Inicio apoteósico
¡Qué manera de empezar la temporada sinfónica de primavera de la OSSLA! la orquesta de Sinaloa. Después de la veda por la pandemia, escuchar en vivo y con una sala llena de gente y de expectación, la experiencia resultó apoteósica, las ovaciones lo confirmaron.
El júbilo de ver tanta gente reunida con la mirada puesta en la orquesta haciendo cola temprano, de ver tantas caras amigas, de respirar la sala, un templo de la música clásica, y la emoción contenida de los músicos por aparecer de nuevo en el podio con un programa magnífico y la particularidad de empezar tocando el himno de Ucrania en solidaridad a los ucranianos integrantes de la orquesta desde su fundación y con el país asediado, todo junto, resultó una vivencia inolvidable que se instaló en la memoria colectiva.
No es lo mismo escuchar la música sinfónica en un aparato de buena calidad que en vivo, aparecen sonidos inéditos que dan la impresión que se escucha la obra por vez primera, con sensaciones nuevas. El efecto sonoro de una orquesta es tan rico y amplio que unas bocinas no pueden reproducirlo, además de ver tocar a los músicos y el efecto sonoro de las familias instrumentales.
Naturalidad para inculcar
Tuvimos la fortuna que desde niños en casa se respiraba diariamente la música orquestal, los sonidos se colaron en la memoria y forman parte nuestra, mi padre acertadamente ponía música del mundo a la hora de comer, aquello realzaba el rico sabor de la convivencia y de la comida haciéndolo entrañable y familiar.
Recuerdo los pasos dobles, la música Musette del acordeón parisino, la música italiana, las orquestas americanas; sin darnos cuenta y de manera natural nuestro padre nos abrió la mente y el corazón a la cultura del mundo para que la apreciáramos a través de la música y de la lectura, nutriéndonos el alma; su servidor ponía los acetatos que él proveía.
La música clásica la reservábamos a la hora de hacer las tareas y más especialmente en la noche, era como un rito que nos despertaba devoción porque a través de la naturalidad los niños absorben la cultura y la hacen propia, de tal manera que la música, el dibujo y la lectura quedó asociada a los inolvidables y gratísimos momentos de la infancia y adolescencia, y por eso se disfrutan tanto: evocan esos bellísimos momentos.
De modo que el pasado jueves al experimentar en todo el cuerpo ese cumulo de sonidos organizados, los presentes sentimos un profundo regocijo, tan intenso que el alma de todos vibró al unísono por todas esas emociones que la música sinfónica provoca. Los músicos al terminar un concierto se llenan de adrenalina que les produce tocar y oírse juntos, al salir lo festejando conversando y de celebrarlo en un restaurant para extender la experiencia.
El programa
Miguel Salmón del Real retomó incluir a los grandes maestros, los clásicos, combinándolos con otros no tan conocidos por el gran público. El programa anual es muy ambicioso, creativo y digno de la calidad de los músicos. Preguntándoles a muchos, ellos disfrutan más tocar a los grandes maestros porque desafían su talento y muestran de qué están hechos.
Además tienen la oportunidad de lucirse con la música de cámara tan creativa con obras desconocidas que tocan en los conciertos de los martes con mucha asistencia; y por si esto fuera poco, los viernes toca la Banda Sinfónica Juvenil de Sinaloa del emérito maestro formador no solo de músicos sino de buenas personas, Baltazar Hernández Cano.
El programa anual, las temporadas de primavera y de otoño, tendrá como eje nada menos que las 9 sinfonías de Beethoven.
Beethoven nos ofrece frescura, intensidad, definición, un manejo de la forma musical concebida desde lo abstracto y plasmada maravillosamente en las tonalidades y sonidos orquestales. Va al grano, su música nos ofrece una síntesis del pensamiento, reflejo de una profunda reflexión y por supuesto de su maestría, muy típico de la música alemana, aunque su formación y madurez se dieron en Viena, la capital musical por mucho tiempo. Muchas de sus sinfonías reflejan una poderosa simplicidad que resultan tarareables, la 3ª provocó un salto en la música.
La dirección
Después de verlo muy poco en estos dos largos años, ahora observamos cómo Miguel Salmón madurado como director. A medida en que se van conociendo las obras brotan detalles que al principio no se captan, incluso después de escucharla muchas veces. Nunca la misma obra se toca igual, menos con diferentes directores, por lo que el reto del director es captar el espíritu del compositor y plasmarlo con los músicos a través de los ensayos, el secreto mejor guardado de los conciertos. Lograr que los músicos capten las sutilezas que cada párrafo tiene requiere maestría, y largas horas de estudio nocturno.
Lograr que la obra conecte emocionalmente detona los aplausos. Y esto, creemos seguirá sucediendo.
paulchavz@gmail.com