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Columna

Me tapó la boca

LAS ALAS DE TITIKA
10/01/2025 11:46

El año empezaba, arrancaba prometedor como cualquier inicio, como cualquier lunes interminable que parece no tener prisa. Dijo sus deseos, nada ambiciosos: continuar con el empleo, tener para la renta y tiempo para ir al cine. Estaba harto de escuchar deseos que nadie cumplía: correr la maratón, dejar de fumar, aprender japonés, escribir una novela... eso último lo dijo ella en diciembre pasado. Y ahora estaba allí, junto a los demás, en silencio, esperando su turno. Él quería escucharla, contaba los minutos para verla a los ojos y reprocharle con la mirada que una vez más dejaba ir lo que quería, lo que se había propuesto, que era alguien sin decisión, que no era objetiva y que nunca llegaría a nada. Decirle con la mirada fija que eso le pasaba por indecisa, quería decirle que tuviera menos ambición a cambio de mayor eficacia. Pero se había prometido no volverle a decir nunca nada. La seguía queriendo y no le aguantaría otro desaire. Ese diciembre pasado ella le había dicho que no la comprendía, que no caminaban por el mismo rumbo, que ya la dejara en paz. Quizá tenía razón, él era un pobre diablo, pero ella una pretenciosa, alguien que no sabe lo que quiere, así se lo había dicho él todo el tiempo que estuvieron juntos, pero decir que escribiría una novela era demencial. Para eso se requiere una disciplina de monja y ella aletea sin rumbo. Nomás faltaba que hubiera dicho que él sería el protagonista.

Llegó su turno, y era el mío de desquitarme. Me tapó la boca. —El año pasado dije que escribiría una novela. Aquí está—, dijo eso y nos entregó su libro Déjame afuera, era el título. Qué insolente. Entró de lleno en materia como sospechaba Él pensaba que era mi sueño, que él era mi gran propósito en la vida, nunca escuchó lo que yo quería. Le dije que sería escritora y se echó a reír. Dijo que era una loca cuando le dije que no quería tener hijos. Que yo sería mi niña y me cuidaría como a nadie. Que quería recorrer el mundo. En la fiesta del 31 de diciembre le dije que escribiría una novela, que ese era mi único propósito de año nuevo. Y aquí está. Aquí te cuento mis aventuras y lo que he vagado, espero que no te pase lo mismo. Dudé. Me invadió el síndrome del impostor. Tuve noches enteras de hojas en blanco. Me resonaba lo que me decía. No sabía qué era lo importante, ni por dónde empezar. De nada me estaba sirviendo lo que había estudiado. Hasta que un día, no supe exactamente cómo, pero apenas atiné la primera línea y ya no paré hasta terminarla. Continué en primera persona y le dije: A mí déjame afuera, yo renuncio a la débil delicadeza... nunca leíste mi contenido, te quedaste en la portada». Me dejó con la boca abierta. No le conocía esa fuerza, creo que ella tampoco. Ahora sí, estoy seguro de que nunca volverá conmigo. Qué me importa, hoy mismo dejo de fumar. ¡Feliz 2025!