"LAS ALAS DE TITIKA Amor a la antigüita"
María Julia Hidalgo López
Por María Julia Hidalgo López
Si de amor y dinero se trata, vamos poniéndonos serios. Y no es cosa de apatía o añoranza, celebrar el amor a la antigüita es una acción de lo más moderna. ¿A quién se le ocurre regalar chocolates que nadie se va a comer, peluches que no caben en ningún lado y globos metálicos que se quedarán atorados en los alambres de la luz? No me regales flores, tráeme una planta. No me regales chocolates estoy a dieta, mejor invítame a tomar algo y charlemos sin celulares de por medio. No me des monos de peluche que soy alérgica, no me hagas pensar mal de ti. No me digas lo maravillosa que es tu vida, mejor sincerémonos y hablemos de lo que nos pasa... bla, bla, bla, éstas y otras expresiones he escuchado en torno al sobrevalorado mes de la amistad.
“El día de las madres, el de la Virgen de Guadalupe y el de la amistad son los días que más flores se venden”, me dice un florista de la ciudad.
“¿Y si mejor le escribo una carta?, le dijo un joven a otro. Sí ¿no?, al fin que eso es muy retro y lo vintage está de moda. Tas pero bien pen#$%^&..., la vieja te la va a romper en la cara. Apenas descubra que no tienes varo te va mandar a la chin#$%^&” La charla me dejó pensando y recordé lo que me dijo un estudiante: “Se me ocurrió decirle que todos los días llegaba a la escuela en un Volvo y con chofer, eso me había sugerido un amigo, pero me arrepentí y terminé diciéndole: “Bueno, no viajo solo, sino acompañado con más de 40 personas y cada uno compra su boleto”. La chava se indignó tanto y no volvió a dirigirle la palabra. Bueno, es que con semejante chistoso no hay quién se quede. “Si te ven a pie, nadie quiere andar contigo”, fue lo último que dijo.
Para el que cree que si no regala corazones y no envía mensajes deseando lo mejor de la vida y para quien espera recibirlos y así sentirse querido, va una sugerencia de Simona; una escribana que lleva más de 40 años en el oficio. Ella redacta cartas de todo tipo, pero sus favoritas son las de amor. Justo hace su agosto en pleno mes de febrero. “Ahorita cobro 100 pesos, pero se las dejo a su gusto. Hasta que el cliente se va bien contento”. Simona tiene una historia como la de Penélope; se quedó esperando al ser amado quien prometió regresar, sólo que ella se salvó de la locura y decidió hacer algo de provecho. “Ya aprendí a conocer a la gente. Les pregunto qué gustos tiene la persona a quien se dirigen y cómo es. Ellos responden, yo los escucho. Tomo lo que me sirve y escribo. Apenas hablan yo sé si les van a corresponder o no, casi siempre le atino. A los desesperados se les nota tanto la necesidad, que luego regresan y me dicen que no sirvió de nada”.
Simona dice que le llega gente de todo tipo, desde los que no saben escribir hasta los que no saben cómo decir lo que sienten. Y no es que ella haya estudiado letras ni cosa por el estilo, sino que de tanto hacerlo ya se hizo una experta. Dice que son tantos años de escuchar historias y de hacer el esfuerzo por escribir algo coherente que más bien se siente sicóloga. “La gente está tan necesitada de ser escuchada. Que apenas les pones poquita atención y te cuentan toda su vida. Tengo clientes que les digo que mejor les cobraré por palabra que me digan, no por la que yo escriba”.
A mi pregunta de cuál es la recomendación para llegar al corazón de alguien, Simona responde: “Por más iletrada que sea la gente, no la haces tonta. Así que yo siempre les digo que la mentira y la necesidad huele y brota por todos lados, y así no funciona; a menos que el otro no quiera ver y esté más necesitado, pues peor tantito, ninguno llegará a ningún lado”. Si alguien entendió a Simona que le haga caso. Yo por pura economía, mejor escribo una cartita.
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