Para algunos extranjeros resulta simplemente incomprensible nuestro afán de diluir los jugos con un 60 por ciento de agua y reemplazar la pérdida de endulzantes naturales con azúcar añadida. Nosotros les llamamos aguas frescas y son tan mexicanas como los tacos.
Hacemos agua fresca a partir de frutas, flores, vegetales o cereales. Las ponemos en vitroleros que muestran sus diversos y coloridos contenidos.
Al agua de limón se le agrega chía, la horchata puede ser blanca o rosa, la jamaica aunque no es mexicana se toma en todo el País, la cebada, para el que no es común, rompe con los límites de lo posible y de lo probable.
Son la constante de las comidas en las casas mexicanas, para su preparación solo se necesita agua, azúcar, pulpa de fruta y hielo; la fruta suelen ser los sobrantes de la fruta del desayuno, esto hace que el agua pueda ser de una sola fruta o de la combinación de varios recortes. El hielo es un ingrediente fundamental, tiene que estar en sus justa cantidad para mantenerlas bien frías, pero antes de ponerse heladas.
Aunque las más populares son las de limon, horchata, jamaica o tamarindo, dependiendo de la zona del País en el que esté, se pueden encontrar variantes únicas y superinteresantes.
De las más exóticas que me encantan está la de guanábana que es de temporada o la de mazapán.
Pobres extranjeros que tienen que acompañar sus comidas con vino o con té helado, nosotros en México tenemos más variedad.