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"COLUMNA"

"Vértigo: Bumblebee"

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21/12/2018 12:51

Leí por ahí que Bumblebee (Ídem, EU, 2018), sexta entrega de la saga Transformers (2007-2017) y primera precuela/spin-off de la serie, es una película hecha para la gente que odia a las películas de los transformers. Puede que sea cierto, aunque no soy el más indicado para poder dar fe de esta afirmación, pues solo vi completa la primera cinta, mientras que la segunda la vi, entre coyotito y coyotito, en un camión que iba a Hermosillo, en inglés y subtitulada al francés.

Lo cierto es que, en efecto, Bumblebee mi hizo recordar los mejores momentos de la primera Transformers (Bay, 2007), cinta que recuerdo moderadamente simpática, por lo menos hasta antes de que la bronca entre decepticons y autobots se terminara imponiendo sobre Megan Fox, Shia LaBeouf y los demás personajes. La novedad en esta nueva entrega es que, aunque la guerra interminable entre los robots buenos y los robots malos sigue igual de vigente, no es el centro argumental de la película, que termina funcionando como una suerte de antología de cine infantil/juvenil ochentero, entre las comedias adolescentes de John Hughes y la inevitable influencia spielbergiana, con E.T. el extraterrestre (1982) como piedra de toque y El gigante de hierro (Bird, 1999) cual insuperada descendencia dramática-emocional.

Después de presenciar la enésima batalla entre decepticons y autobots en el planeta Hasbro –digo, Cybertron-, el soldado B-127 es enviado a la Tierra por Optimus Prime (voz de Peter Cullen) con el fin de protegernos a nosotros de la amenaza de los robots malosos. Al llegar a nuestros lares, B-127 toma la forma de un vochito amarillo de los años 60 y es en este disfraz que  la emproblemada adolescente Charlie Watson (Hailee Steinfeld, todavía con la viada de su comedia de crecimiento juvenil Mi vida a los diecisiete/Fremon Craig/2016) lo encuentra en un yonke californiano, en el verano de 1987.

Si usted lo recuerda del primer Transformers, Bumbleee (o “el abejorro”, pues), no puede comunicarse más que a través de fragmentos de canciones y diálogos que retoma de las estaciones de radio que capta a su alrededor y lo que vemos a lo largo de la cinta es, precisamente, cómo B-127 aprendió a “hablar” de esa manera y cuál fue el origen de su interés por nosotros, los seres humanos, luego de ser criada por su “hermanita humana”, la huérfana de padre, mecánica natural y fanática de The Smiths, Charlie Watson. O sea, he aquí, E. T. el extraterrestre con muchacha de 18 años en lugar de chamaquito. 

De esta manera, el guion de Christina Hodson le da mucho más peso a los conflictos típicos de la edad de Charlie –su deseo de salir de su casa, el sentimiento de no encajar en ningún lado, sus escarceos amistosos/románticos con algún agradable vecino afrolatino (Jorge Lendeborg Jr.)- y al desarrollo de su amistad con el torpe robot amnésico pronto apodado Bumblebee, que con los afanes de los malosos decepticons (voces de Angela Bassett y Justin Theroux) o los esfuerzos de los infaltables militares gringos, representados por el agente Jack Burns (John Cena, levemente autoparódico), que no entienden que el susodicho robot solovino no es una amenaza para nosotros, sino un valiente soldado enviado a protegernos.

Travis Knight –animador de la Casa Laika en Coraline y la puerta secreta (Selick, 2009) y ParaNorman (Butler y Fell, 2012), realizador debutante con la nominada al Oscar 2017 Kubo y la búsqueda samurái (2016)- ha dirigido su primera película de acción viva, participando en una franquicia que, más allá de su decepcionante –económicamente hablando- última entrega, ha resultado ser una exitosísima saga a prueba de crítica. Ojalá que este pago de derecho de piso de Knight –y de la joven guionista Hodson- signifique algo para que los dos tengan acceso a proyectos más personales. O, por lo menos, a que algunos blockbusters en los que participen aguanten, ya de perdida, el palomazo. Como Bumblebee, precisamente.

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