Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda

A veces basta un solo hombre para cambiar la historia de miles, para bien como para mal. En última instancia la historia juzga qué tanto bien o qué tanto mal hicieron y serán recordados como héroes o como villanos.

A veces sorprende lo que puede encontrarse en una vieja maleta empolvada, llena de recuerdos, de esperanzas, de coraje, de humanidad y de humildad cuyo contenido es conmovedor. Todo termina sabiéndose.

Eran las fotos de niños, 669 checoslovacos con sus datos y las cartas de sus padres escritas a quienes los adoptarían.

Su esposo con otros amigos los había salvado sin ella saberlo. Él ante el reclamo no tuvo más remedio que explicárselo. Habían pasado 50 años de silencio; como buena mujer la noticia corrió.

Ubiquémonos

Hitler audazmente anexó Los Sudetes antes de la 2ª Guerra con su famoso Anschluss el 12 de marzo de 1938 a Checoeslovaquia y Austria sin dar un solo tiro, los aliados para evitar la guerra se lo concedieron.

El ambiente antisemita pesaba densamente en el aire los nazis los culpaban del desastre económico igual que ahora se hace con “los conservadores y los neoliberales”.

Nicholas un muchacho inglés de 29 años vendedor de acciones de buen nivel económico hijo de banqueros de origen judío alemán que emigraron a Inglaterra y se convirtieron al cristianismo, planeaba ir a esquiar a Suiza, entonces recibió una llamada de su amigo Martin Blake le pedía que cancelara todos los planes para esos días y fuese a Praga.

“Tengo una propuesta muy interesante para ti. No te molestes en traer los esquís”, le dijo. Al llegar Martin le preguntó si quería echarle una mano y trabajar temporalmente en los campos de refugiados de la zona, donde miles de judíos malvivían en condiciones infrahumanas. La visión del drama le marcó profundamente”.

En vez de pensar en divertirse y pasarla bien, eran sus vacaciones, improvisó una oficina en la habitación de su hotel y comenzó a elaborar un plan para sacar del país a tantos niños judíos como fuera posible para llevarlos a otros países y salvar sus vidas, la guerra aun no empezaba.

Decidió quedarse ahí un tiempo, se corrió la voz entre las familias judías que solicitaban desesperadas salvar al menos a sus hijos, eran tantos que se ampliaron en una oficina en la calle invirtiendo su dinero, “cada grupo sentía que era el más urgente”, trabajaban hasta las 2 am y temprano ya había fila esperando.

Nicholas tuvo que regresarse a Londres por su trabajo, ahí continuó con su plan de rescate formando un comité integrado por él, su madre, su secretaria y unos cuantos voluntarios.

El trabajo era de tal magnitud y buscaron apoyo de otros países, solo dos accedieron hospedarlos, Suecia aceptó a un grupo e Inglaterra puso sus condiciones.

Había que conseguir qué familias se harían cargo de ellos, el financiamiento del transporte y 50 libras que pedía el gobierno inglés por cada uno para su regreso. Ante tal desafío pidió apoyo masivo. En semanas centenares de familias aceptaron acoger a los niños y aportaron el dinero para el transporte

Desde marzo de 1939 hasta agosto de 1939 organizó 8 viajes desde Praga hasta Londres el primero fue en avión, los 7 en tren, el último con 250 niños salió el 1° de septiembre, pero el destino los alcanzó: ese día empezó la guerra. Desaparecieron. Se estima que 15 mil niños perecieron asesinados en Checoslovaquia.

La historia de Nicholas se supo fue hasta que su esposa Greta abrió esa maleta empolvada. En 1988 la BBC organizó un encuentro. Nicholas fue invitado pero no sabía de qué se trataba ni conocía a los que estaban alrededor. “Esa noche fue el momento más emocionante de mi vida” comentó.

Nicholas fue de vacaciones salvó a 669 niños y terminó con 15 mil hijos y nietos descendientes de ellos. Ha dicho que se ha destacado demasiado el pasado pero es más importante el presente. Durante sus últimos 50 años ayudó a crear casas hogar para ancianos y enfermos mentales, estuvo muy ocupado. Es un héroe nacional en Checoslovaquia e Inglaterra. Un puñado de personas “juntó miles de firmas para el Nobel de la Paz sin recibirlo. No lo necesitaba, en cambio el Nobel si lo necesita a él”.

Nicholas se sentía incómodo con los honores, prefirió el anonimato y saber que las personas son mejores en la medida en que dejen actuar a Dios en su corazón, sin importar su religión, con que Él y tu conciencia lo sepan, con eso basta. Murió a los 106 años.

“No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha” (S. Mt.6,3) se refiere a las buenas obras que no hay que refregárselas en la cara a nadie, para luego exigirle lealtad en búsqueda de sometimiento.