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Las alas de Titika

Resiliencia

LAS ALAS DE TITIKA
24/01/2025 08:54

No, no es migrante. No llegó en caravana ni cruzó el desierto. Su historia es otra, apenas tenía seis añitos cuando se vio de frente, paradita sin más, en el mundo real...

La vi inagotable y hermosa. Seguí sus movimientos y su sonrisa me pareció la más fresca, la más bella. En su rostro sonriente vi los mismos hoyuelos de su padre; su vivo retrato. Qué pensaría él, ahora, viéndola convertida en madre de dos chamacos. Cuando él desapareció ella apenas tenía seis añitos; casi la edad que ahora tiene su primogénito. Voltea y me ve, ni se imagina lo que pasa por mi cabeza, no adivinaría que estoy pensando cómo fue que recibió la noticia de que él ya no estaba, de que nadie supo cómo ni dónde desapareció, de que ella y sus hermanos lloraron y se paralizaron por su desprotección. Su madre lo buscó hasta en los lugares que le dictaban sus sueños... no pudo encontrarlo, no pudo regresárselos y eso la fue disminuyendo; cansada empezó a devastarse poco a poco sin darse cuenta de que ellos crecían y crecían sin él, otro poco sin ella.

Apenas seis añitos. A esa edad mi padre me había enseñado la primera poesía; ella empezó a destener al suyo, a vivir con un padre desaparecido, a imaginarse un lugar para llevarle flores, para encenderle una veladora; en todos y en ningún lugar, sin duda en su corazón. Eso le dice cada año que le avienta globos al viento.... Corre para alcanzar al más pequeño, lo atrapa y lo eleva al aire, regresa para ofrecerme una copa de vino, la recibo y trago saliva. Tomo un trago y me alegra su sonrisa, veo su rostro de niña interrogante, su carita me muestra el de todas esas niñas que perdieron a sus padres en un sinlugar: “salí a buscarte, ¿te has ido?”. Yo quisiera decirles que ellos están en un lugar inmenso y fantástico, en un sitio donde duermen las ballenas, un lugar con un faro enorme donde las cuidan y las acompañan.

La he visto jugar, bailar, graduarse, trabajar, partir pasteles de aniversario, cantar, llorar, rabiar por y con los suyos, gritar de alegría, compartir, tender la mano, ayudar siempre... siempre sonriendo. Su gracia ha predominado, bien ha sabido salvarse del dolor y de la tristeza. Su cara es tan hermosa y transparente, tan dada a su arreglo, que no es fácil imaginar la fuerza que ha tenido que apuñar para sobrellevar el cáncer de su madre, para cubrir las ojeras y el cansancio. Casi 10 años de cuidado, de correr al hospital, de dormitar en esas sillas sin saber qué seguirá y cómo estarán sus niños en casa... La escucho decir el discurso de la noche y veo sus lágrimas contenidas. Agradece que estemos allí esa noche a la que nos ha convocado por su deseo incansable de hacer familia, de mostrarnos una vez más su amor y su inquebrantable fortaleza... en sus 30s ha prevalecido la sonrisa. Recorro los rostros de los presentes; todos contentos, es una auténtica noche de paz... Le sonrío, no sé si yo sería capaz de sobrellevar apenas algo de lo que ella ha vivido. Le regreso el brindis y pienso que bien podría ser mi hija. Me pregunto si así hubiera sido, habría sido la misma, si su garra habría salido en otra circunstancia, si su carácter y tenacidad habrían florecido igual si su padre estuviera a su lado; si se habría relajado en su hombro, si estuviéramos allí esa noche.

La vida no es un ensayo, nadie regresa a vivir otra. “Sueño que algún día esté de moda ser buena persona”. La veo bailar, jugar con sus hijos y con todos los presentes... susurro: “que la buenaventura te guarde y no te permita dudar de lo poderosa que eres”. Esa noche sonreí con plenitud silenciosa al ver su cara feliz. Su luz me tocó; regresé en paz a mi mundo. Feliz cumpleaños, Fernanda. Que la vida nos permita montones de momentos juntas. Aplaudo tu luminoso flow.

PD, termino de escribir esto y justo aparece en mi playlist Hallelujah... qué momento de júbilo.

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