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Las alas de Titika

Y con Shakira... recordamos a Juanga

LAS ALAS DE TITIKA

Soñé con mis pies descalzos caminando en los vagones de un metro enrarecido. Shakira y el Metro, los trending topics, vinieron a recordarme lo vulnerables, lo frágiles y fallidos que solemos estar en este andar por la vida. En la intimidad o el bullicio, todo queda expuesto ante el sol más brillante. Algo así como de Antología “...para amarte necesito una razón y es difícil creer que no exista una más que este amor...”.

No, no es suficiente. Bueno sí, pero el gusto te delata. Así como pasó con el divo de Juárez, un sabiondo señor nos vino a decir que quienes coreábamos las canciones de Juanga éramos seres ramplones, poco letrados y plebeyos al preferir esa música tan facilona y ordinaria. No quiero ni imaginar lo que tuviera que decir ese experto si ahora entrara al quite y que en lugar de Shakira se tratara, además, de Santa Fe Klan —pero, error, se metió con el divo y hasta la chamba perdió— “...pero qué necesidad, para qué tanto problema, no hay como la libertad de ser, de estar, de ir, de amar, de hacer, de hablar, de andar así sin penas...”

Salí del sueño y vino a mi mente la mirada enamorada de mi ex viendo cómo me destornillaba bailando con mis Pies descalzos intentando mal emular el grácil contoneo de caderas; que a decir de su mirada yo era por mucho mejor que ella —aquí ya nos estamos metiendo en problemas de comparación y, no, la virgen nos libre de eso—.

Lo que ahora aplaudo es que en mis tiempos mozos estábamos cantando Un día de enero y no ésta de despecho porque allí mi amiga B habría salido mal parada. Su ex le habría cantado a ella, pues claramente lo dejó por otro, y no precisamente mejor, le habría restregado él, aunque yo digo que sí. La cosa es que por más que quisimos desentendernos, mi amiga y yo no pudimos dejar de aplaudir a Shakira por su nuevo tono despechado, le va muy bien y parece que muchas quisieran estar igual en sus pies descalzos para cantarla a todo pulmón.

Ahora, con todo y sus años, mi amiga B igual se desgarganta pues justo se la aplicaron a ella; ya aceptó que La vida es una tómbola, como bien lo dijo Johnny Laboriel. Mi amiga y yo estamos seguras de que Shakira apenas le subió un tono más a I will survive, con nombres y entrometidos.

Salí de mis sueños y de mis cavilaciones. Fui corriendo al Metro pues ya era tarde y al descender me encontré de nuevo con el micrófono dispuesto para que los usuarios entonen su canción favorita, acompañados de una pista musical.

El próximo en escena era un tímido señor que, animado por sus cuates, tomó valor y empezó: “...por tu maldito amoooooor, no puedo terminar con tantas penas, quisiera reventarme hasta las venas, por tu maldito amor, por tu maldito amor...”.

No señor, flagelarse, claramente, ya no aplica. Ya supérela, póngase a tono y que le salpique un poco de la polvareda de Shakira. Parece que alguien me escucha y otra vez suena Juana: “...si estás pensando que sufriendo estoy, estás soñando no sabes quién soy, soy insensible a heridas de amor, jamás un ayyyy de dolor...”.

Llego al andén y descubro que unos uniformados se disponen a guardar el orden. Dicen que estamos haciendo mucho ruido, yo digo que apenas estamos empezando. Hay que facturar, y bien; además lo pide Hacienda.

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