra Danza Gay todo ha cambiado, José Rivera recibió el Premio al Mérito Gay, es considerado como uno de los 10 íconos gay de México junto a Carlos Monsivais, Tito Vasconcelos y José María Covarrubias, la compañía tiene más de 50 coreografías todas con temática gay.
“Los artistas somos voceros. La Cebra igual que muchos otros activistas hacemos visibles lo gay y eso ha servido para abrir espacios, para crear conciencia. El movimiento gay ha ganado muchos espacios, el discurso de La Cebra sigue siendo vigente porque la homofobia nunca se va a acabar”.
OBRAS SOBRESALIENTES
- “Ave María Purísima, de prostitución y lentejuelas”.
- “Yo no soy Pancho Villa ni me gusta el futbol”.
- “Quinceañera del Bajío mata a sus chambelanes”.
- “Oraciones”.
- “Arcoiris Mambo”.
- “Bailemos a Mozart”.
- “Por los ángeles que se han ido”, fue creado en 2001 en memoria de aquellos que habían muerto de sida.
- “El tiempo lo arrasa todo”.
- “Queda la muerte”, fue creada en 2004, analiza la muerte y el sida.
- “Cartas de amor”, trata de personas que viven con VIH.
- “El soldado y el marinero”, es una historia de amor.