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Columna

Los relámpagos de agosto

LAS ALAS DE TITIKA
06/08/2021 14:17

Durante la carrera presidencial, lo que consigue el General Arroyo es literalmente salvar el pellejo; no sin antes recibir el castigo de su oponente, a quien tuvo el desatino de aventar al hoyo.

Pese a que sabe que algunos envidiosos lo injurian y no pierden la oportunidad para tenderle trampas y sacarlo de la jugada, su fina educación, su honradez y decencia, le impiden despotricar improperios sobre aquellos.

Hombre seguro de sí, reconoce que sus sobrados méritos personales son causante de envidias ajenas, hasta llegan a decir que nunca pisó escuela, y él bien que terminó la Primaria hasta con honores de los maestros. Así se define José Guadalupe Arroyo, quien retirado a sus treinta y ocho años de las filas del ejército, recibe una carta de su amigo el General González, ganador de las elecciones presidenciales, para pedirle que sea nada menos que su Secretario Particular.

Convencido de sus atributos personales, y gracias a su probada decencia, simpatía y refinada educación, al fin la patria le hace justicia y recibe la misiva que cambiará su destino. Aunque Lupe no duda de sus méritos, le nace la curiosidad: ¿por qué el General González lo invita a él, y no a otro, a que sea su Secretario Particular?, ¿será porque le debe dos favores?

Con esas deducciones parte a la Ciudad de México dispuesto a ocupar el cargo, al que por desgracia, nunca logra llegar, pues justamente en su trayecto se entera de que ha fallecido el presidente electo. Esto no puede estarle pasando; primera desventura de las muchas que enfrentará el desdichado Lupe.

El inicio de su desgracia queda marcado cuando Lupe culpa del robo de su recién heredado reloj de oro a quien sería nombrado Presidente Interino. Y por si fuera poco, desconociendo aún el nombramiento de su rival de batallas, lo avienta, cual puerco, a una fosa y lo deja pidiendo auxilio sin atender el llamado.

Entre que son peras o manzanas las sesiones para descontar al enemigo no se dejan esperar y así de discuten estrategias y se arman tretas para seguir en la jugada. En más de una ocasión, Lupe, queda propuesto para quedar en el prometido gabinete y dadas las complicaciones reconoce que lo único que él quiere es llegar a ser Ministro, de lo que sea pero quiere ser Ministro.

Ante las recientes elecciones en el país, bien valdría dar lectura a Los relámpagos de agosto, justo en el mes de los truenos, y conocer las memorias de semejante caudillo de la Revolución Mexicana.

Los recurrentes desatinos y el infortunio de los que suele ser víctima el General retirado, José Guadalupe Arroyo, para figurar al lado de aquellos que detentan el poder, es la trama que encierra el personaje principal que da vida a la primera novela de Jorge Ibargüengoitia. Escrita en el año de 1964, Los relámpagos de agosto resulta, como todas las grandes obras literarias, una novela atemporal en la que se logra identificar un escenario con el mismo colorido y retórica que el de nuestros días.

Una novela de lectura sencilla y rápida, con disparatadas estrategias donde los personajes aparecen y acomodan las circunstancias, en cuestión de horas, a su conveniencia; mas la ingenua astucia del personaje el General Arroyo, llamado Lupe por sus compañeros de batalla, resulta de una irónica y exquisita llaneza.

“Me acusaron de todo: de traidor a la Patria, de violador de la Constitución, de abuso de confianza de facultades y de poderes, de homicida, de perjuro, de fraude, de pervertidor de menores, de contrabandista, de tratante de blancas y hasta de fanático catolizante y cristero”, pobre, nadie nunca le reconoció sus cualidades.

Así las desventuras políticas de José Guadalupe, a quien bien pudieron haber nombrado, más que sea, Ministro persistente honorario, ¡bu!

Comentarios: majuliahl@gmail.com

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Ante las recientes elecciones en el país, bien valdría dar lectura a Los relámpagos de agosto, justo en el mes de los truenos, y conocer las memorias de semejante caudillo de la Revolución Mexicana.