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Rescate

La ardua tarea de rescatar a los animales silvestres del tráfico ilegal en Guatemala

Arcas Guatemala es una organización sin fines de lucro, ubicada en el departamento de Petén, que se dedica a la rehabilitación y reintroducción de animales silvestres víctimas del tráfico ilegal.

Solo entre 2018 y 2021, su equipo logró el rescate de más de 1300 aves, mamíferos y reptiles de diferentes especies.

La historia de la cría de mono araña (Ateles geoffroyi) encontrada por un guardaparques en el suelo del Parque Nacional Tikal, en Guatemala, es básicamente la misma de todos los monos que llegan al centro de rescate.

Sin rastros de su madre, indefensa y enferma, la pequeña hembra sobreviviente, con apenas unas semanas de vida y la piel profundamente lastimada por la sarna, fue rescatada y trasladada a donde pudieran ayudarla. “La historia de uno, es la historia de todos. Para nosotros, es lo normal: que maten a la madre y llegue aquí una cría muy pequeña, que nosotros tendremos que manejar y darle el alimento necesario para su edad”, dice Fernando Martínez, veterinario y director del Centro de Rescate de Arcas Guatemala.

Desde 1989, esta organización sin fines de lucro ubicada en el departamento de Petén, se dedica a rehabilitar y reintroducir animales silvestres víctimas del tráfico ilegal. Su equipo busca conseguir la liberación de cada ejemplar a su hábitat, aunque no todos tienen las mismas posibilidades. Varios han tenido que permanecer en sus instalaciones porque su vulnerabilidad física y de salud no les permite volver a la naturaleza.

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Durante los primeros días que llega un animal al centro, el equipo de expertos define si es apto o no para ser rehabilitado. Este es un proceso muy largo —agrega el especialista—, pues especies como los primates llegan a estar en el centro durante un periodo de seis a ocho años, hasta conformar un grupo social unido que, tras un estudio final, se decidirá si ya es posible liberarlo, para comenzar a monitorearlo en el exterior.

“La sarna es un problema clínico muy raro en los monos —agrega Martínez, sobre el caso de la cría de Tikal. Pero se diagnosticó, se trató y mejoró bastante. Todavía no le termina de salir bien el pelo, porque la sarna daña mucho los folículos, pero ya tiene cara de mono”, describe el especialista. Ahora, este pequeño primate se enfrentará al reto de integrarse a un nuevo grupo social de monos araña, hasta que sea tiempo de volver juntos al bosque.

Los ejemplares que se quedan forman parte del Centro de Educación en Biodiversidad (CeBio), en la Reserva de la Biosfera Maya, inaugurado por ARCAS Guatemala en 2021, con la intención de hacer conciencia en la población guatemalteca y visitantes sobre el tráfico ilegal de especies y otras amenazas a la vida silvestre.

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Solo de 2018 a 2021, el equipo recibió 1 357 aves, mamíferos y reptiles de diferentes especies. Esta cifra incluye animales confiscados, donados, rescatados o nacidos en cautiverio. Anualmente, recibe entre 300 y 600 animales de más de 40 especies.

Tráfico ilegal de fauna silvestre: amenaza de larga data en GuatemalaSegún el Diagnóstico del Tráfico Ilegal de Vida Silvestre, realizado por la organización WCS Guatemala en 2020, como parte de la estrategia nacional del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) para combatir este delito, el tráfico ilegal de vida silvestre se posiciona en el tercer lugar entre los delitos ambientales del país —con 769 casos judicializados en el período de 2014 a 2019—, “solamente detrás de los delitos en contra de los recursos forestales y el atentado contra el patrimonio natural y cultural”, afirma el documento.

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Este reporte reconoce que las debilidades institucionales, en cuanto a identificación de especies y procesos de trazabilidad poco claros o escasos, tienen como resultado una subestimación en el espectro de especies afectadas. Sin embargo, se tienen datos de que los psitácidos o loros, el mono araña y venado cola blanca (Odocoileus virginianus), así como la iguana verde (Iguana iguana) y la tortuga jicotea (Trachemys scripta), son las especies que enfrentan las mayores amenazas. Además, el departamento de Petén, junto con las áreas boscosas de San Marcos y Quetzaltenango, “son los sitios rojos de extracción de fauna que se comercializa en el Altiplano y Occidente de Guatemala”.

“A lo largo del tiempo se ha visto un marcado desinterés por parte de las autoridades. Hay cada vez menos puestos de control. Hay menos decomisos, hay menos investigación, hay menos inteligencia buscando controlar el tráfico ilegal. En los noventa, veíamos decomisos de más de 800 o 900 animales. Ahora estamos teniendo 20 o 30 al año. No es realmente porque no haya tráfico, es porque no hay control. Es porque son áreas que quedan totalmente desprotegidas”, asevera Alejandro Morales, veterinario y subdirector del Centro de Rescate de Arcas Guatemala.

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Los especialistas de Arcas Guatemala señalan que el tráfico ilegal siempre ha existido en el país. Ya sea en las áreas naturales protegidas o en los parques nacionales, las comunidades aledañas han extraído animales silvestres como medio de subsistencia y los han vendido hacia un mercado exterior en las ciudades. Sin embargo, también sucede en áreas privadas y áreas sin control. Esto es aún más difícil de controlar —agregan— cuando existe una falta de seguimiento e investigación por parte del Conap y la División de Protección a la Naturaleza (Diprona). Estos vacíos han permitido que el delito haya evolucionado con los años.

“Ya no es la gente llevando loros en autobuses. En hoteles, por ejemplo, hemos encontrado cajas de hasta dos niveles —construidas específicamente para el tráfico— donde una especie va arriba y otra abajo. Llevan de 30 a 40 loros por caja. Entonces, el tráfico se ha convertido en algo muy especializado”, asegura Fernando Martínez.

Los expertos generalmente obtienen poca o nula información sobre cada caso, incluso cuando se trata de casos confirmados de tráfico ilegal de fauna. Rara vez se sabe, por ejemplo, si un mono era parte de una tropa, si se vio a la madre o cuánto tiempo estuvo en una situación riesgosa.

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“Aun cuando hay procesos judiciales, cuando la policía o el guardaparques detienen el tráfico ilegal, no hacen esas preguntas. Esa información nunca se sabe y este es uno de los mayores riesgos de trabajar en esto”, dice Morales, pues al no saber el origen de cada animal, existe un riesgo no solo del comportamiento de cada uno, sino de enfermedades que pueden contagiar a otros miembros de su especie.

Rehabilitar para liberar

Cada liberación de guacamayas rojas (Ara macao) representa años de trabajo para Arcas Guatemala. En 1994, la organización comenzó su programa de cría de esta especie y, tras diez años de investigación y experimentación, logró su primer polluelo en abril de 2004. Desde entonces y hasta 2021, crio con éxito a 66 polluelos, hijos de guacamayas confiscadas y no aptas para ser liberadas a la naturaleza.

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“Son guacamayas que se han recibido del tráfico ilegal y las parejas que se forman en el centro tienen una viabilidad genética para tener una progenie adecuada en la Reserva de la Biosfera Maya; se reproducen en cautiverio, las crías son crecidas por sus padres, llegan a una madurez, se hace una rehabilitación física, psicológica y conductual, salen a ser reintroducidas y sobreviven”, explica Alejandro Morales.

Sin excepción, cada una recibe evaluaciones médicas y de comportamiento exhaustivas antes de su liberación, para asegurarse de que se adaptará a la naturaleza y que no llevará enfermedades a las poblaciones nativas. Además, dependiendo de los recursos disponibles, algunas aves tendrán transmisores satelitales para darles seguimiento y evaluar su éxito en la adaptación a la naturaleza.

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La guacamaya roja es emblemática de la Selva Maya. Se trata de una especie que figura bajo la categoría de Menor Preocupación en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), pero como en Peligro crítico o en vías de extinción dentro del Listado de Especies Amenazadas de Fauna Silvestre en Guatemala (LEA) y dentro del Apéndice 1 de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies de Flora y Fauna Amenazadas (CITES), por su alto valor dentro del comercio ilegal.

En general, entre 2018 y 2021, Arcas liberó 457 animales rehabilitados en santuarios o reservas apropiadas para cada especie. Fueron 153 aves, 147 mamíferos y 157 reptiles. De acuerdo con los especialistas, los reptiles son los más sencillos de concluir un proceso exitoso; pero las aves y los mamíferos a menudo necesitan años de trabajo para alcanzar la liberación, entre el paso de la cuarentena, la formación de un grupo viable y las diversas etapas de rehabilitación.

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“En todos estos pasos, lo importante es el ingreso —dice Martínez—. Muchas veces necesitan de apoyo veterinario, cirugías, tratamientos médicos, físicos o etológicos. Todo es un proceso que se ha venido desenvolviendo para tener una rehabilitación más científica, que les dé a los animales mayores posibilidades de adaptarse a su medio ambiente silvestre”.

Sin embargo, Arcas reporta que muchos de los animales que reciben tienen mala salud y mueren en cuarentena, están heridos o son ex mascotas acostumbradas a los humanos y que nunca podrán ser devueltos a la naturaleza. “A menudo se cita que solo 1 de cada 8 animales salvajes cazados furtivamente y traficados llega vivo a su destino, pero la verdad es que nadie lo sabe realmente”, asevera su reporte de actividades de 2018 a 2021.

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“Hay muchos casos emblemáticos, pero no todos llegan a un final feliz”, narra Alejandro Morales. “Tuvimos el caso de un jaguar baleado en una finca, donde depredaba ganado. En Guatemala, tenemos bastante ganadería en áreas espaciosas que se han ido deforestando. Se tiene la tendencia a creer que los jaguares son los principales depredadores y la gente le pone precio a los jaguares. No necesariamente es tráfico ilegal, pero sí están haciendo un acto ilegal”.

Este ejemplar recibió impactos con una escopeta de perdigones hechos en casa. Llegó al centro de rescate con mucho daño: fractura de vértebras y costillas, perforación pulmonar y gástrica. “El animal terminó falleciendo”, lamenta Morales.

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Educar para salvar

Luego de la creación del centro de rescate, el paso de los años llevó a Arcas a diversificar sus actividades. Hoy trabajan en educación ambiental y manejo de áreas protegidas, así como en la conservación de tortugas marinas, el desarrollo comunitario sostenible, ecoturismo y reforestación.

Uno de sus proyectos más recientes es el Centro de Educación en Biodiversidad (CeBio), ubicado a orillas del lago Petén Itzá, junto al centro de rescate. Sus instalaciones tienen senderos interpretativos, exhibiciones —sin interacción con los visitantes— de animales vivos no liberables y exhibiciones interactivas de realidad virtual en un pabellón en forma de templo maya.

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“Estos animales son como embajadores de los que se fueron, son embajadores de lo que sufren en el proceso de tráfico ilegal —dice Fernando Martínez. En un zoológico no se exhibe un loro sin un miembro o un rapaz sin un ala. En cambio, en el Centro de Educación, lo que queremos es que la gente conozca el daño que le hacemos a los animales silvestres. En los rótulos, por ejemplo, explicamos que, para capturar un mono, murió la mamá. Queremos que la gente conozca la verdad del tráfico ilegal”.

También exhiben las radiografías que muestran el estado de salud de los animales al momento de su ingreso al centro, las fotografías del estado físico de los ejemplares que sufrieron una amputación o de las jaulas de las que fueron rescatados.

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Hasta marzo de 2023, el CeBio contabilizó 137 animales no reintroducibles a la naturaleza y que se convirtieron en residentes permanentes.

“Cada animal o cada proceso que nosotros hacemos aquí en el centro es icónico para nosotros —concluye Fernando Martínez. Liberar a un loro, una guacamaya, un mono o un ave rapaz que ha sufrido una fractura o un balazo —que es como llega la mayoría de estas especies— es para nosotros lo más importante. Que se hagan parte de la naturaleza otra vez, es para lo que trabajamos”.

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