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Jubileo

Desarmemos los reclamos, quien se cansa del diálogo no espera la paz: Papa León XIV

En su discurso a los participantes del Jubileo de la Diplomacia Italiana, León XIV exhorta a cultivar no solo la belleza y la precisión de nuestros discursos, sino sobre todo la honestidad y la prudencia: lo opuesto a la mediación no es el silencio, sino la “ofensa”, armada de “mentiras, propaganda e hipocresía”
13/12/2025 07:16

Un apretón de manos sella un acuerdo. “Ad cor”, al corazón, evoca un latido aún más auténtico, uno que habla de honestidad. Este valor a menudo se ve ahogado en los espacios públicos por el estruendo de la ofensa, que blande mentiras, “propaganda e hipocresía”. Por lo tanto, la exhortación a “desarmar” las palabras es siempre urgente. Un leitmotiv que debe revivirse constantemente, ya que quienes están cansados de él ya han dejado de “esperar la paz”.

Este es el riesgo contra el que el Papa León XIV advirtió esta mañana, 13 de diciembre, a los participantes en el Jubileo de la Diplomacia Italiana. Más de tres mil funcionarios fueron recibidos en el Aula Pablo VI, entre ellos el Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional y Vicepresidente del Consejo de Ministros, Antonio Tajani.

Aspirando al bien y a la justicia que faltan

El tradicional paso por la Puerta Santa, recordó el Pontífice, es un gesto de esperanza compartida, un tema clave del presente Año Santo. Una virtud que no es un “deseo confuso de cosas inciertas”, sino “el nombre que toma la voluntad cuando tiende firmemente hacia el bien y la justicia que siente que faltan”.

“La esperanza, por tanto, demuestra un significado precioso para el servicio que prestan: en la diplomacia, solo quienes realmente esperan buscan y apoyan siempre el diálogo entre las partes, confiando en la comprensión mutua incluso ante las dificultades y las tensiones. Dado que esperamos comprendernos, nos comprometemos a hacerlo buscando las mejores maneras y palabras para llegar a un acuerdo”.

Al corazón, más allá de las formalidades procesales

Los pactos y tratados, observa el Papa, nacen de acuerdos. Una palabra que evoca el corazón y expresa la sinceridad de gestos a veces reducidos a formalidades procesales. Este es el rasgo que distingue una auténtica misión diplomática de una basada en cálculos para obtener beneficios partidistas o en equilibrar rivales que, en realidad, ocultan profundas distancias. Resistir tales excesos significa imitar a Jesús, ejemplo brillante de reconciliación y paz al participar en el diálogo de Dios con los hombres. Esta es precisamente la palabra que resuena repetidamente en el discurso de León XIV: conversación, piedra angular de las relaciones fundamentales de nuestra existencia.

Dialogar en la Familia

No es casualidad, señala el Papa, que un lugar donde las relaciones son como el hogar, como la familia, pueda asociarse con todo un pueblo. «Madre» es el término utilizado para definir la lengua propia, que preserva la cultura de toda una «patria». Las palabras, en cada idioma, expresan una comprensión específica del mundo, desde sus valores más elevados hasta las costumbres cotidianas: un patrimonio compartido que permite el progreso de la sociedad.

“En un clima multiétnico, resulta esencial fomentar el diálogo, fomentando la comprensión mutua e intercultural como signo de acogida, integración y fraternidad. A nivel internacional, este mismo estilo puede dar frutos en la cooperación y la paz, siempre que perseveremos en cultivar nuestra propia forma de hablar”.

La importancia de la Palabra

“De palabra”, observa además el Pontífice, es una persona honesta, constante y fiel, “sin vuelta atrás”. Asimismo, una persona es coherente cuando pone en práctica lo que dice: su diálogo se convierte así en una promesa ofrecida al interlocutor, y “el valor de la palabra dada demuestra el valor de quien la pronuncia”.

El significado de escuchar

El cristianismo se adhiere plenamente a la Palabra: la Palabra que los fieles escuchan de Dios, ante todo, “respondiendo en la oración a su llamada paternal”. Esta apertura se expresa en la exhortación “Effatá”, que acompaña a la señal de la cruz trazada en las orejas en el Bautismo.

“En ese gesto, que recuerda la curación realizada por Jesús, se bendice el significado a través del cual recibimos las primeras palabras de afecto y los elementos culturales indispensables que sustentan nuestra vida, en la familia y en la sociedad”.

“Desarmar las proclamaciones y discursos”

De los sentidos y el cuerpo pasamos al lenguaje, que también necesita ser educado “en la escuela de la escucha y el diálogo”. Ser cristianos auténticos —pero también ciudadanos honestos, en sentido amplio— significa poseer un vocabulario capaz de decir “las cosas como son, sin dobleces”, promoviendo la armonía. Esta es una tarea que el Pontífice confía a todo diplomático, especialmente en el contexto internacional actual, marcado por la “prevaricación y el conflicto”, donde el diálogo choca con la ofensa más que con el silencio. El silencio, de hecho, “nos abre a la escucha”, acogiendo las palabras del otro; el insulto, en cambio, es una “agresión verbal”, una “guerra de palabras” armada con “mentiras, propaganda e hipocresía”.

“Comprometerse con esperanza a desarmar proclamaciones y discursos, asegurando no solo su belleza y precisión, sino sobre todo su honestidad y prudencia. Quien sabe qué decir no necesita muchas palabras, sino solo las adecuadas. Practiquemos, pues, el compartir palabras que hagan el bien, eligiendo palabras que construyan comprensión, dando testimonio con palabras que corrijan los errores y perdonen las ofensas. Quien se cansa del diálogo se cansa de esperar la paz”.

La paz que une a la humanidad

A este respecto, León XIV recuerda el emotivo llamamiento que San Pablo VI dirigió a las Naciones Unidas hace 60 años. Lo que une a la humanidad es un pacto sellado «con un juramento que debe cambiar la historia futura del mundo: ¡no más guerra, no más guerra! La paz, la paz, debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad». La concordia es, por tanto, el «deber que une a la humanidad» en la búsqueda universal de la justicia: el propósito que acompaña la vida de Jesús desde la Nochebuena hasta la Pascua, su muerte y resurrección, el «bien definitivo y eterno que esperamos para todos».

“Sean pues, hombres y mujeres de diálogo, sabios en la lectura de los signos de los tiempos según el código del humanismo cristiano que sustenta la cultura italiana y europea”.