"Evangelización, Educación y Cultura: Navidad, el nuevo y eterno renacer"
Padre Amador Campos Serrano
Final e inicio, dos términos de una misma realidad, significados opuestos convergiendo en el interior de su existencia, revelación del misterio de la continuidad de un único origen.
El sagrado texto evoca “hubo mañana y tarde”, señalando los limites marcado en el devenir de un tiempo definido en el accionar de la Palabra, en la dinámica de renovación constante, para estar en renovación permanente.
Nacer-morir-nacer, evolución constante de un cosmos, en apariencia estático, pero dentro de sí en interna evolución, haciéndolo revivir desde su final continuo para avanzar hacia su punto omega, para poder vivir en el alfa de la eternidad, convergiendo en la sonoridad de la palabra de donde tuvo su origen.
El portal de tiempo, un humilde portal, es iluminado por la luz enigmática de la estrella de la eternidad, la riqueza de una humanidad despojada del oropel de fatuas veleidades se concentra en la contemplación del nacimiento, que hace renacer la esperanza perdida del hombre caído, cuya mirada se levanta desde su misma postración al descubrir el misterio de su grandeza original.
La ternura de un niño atrae la mirada de los siglos, mientras es rodeado por la figura de un mundo en su primer momento. La madre de los hombres, la Eva en su estado original, apoyada en el regazo del varón, cuyo nombre es Adán, sociedad creada en Dios, pero trastocada en híbridos misticismos.
María y José, desde el recorrido de un largo caminar, el caminar de una humanidad buscando posada, después de su salida del lugar donde está su hogar.
El rústico ambiente evoca la esperanza de vuelta al Edén perdido, Ella y Él, el místico origen, imagen desvanecida del Amor Eterno, en el diálogo interno engendrador, en el amor del Hijo, que es su complementación.
La síntesis del universo se renueva en la unión de estos personajes, esencia del acto creador, de aquel a quien llamamos Dios, hoy hecho humanidad por el fruto del amor, yace en la ternura de un sublime ambiente, portador del anuncio de la llegada de un nuevo reino: el reino del amor.
El círculo del amor trinitario se hace presente, evocando la eternidad a donde convergen los hombres y los ángeles de la buena voluntad, es la reconstrucción de un mundo perdido y siempre añorado, invitación a volver a nacer. El final de un caminar para volver a una constante renovación en una humanidad hoy divinizada.
¡Feliz Navidad a todos en el renacer del hombre nuevo en todos y en cada uno de nosotros!