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20 Festival Cultural Gabriel García Márquez

Presentan el libro Escuelas de Telegrafistas en festival cultural

A través de una historia familiar, Juan Avilés Ochoa, cronista y director del Instituto Sinaloense de Cultura, evoca el esplendor del telégrafo en Sinaloa en un libro de su autoría que presentó ante alumnos, maestros y habitantes de Recoveco, Mocorito

MOCORITO._ El telégrafo llegó a México en 1850 y terminó en 1992, y fue esplendorosa su participación e influencia en las comunicaciones a lo largo y ancho del país, siendo el puntal de la comunicación y el whatsapp de la época, expresó Juan Salvador Avilés Ochoa, al presentar su libro “Escuelas de Telegrafistas de Ixtlán del Río y Mocorito", durante el XX Festival Cultural Gabriel García Márquez.

En las instalaciones del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario No. 133, el libro fue presentado ante alumnos, maestros y habitantes de esta comunidad, ante quienes el cronista y director general del Instituto Sinaloense de Cultura, dijo que este estudio inició durante la pandemia, como un documento familiar para compartir con sus hermanos y con los nietos, acerca de su padre Ezequiel y su tío Salvador Avilés Castro.

Pero conforme avanzaba en la investigación, “esa historia familiar traspasó los muros de la casa de Benito Juárez 64 de Mocorito y, gracias al apoyo de La Crónica de Sinaloa y de La Crónica de Nayarit, dio origen a este libro, cuyas dimensiones tienen que ver con la idea original de ser un instrumento de bolsillo para trasladarlo como una historia familiar”.

Tras hacer una relación histórica del telégrafo, inventado en 1849 y que llegó a México en 1850, a Sinaloa llegó en 1868 con el tendido de líneas desde Durango y empezó a generarse una gran demanda, y la producción de telegrafistas de las escuelas del sistema educativo federal y estatal fueron insuficientes, por lo que los administradores de oficinas empezaron a formar escuelas.

Este libro, dijo, habla de dos escuelas, la de Ixtlán del Río, Nayarit, a cargo de su tío Salvador Avilés Castro, quien estudió en Culiacán, y la de Mocorito, a cargo de su papá Ezequiel, quienes habían quedado huérfanos por la muerte de su padre, Juan Avilés Beltrán, durante la pandemia de la influenza española en 1918.

El libro refiere la partida de Salvador a Hermosillo, donde tuvo sus primeros trabajos y se casó con Leonor, que era también telegrafista, en una época en que era permitido que las mujeres estudiaran y trabajaran en este oficio. De allí se fueron a Ixtlán del Río, donde creó su escuela de telegrafistas.

Unos años después, su hermano Ezequiel creó su propia escuela en Mocorito, donde llegó a formar a 30 telegrafistas, la mayoría personas de bajos recursos, sin más oportunidad de estudios que esa.

Además, daban estudios de contabilidad, mecanografía y taquigrafía, validados por la SEP.

En Ixtlán, Salvador conoció a Rafael Méndez Moreno, que llegó a ser director general del Telégrafos Nacionales, mientras que el primer alumno y egresado de Ezequiel en Mocorito, fue Óscar Orrantia Hernández, que llegó a ser director nacional, lo que les dio gran ventaja pues gracias a esa relación, les conseguían trabajo a sus egresados donde quisieran.

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