|
Columna

Pintando un milagro

FACTOR HUMANO
31/07/2021

El buen gusto se adquiere por educación y por contagio, no lo da el dinero. Quien disfruta y se ocupa del arte pule su espíritu, dediquémosle tiempo.

El arte civiliza

Observamos que las sociedades más enfocadas a crear riqueza y con un mediano nivel educativo, como la nuestra, no aprecian el arte, lo consideran accesorio y superficial. Cuando se cultiva la sensibilidad se disfruta más de la belleza alrededor y del arte, una de las manifestaciones más sublimes que dan más deleite. El florecimiento de escuelas y talleres de arte muestran más civilización.

Salvador Dalí tiene más fama por sus “Relojes blandos” de su etapa “Onírica”, en cambio el cuadro “El Sacramento de la Última Cena” de su época “Atómica” es una de sus obras más geniales pero menos conocida. El reto de igualar o superar a Da Vinci con su “Última cena” era algo que Dalí se tomó muy en serio y logró no solo hacer una obra maestra sino aportar sustancialmente a la historia del arte rompiendo paradigmas como solía hacerlo naturalmente. Basándose en la composición del italiano, Dalí nos muestra que la concepción del arte significa mucho más que solo las destrezas, es decir: las grandes obras son grandes concepciones magistralmente realizadas.

La Cosmovisión

Le preguntaron qué era lo más importante para un artista, rápidamente contestó que la “Cosmogonía”, esta palabra significa la visión personal del origen del mundo y de la humanidad, los alemanes usan la palabra Weltauschang para explicarla. Esa Cosmovisión se manifiesta en sus obras, entre más amplia y profunda mejor. Veamos de qué es capaz.

La Última Cena

La pintura destaca el momento en que se instaura el sacramento de la comunión, los apóstoles entran en un profundo recogimiento y comunión expresado en su lenguaje corporal, al mismo tiempo revela la trascendentalidad del momento donde el dodecaedro tiene múltiples juegos, por un lado enmarca la habitación y saca la escena del espacio y del tiempo; esta figura geométrica de 12 lados formada con pentágonos suele representar el universo, así que tenemos una serie de sucesos unidos magistralmente en binomios: lo temporal y lo atemporal, lo local y lo universal, lo humano y lo divino, la 3ª dimensión y lo multidimensional, lo real y lo imaginado, lo bello y la técnica.

A nuestro juicio la más grande genialidad y aportación es justo este dodecaedro que le da una geometría dinámica que supera en mucho la habitación cuadrada y rígida de Da Vinci: la escena se mueve.

Dalí se sale de la 3ª dimensión al concebirlo, si observas los pentágonos por un momento –reforzado con sus marcos de tres dimensiones y diferentes iluminaciones- puedes verlos hacia dentro o hacia afuera ¿Lo captas?, lo que le añade volumen y plasticidad a la habitación.

Vemos una estudiada geometría donde Cristo ocupa el centro de fuga, las líneas convergen en Él. La composición y proporción está muy cuidada, su cabeza ocupa la mitad horizontal y la vertical del cuadro, a los lados las montañas sutilmente pintadas para no distraer, enmarcan el horizonte y la perspectiva realista del lugar, lo que usualmente veía Dalí desde su casa en Portlligat.

Sigue a Da Vinci en la mesa con la Proporción Aurea, divide en tres partes lo horizontal y lo vertical, cada uno de los dos apóstoles están a ambos tercios del vertical y lo horizontal, tú los ves justo atrás de ellos a la altura de Cristo.

Arriba el Cristo o Dios Padre extiende sus brazos atestiguando la escena con su torso desnudo y juvenil, presente en su Divinidad. Cristo se ilumina expresándose con propiedad, su torso mezcla lo terrenal en los detalles realistas y lo divino en la transparencia, en la consagración de la misa solo se ve la hostia y el vino, de la misma manera en la pintura está presente con su cuerpo real y lo está con su Divinidad, en griego se llama Hipóstasis, la barca del fondo lo remarca.

Sus brazos forman un triángulo que apunta hacia arriba. Su mano derecha indica algo superior y su izquierda hacia sí mismo expresando su unión.

Iluminación

La luz dorada viene del fondo, una cena al filo del ocaso. El vaso de vino perfectamente pintado proyecta sus colores y su sombra, quizás Dalí lo hizo así para agregarle valor pictórico con el pan partido; observa los pliegues del mantel, la sutileza de las sombras, las montañas, un pintor muy completo.

Dalí expresa una teología profunda y misticismo. Su concepción del cuadro rebasa a nuestro juicio a Da Vinci por romper las barreras de la tercera dimensión, pinta con alto realismo y logra que lo imaginario se vea real con su avanzada técnica, mezcla lo humano con lo divino sin exagerar ni parecer ñoño.

Dalí, uno de los pintores más importantes del Siglo 20, su alta concepción muestra que supo exigirse más.

paulchavz@gmail.com

Periodismo ético, profesional y útil para ti.

Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.


Suscríbete
Regístrate para leer nuestro artículo
Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


¡Regístrate gratis!