Sin proponérselo, Llámame por tu nombre (Call Me By Your Name, Italia-Francia-Brasil-EU, 2017), noveno largometraje del consolidado cineasta italiano desconocido en México Luca Guadagnino (Yo soy el amor/2009, que llegó a nuestro país solo en DVD; Cegados por el Sol/2015, disponible en formato streaming en Cinepolis Klic), termina funcionando como una auténtica provocación moral.
Estamos en el norte de Italia, en 1983. A la casa veraniega del Profesor Perlman (Michael Stuhlbarg) llega Oliver (Armie Hammer, cual rubio objeto del deseo), un estudiante de doctorado que será el asistente del profesor durante seis semanas.
Bajo estas circunstancias, el hijo de Perlman, Elio (Timothée Chalamet), de apenas 17 años de edad, tiene que ceder su cuarto al “usurpador”, mientras ve cómo ese perfecto Adonis gringo se roba la atención de todo el mundo. Por supuesto, lo que siente Elio no son celos, sino algo muy diferente.
Llámame por tu nombre está basada en la novela homónima de André Aciman, que fue adaptada por el veteranísimo cineasta retirado James Ivory (Un romance indiscreto/1985, Howards End/1992, Lo que queda del día/1993) quien, de hecho, había intentado dirigir la cinta varios años atrás. Al final de cuentas, Ivory terminó solo escribiendo la adaptación cinematográfica con la que ganaría, el domingo pasado, el Óscar 2018 a Mejor Guión Adaptado.
Estamos ante una bucólica historia del despertar sexual de un jovencito en un escenario idílico, capturado por la sensual cámara de Sayombu Mukdeeprom: una Arcadia pastoral en el que reinan los sentidos. Se come, se escucha, se toca, se ve, se huele el deseo: al nadar en una fuente, al comerse un durazno, al tocar a Bach al estilo de Liszt.
Pero ya sabemos que cuando se despierta al amor, suele despertarse también al dolor. Y para qué quejarse, si así es la vida. Llámame por tu nombre es, sobre todo, una apasionada defensa de la sensualidad/sexualidad más abierta.
En eso radica la provocación que mencioné en las primeras líneas, pues en estos tiempos en los que la necesaria exposición de los abusos sexuales en Hollywood se ha ido transformando en una puritana cacería de brujas, la historia de amor entre un jovencito de 17 años y un hombre mayor parece un pecado de lesa majestad moral, más aún cuando es el muchacho el que seduce, no el seducido. Pero, la verdad, ¿quiénes somos nosotros para juzgarlos?
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Foto: filmaffinity.com








