"Una madre ucraniana, en Mazatlán"
La primer violín y concertino de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes por ocho años, Nina Farvarshchuk, actual concertino de la Camerata Mazatlán, dejó su natal Ucrania a los 21 años para tejer su sueño con la música en México.
En Culiacán nacieron sus dos hijos, Gabriel y Luca. Desde la primera vez que pisó la playa de Mazatlán se enamoró del puerto, pero también extraña monumentalmente a su madre y familia.
“A veces me salgo sola a dar la vuelta en el coche para llorar y que no me vean mis hijos, extraño mucho a mi familia, y sé que mi madre sufre por no tener cerca a sus dos nietos, los únicos que conoce, pero sé que es lo mejor que puedo hacer por mis hijos. Mazatlán es un buen lugar para criar a dos niños, la Escuela Municipal de Artes es mi hogar, la gente de ahí y del Centro de la ciudad quiere a mis niños y a mí”, compartió.
En el año 2000, una gran crisis económica generada por la separación de Ucrania de la Ex Unión Sovietica, propició que los mejores músicos de la ciudad de Odesa, en la orillas del Mar Negro, decidieran emigrar.
A México llegaron muchos y ocuparon sitios en las orquestas de este País; en el 2001 Gordon Campbell hizo audiciones para formar lo que hoy se conoce como la OSSLA, Nina fue una de las fundadoras de la primera orquesta profesional que existió en Sinaloa.
Unida a la música
Nina fue una estudiante que brilló en Odesa, desde los 5 años de edad empezó su amorosa relación con el violín, su madre era violinista profesional y le dio sus primeras clases. Siendo estudiante ganó el premio de Mejor Solista y Grupo de Cámara del Concurso Internacional de Música de Kiev e hizo estudios de perfeccionamiento en una institución de Bavaria en Alemania.
“Cuando era niña nunca sentí que era una obligación estudiar violín, me divertía mucho, nunca quería separarme de él”, dijo.
“Las tardes eran para estar con él, me sentía diferente porque los demás niños salían de la escuela y se iban a ver televisión, yo me iba al violín. A los 15 años entré en una escuela especial para niños con talento musical, ahí estábamos todo el día, además de las clases tradicionales teníamos excelentes maestros de música, todos llevamos nuestro instrumento y soñábamos con ser músicos profesionales, por fin dejé de sentirme diferente”.
Agregó que la música o cualquier disciplina artística es indispensable en la formación de un niño.
“Porque permite el desarrollo de las persona como seres espirituales, es importante fertilizar la parte artística de los niños porque estimula la creatividad, y eso sirve para desarrollarte en cualquier campo. Te permite tener una mejor vida, son herramientas para desarrollar tu sensibilidad”, expresa.
“Eso es un tesoro y yo, como madre, siento la obligación de darles eso a mis hijos”.
A los 19 años hizo una audición para ingresar a un prestigiada orquesta de cámara de Odesa formada por un director alemán.
“Estaba integrada por jóvenes que les interesaba la música contemporánea, tuve un gran director y fue mi primera oportunidad de tocar en una orquesta profesional, fui aceptada”, comenta.
“Tengo varios perfiles como músico, salí de la licenciatura como solista de orquesta, miembro de la orquesta, y de grupo de cámara”.
Su llegada a México
“En el año 2000, unos compañeros ucranianos que estaban tocando con la Sinfónica de Aguascalientes me invitaron a formar parte de esa agrupación y me vine”, recuerda.
“Fue complicado por que yo hablaba ruso, ingles y ucraniano, pero no español. El director Enrique Barrios me audicionó para la Orquesta de Aguascalientes, recuerdo que toqué un concierto de Tchaikovsky y me dijo: ‘Tú debes estar como solista’”.
Al mismo tiempo, audicionó con el maestro Gordon Campbell, que estaba formando la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes.
“Decidí venirme a Sinaloa como primer violín y concertino de esa orquesta, lo fui desde el 2001 al 2008”.
Familias separadas
En el 2008 hubo una crisis de violencia en Sinaloa, la inseguridad era el pan de cada día, Nina tenía su pareja y dos niños, Gabriel de 6 años de edad y Luca recién nacido, y decidió regresar a su tierra.
“En Ucrania las familias son parecidas a las mexicanas, muy unidas y muy cálidas. Extraño mucho a mi familia, a ellos no les pareció raro que me viniera a vivir a México porque saben que así es la vida de los artistas. Mi mamá se vino a tocar en la OSSLA en el 2001, también es miembro fundador, se tuvo que regresar porque mi abuelo tiene 92 años y ella está al pendiente de él, mi padre murió en el 2005”, comenta.
“Para mi mamá es una prueba muy difícil estar separada de sus nietos. Cuando mi hijo Gabriel tenía 6 años fue cuando decidí regresar a Odesa, nos fuimos toda la familia. Mi hijo Gabriel estaba asomado a la ventana y me dijo: ‘Mamá, esta es tu patria, no la mía’. Yo me quedé paralizada, era muy pequeño para hacer una reflexión así. Era evidente que extrañaba mucho Sinaloa y decidí regresar”.
Su esposo quiso quedarse allá cuando ella se vino a Sinaloa.
“Recuerdo el día que lo decidí, era un día gris de invierno. Nos separamos. La situación en Ucrania en este momento es de guerra civil, por eso no he podido visitarlos, mis hijos y yo tenemos seis años sin ir, pero vemos a mi mamá y platicamos con ella cada semana en la computadora”.
Mazatlán, su hogar tropical
Desde la primera gira en la que visitó Mazatlán se enamoró del puerto, le recordó el mar de Odesa, se conectó inmediatamente con la gente y el paisaje marino.
“Lo que más me gustó desde que llegue a Sinaloa fueron las giras que nos traían a Mazatlán. Odesa es un puerto y la gente de mar necesitamos ver el océano en el horizonte para sentirnos bien. Luca llegó bebé a Odesa y era invierno, lo sacaba a pasear al parque y se enfermaba, era un niño de trópico”, comparte.
“En Mazatlán el calor te agota, pero el invierno de Ucrania es más difícil, los niños hasta se mareaban con los días nublados. Hace poco fui seleccionada en una audición para tocar en una orquesta de Valencia, España, pero pensé que es muy difícil que encuentre gente que me quiera tanto como aquí, y decidí quedarme en Mazatlán”.
El amor, guía familiar
Nina trabaja en el Centro Municipal de Artes, da clases de violín y es concertino de la Camerata Mazatlán.
“Trabajo mucho, pero los fines de semana la paso con ellos, nos vamos de paseo a las islas que están alrededor de Mazatlán, vamos a los pueblos cercanos, nos gusta mucho La Noria, acampamos en la Isla de Venados”, afirma.
“Quiero que crezcan mis niños para que sean independientes, pero con formación cálida, con valores. Las artes, la naturaleza y el cariño que les doy son importantes para crear esos valores que les van a dar la fuerza del amor, que sé que los va a proteger toda la vida”.
A ella la impulsa el amor que siente por ellos, de ahí toma todas sus fuerzas para salir de los problemas, para ver cosas buenas en el futuro.
“Yo los adoro, ellos me devuelven tanto amor que me siento una mujer plena. Decidí darles la música desde muy pequeños, no los obligué nunca. Gabriel empezó con piano, pero era muy inquieto y le costaba trabajo, prefería correr y jugar... y lo dejé. Cuando cumplió 8 años me pidió entrar a clases de chelo, también estudian cerámica”.
Eligen lo que quieren ser
“Luca quiere ser marinero, le encanta el mar, y Gabriel se inclina por las ingenierías. Les doy la oportunidad de conocer la música, pero ellos van a decidir su futuro. La música les va a dar mucho, los dos forman parte de las orquesta juvenil e infantil. Luca ganó un concurso de cerámica recientemente, fue sobre los valores de la democracia, ganó segundo lugar y con los 3 mil 500 pesos que le dieron compró un kayac y lo usamos los fines de semana”, dijo.
“Me siento tranquila de que estén tomando sus clases en la tarde en el Centro Municipal de Artes, porque están cerca de mí. Lo más importante de ser mamá es enseñarles con amor, porque eso le da luz a cualquier cosa que existe en la vida. También el arte es una manera de acercarse a esa luz”.