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Columna

Los secretos de la belleza

Contactarnos con la belleza de la naturaleza y con la integridad de las personas nos armoniza interiormente, sintiéndonos parte de un todo unificado y ordenado.
FACTOR HUMANO
04/12/2021

Los patrones

Pretendemos que al terminar la lectura puedas ver las cosas de mejor manera.

En la naturaleza hay orden y belleza en donde te encuentres, si observas bien encontrarás patrones. Abundan. Hay patrones donde hay un orden establecido, elementos que se repiten e integran, una secuencia lógica de cosas, simetrías, una proporción entre las partes... aquello que la embellece.

Observa el orden y la secuencia de los pétalos de una rosa, las venas de una hoja seca, la distribución del tronco y las ramas de los árboles para balancearse. Al bajar la marea observa las formas ondulantes que se forman en la arena, con las mismas distancias, pendientes, alturas y tamaños, dependiendo de lo extenso y plano de la orilla; su precisión matemática sorprende.

Cada cordillera tiene sus propios patrones, los Alpes, las Rocallosas, los Andes, el Himalaya, las montañas locales y las del desierto, cada una difiere en sus formas, en la composición de sus montañas. Las nubes y atardeceres del otoño son distintos a los del verano. Los patrones abundan.

Ojos matemáticos

La naturaleza nos muestra su belleza espléndidamente, los antiguos la captaron, la midieron y la aplicaron, así las obras humanas se embellecieron.

Hubo grandes matemáticos antiguos, los griegos destacaron en Occidente. A Pitágoras, S.VI a.C., considerado el primer matemático, le debemos la afirmación de que en su nivel más profundo, la naturaleza es matemática. Para él “las cosas son números”; las proporciones y las razones son clave en su filosofía.

Observando el sonido de los instrumentos descubrió las escalas musicales por las vibraciones que emite cada nota: los sonidos tienen patrones sonoros y esto es la base de las armonías. “Estas sanaban las pasiones y armonizaba el alma”. Acertó.

En Platón la música y astronomía son “ciencias hermanas”. “Pitágoras tendía su oído y fijaba su intelecto sobre los acordes celestes del universo. Él solo, por lo que parece, escuchaba y comprendía la armonía y el unísono universal de los astros”.

Y tenía razón, los radiotelescopios detectan las ondas sonoras astrales. La tierra “suena”, en los años 50’s se logró medir su sonido llamándole la “Resonancia de Schumann”, resulta que los relámpagos resuenan hasta la ionósfera como una caja de resonancia. Nikola Tesla la descubrió como un medio para transmitir energía y comunicación inalámbrica, quería distribuir energía eléctrica sin cables, se lo impidieron.

Euclides, S.III a.C. el padre de la geometría aportó más fundamentos para captar la belleza añadiendo la perspectiva y las formas geométricas. Entre los griegos surge la “Proporción Aurea” o “la ley Divina” o “de los tercios”. Aplícala: divide el rectángulo en 3 tercios verticales y horizontales y balancea los sujetos entre ellos en tus fotos y pinturas y se verán más bonitas.

La serie mágica

En el año 1202 Fibonacci cambió el mundo, el matemático italiano introdujo los números indo-árabes fruto de sus viajes, simplificando enormemente la aritmética, sustituyendo los complicados números romanos.

Descubrió una secuencia “mágica” que mide muchos de los patrones observables en la naturaleza ya mencionados. ¿Cómo lo hizo?

No lo creerás: contando cuantos conejos se pueden reproducir a partir de una pareja en un año; dado que tardan 2 meses para crecer y reproducirse obtuvo esta secuencia en 8 meses: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21...∞. En el 1°y 2° mes solo habrá uno, en el 3° habrá dos, etc.

Hay algo más: observa que el # siguiente es la suma de los 2 anteriores: 1,1=2, 1,2=3 2+3=5. Si divides entre sí los dos números anteriores obtienes el número ö “Phi” cercano a 1.618, en honor a Fidias el arquitecto del Partenón que embelleció Atenas usando La Proporción Áurea. En una tarjeta de crédito un lado es 1.618 mayor que el menor, igual en los celulares, pantallas de TV.

Resulta que la serie de Fibonacci le encanta a la naturaleza y no solo a los conejos. El número de pétalos en una flor es una serie Fibonacci, igual la distribución de las hojas de una planta, la forma de una galaxia, la de un huracán, ¡una oreja! Ahora observa tus dedos y descubre en tus falanges la proporción áurea.

“Sin matemáticas no hay arte”, decía fray Luca Pacioli, quien inventó la contabilidad usando la Ley de Causa Efecto bautizándola “cargo y abono”; en 1509 publicó “De divina proportione”, ilustrado por Leonardo da Vinci quien la usó en sus obras. Por algo la Mona Lisa es la mujer más visitada del mundo. Su intención era revelarles a los artistas el secreto de las formas armónicas mediante el uso de la proporción divina.

En la medida en que haya más armonía interior habrá más belleza y perfección. En los excesos no.

paulchavz@gmail.com

Video: Los números de Fibonacci

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