"VÉRTIGO: 'Sushi a la mexicana'"
Juana Martínez (la culichi Diana Elizabeth Torres en su primer protagónico en el cine) es una madre soltera con hijita en edad escolar (Kaya Jade Aguirre) y papá viudo refunfuñón pero buenazo (Rodrigo Duarte Clark). La mujer vive en la parte este de Oakland y se levanta cada madrugada para acompañar a su padre a comprar la fruta más fresca y barata posible, pues esta pequeña familia nuclear-extendida se sostiene, en parte, con un carrito callejero en el que venden vasos de fruta picada con el clásico chilito y limón.
Pero por más luchones que son los Martínez, no les alcanza: Juana trata de completar el gasto trabajando en un gimnasio, mientras su padre chambea horas extras en alguna tienda departamental. Peor se ponen las cosas cuando un par de malandrines les roban las ganancias de la venta de fruta a Juana, con todo y golpiza incluida.
Así que cuando la mujer ve, deambulando por el centro de Oakland, que un restaurante japonés necesita una empleada, ni tarda ni perezosa aplica para el trabajo. Muy pronto su habilidad con el cuchillo -esa experiencia con la fruta- y su innata curiosidad, provocan que el chef del restaurante, el muy serio Aki (Yutaka Takeuchi), le empiece a confiar algunas responsabilidades. Poco después, Juana empieza a soñar: ¿por qué no puede ser ella una auténtica chef de comida japonesa?
Sushi a la mexicana (East Side Sushi, EU, 2014), ópera prima del veterano editor en efectos especiales Anthony Lucero –quien ha trabajado en buena parte de las sagas fantásticas de ciencia ficción y fantasías de los últimos lustros, sea Star Wars, El planeta de los simios, Harry Potter, Piratas del Caribe, Los Juegos del Hambre, películas de la Casa Marvel y otras más-, es un sencillo y agradable melodrama femenino que sigue a pie juntillas algunos de los elementos clásicos del woman’s film.
Así pues, la Juana de la muy justa señorita Torres enfrenta dos de los cuatro retos que tiene que resolver cualquier protagonista femenina en un woman’s film tradicional: no la elección –Juana no tiene que elegir el trabajo sobre su familia o viceversa, por ejemplo- ni tampoco el sacrificio –Juana no enfrenta una decisión de vida o muerte-, pero sí el sufrimiento como cualquier madre soltera luchona –su preocupación por mantener a su hija y pagar su educación es constante- y, sobre todo, la competencia, pues tiene que demostrar que es buena para lo que quiere hacer. Y por partida doble, de hecho.
El corazón dramático de la cinta radica en que Juana demuestre que puede ser una buena cocinera de sushi, con todo y que se supone que una mujer no puede serlo –las mujeres tienen las manos demasiado calientes y el perfume que usan echa a perder la comida, le dice alguien- y menos aún si esa mujer es latina y no japonesa. Es decir, Juana tiene dos prejuicios que vencer: por ser mujer y por ser descendiente de mexicanos.
Como cineasta y guionista, el debutante Lucero es discreto, pero funcional. La película es todo lo convencional que se quiera –cuando Juana entra a un concurso regional de “Campeones de sushi” es obvio cómo va a terminar todo-, pero está realizada de forma muy competente. Acaso no sea mucho, pero sí lo suficiente como para pasar un inocuo buen rato.
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