"La Fórmula de la Felicidad: Un mundo en movimiento constante, que reta los apegos"
Desde la comodísima butaca del tren que me traslada a un nuevo destino, mi razón y emoción tratan de ponerse en equilibrio ante todas las experiencias vividas en los últimos días.
Presiento que Pelluch, mi compañero voluntario y amable de indagación apreciativa turística, olfateaba las preguntas poderosas que me invadían y se enfocó a buscar que la exposición natural intencionada me permitiera acelerar las respuestas que vine a buscar hasta el otro lado del mundo.
Para quienes conocen mis comportamientos, las pausas conscientes se han convertido en un aliado en los últimos tiempos, otorgándome un recurso dosificador de mi hiperquinesia natural, que forma parte de ese 50 por ciento de lo precargado, que menciona la doctora Sonja Lyubomirsky en su tarta de la felicidad.
Desde mi llegada, el sentimiento que me provoca ver las hojas caer de los árboles ante el inminente paso del otoño, así como la cercanía del frío invierno, me reiteran la importancia de soltar para poder guardar reservas energéticas emocionales positivas, para buscar florecer cuando llegue la primavera. Cuánta similitud con nuestra vida, cuántas veces nos aferramos a las cosas, a las personas y hasta a las situaciones, lo que nos limita en la visualización y el logro del futuro deseado.
Camino a Castelló de la Plana, inesperadamente nos detenemos en un parque natural. Confieso que si me hubieran dejado decidir, mi intencionalidad estaba en otro lugar, en otras acciones, pero quise darle la oportunidad a las diosidencias de la vida. Me puse en modo pausa consciente para recibir y agradecer todo lo bueno del momento, incluso dejarme sorprender por el mismo. Sonaba interesante explorar un ecosistema mediterráneo, que aún posee playas salvajes de dunas con bosques, arrozales y un enorme lago por el que pasear. Por mitote al menos, saber a dónde se cultiva el arroz con el cual se prepara la deliciosa paella valenciana.
Pero más allá del sentido turístico y culinario, el valor ecológico es muy grande, ya que aquí se encuentran especies de gran valor para el ecosistema y están en peligro de extinción. Razón por la cual mi primer zarandeo emocional fue la justificación plasmada en un cuadro cuyo texto me permito replicar: “Durante la migración en otoño e invierno, las aves se agrupan en grandes bandos, necesitan descansar para superar sus viajes y sobrevivir”.
Es de impacto el silencio absoluto que se percibe, desde los niños hasta los adultos visitantes cuidan no alterar con el ruido de sus voces y sonidos provocados, el proceso de descanso de las aves. ¿Cómo les han enseñado ese profundo respeto por el cuidado de la naturaleza?
En la cabaña-observatorio, permanezco en atención plena sin juzgar, sólo saboreando este “raro” momento, después soy invitado a ascender al faro y desde las alturas, en un ejercicio a vuelo de pájaro, como recomienda el prolífico escritor, psicólogo, egresado de la Universidad de Oxford, Edward de Bono, establezco la interpretación de emoción y pensamiento. ¿Qué me llevo de este momento?
Esta atractiva pregunta me dejó en el infinito y más allá, fue necesario un día más de viaje para dar respuesta, así que a la velocidad del tren y con la calma de fondo del Mar Mediterráneo, testigo natural de tantas migraciones y conquistas, enfoco mi propia respuesta.
¿Con qué me quedó? Sin lugar a dudas, en cada ciudad visitada, he observado un abanico de lenguas y costumbres, un desfile de nacionalidades donde el mundo se ha convertido en propiedad de todos. Actualmente, los desplazamientos y la movilidad entre ciudadanos son vistos como algo natural en el proyecto de vida de las personas, ¿qué fuerza de voluntad se necesita para dejar la calidez de un hogar a fin de salir a buscar un nuevo destino a tus sueños, pero tan ajeno a tus raíces de origen, relaciones que pueden ser retadoras, en ambientes inhóspitos, que en mucho de los casos marginan al aventurero.
¿En qué momento de la migración humana hacemos la pausa para cargar energía como si fuéramos aves? Se dice que el principal hurtador energético en estas situaciones es el apego. Debo confesar que la capacidad de adaptarse rápido a nuevos ambientes es algo que admiro, la gente que se atreve, que se anima y que suelta para volver encontrar, genera en mí mucho respeto. ¿Te imaginas cómo sería nuestro mundo si viviéramos como muéganos?
Hablar actualmente de desapego emocional es quitar el concepto mal entendido que nos hace parecer “los egoístas del cuento”, nada más lejos de la realidad. Practicar el desapego no significa romper vínculos con todo aquello que es importante para nosotros, ni siquiera significa dejar de tener objetivos o de querer cosas. “Más bien significa que, aunque yo quiera algo, no lo necesito para vivir feliz”, de acuerdo con John Bowlby
Están anunciado mi llegada a Barcelona y la conclusión llega como por arte de magia. Aprendí que el apego es necesario para crecer, para sentirnos seguros, para fortalecernos emocionalmente, principalmente en la etapa de la niñez y preadolescencia, con el único objetivo de que seamos adultos autónomos e independientes. En algún momento, como las aves de Albufera, el apego debe dar paso al desapego, tarde o temprano, para migrar a nuevos retos necesarios en la vida. Yo no puedo depender de mis padres toda la vida para sentirme seguro porque es probable que los pierda en el camino. Nada dura para siempre, por lo tanto, si yo me aferro a algo y lo pierdo, sufriré. Qué importante en las conversaciones marcar esos espacios de silencio constructivo para interpretar correctamente las migraciones que nos tocan vivir.
Y mientras viajamos imaginariamente, seguimos conectados en mi página Oscar García Coach.