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"¿Existe Dios? Algunos científicos creen tener pruebas"

"Al igual que las leyes matemáticas, la conciencia no tiene una presencia física en el mundo; las imágenes y pensamientos en esta conciencia no tienen dimensiones mensurables"
19/05/2017 16:45

Robert H. Nelson

 

La pregunta de si existe un dios adquiere cada vez más impulso en el Siglo 21. De acuerdo con una encuesta de Pew, el porcentaje de estadounidenses sin una afiliación religiosa llegó a 23 por ciento en 2014. Entre ellos, 33 por ciento afirmaron que no creían en Dios, un incremento de 11 por ciento apenas desde 2007.

Irónicamente, esta tendencia se ha venido presentando aun cuando, según veremos, la probabilidad de la existencia de un dios sobrenatural ha ido en aumento.

En mi libro publicado en 2015 “God? Very Probably: Five Rational Ways to Think about the Question of a God” (¿Dios? Es muy probable: Cinco formas racionales de pensar acerca de la cuestión de un Dios), analizo la física, la filosofía de la conciencia humana, la biología evolutiva, las matemáticas, la historia de las religiones y la teología para explorar si tal dios existe.

Debo decir que mi formación original es como economista, pero he venido trabajando en la intersección de la economía, el ambientalismo y la teología desde la década de 1990.

 

 

Las leyes de las matemáticas

 

En 1960, el físico de Princeton y posteriormente ganador del Premio Nobel Eugene Wigner planteó una pregunta fundamental: ¿Por qué, hasta donde sabemos, el mundo natural siempre obedece las leyes matemáticas?

Como lo han afirmado estudiosos como Philip Davis y Reuben Hersh, las matemáticas existen independientemente de la realidad física. La labor de los matemáticos consiste en descubrir las realidades de este mundo separado de leyes y conceptos matemáticos. Luego, los físicos ponen en uso las matemáticas de acuerdo con las reglas de pronóstico y confirmación de observaciones del método científico.

Sin embargo, las matemáticas modernas generalmente se formulan antes de que se realice cualquier observación natural, y actualmente, muchas leyes matemáticas carecen de un equivalente físico existente.

Por ejemplo, la teoría general de la relatividad de Einstein, publicada en 1915, se basó en matemáticas teóricas desarrolladas 50 años antes por el gran matemático alemán Bernhard Riemann, las cuales no tenían ninguna aplicación práctica conocida en el momento de su creación.

En algunos casos, los físicos también descubren las matemáticas. Isaac Newton está considerado como uno de los grandes matemáticos y físicos del Siglo 17. Otros físicos buscaban su ayuda para encontrar las matemáticas que pronosticarían el funcionamiento del sistema solar. Él las encontró en la ley matemática de la gravedad, basada en parte en su descubrimiento del cálculo.

Sin embargo, en esa época, muchas personas se resistieron inicialmente a las conclusiones de Newton porque parecían estar relacionadas con el “ocultismo”. ¿De qué manera dos objetos distantes en el sistema solar podían ser atraídos uno hacia el otro, actuando de acuerdo con una ley matemática precisa? De hecho, Newton realizó intensos esfuerzos durante toda su vida para hallar una explicación natural, pero al final solo pudo decir que era la voluntad de Dios.

A pesar de los muchos y enormes avances de la física moderna, poco ha cambiado en este ámbito. Como escribió Wigner, “la enorme utilidad de las matemáticas en las ciencias naturales es algo que raya en el misterio y no existe ninguna explicación racional para ello”. En otras palabras, como afirmo en mi libro, se requiere la existencia de algún tipo de dios para hacer que los puntales matemáticos del universo resulten comprensibles.

 

 

Las matemáticas y los otros mundos

 

En 2004, el gran físico británico Roger Penrose planteó la visión de un universo compuesto por tres mundos que existen independientemente uno del otro: las matemáticas, el mundo material y la conciencia humana.

Como reconoció Penrose, resulta completamente desconcertante la forma en que esos tres mundos actúan unos con otros fuera de la capacidad de cualquier modelo científico o de otro tipo que resulte convencionalmente racional.

Por ejemplo, ¿de qué manera los átomos y moléculas físicas pueden crear algo que exista en un ámbito separado que no tenga una existencia física, es decir, la conciencia humana? Es un misterio que está más allá de la ciencia.

Este misterio es el mismo que existía en la cosmovisión griega de Platón, que creía que las ideas abstractas (principalmente matemáticas) existían primero fuera de cualquier realidad física. El mundo material que experimentamos como parte de nuestra existencia humana es un reflejo imperfecto de estos ideales formales previos. Como escribe Ian Mueller, estudioso de la filosofía griega antigua, en su libro “Mathematics And The Divine” (Las matemáticas y lo divino), el ámbito de dichos ideales es el mismo de Dios.

De hecho, en 2014, el físico del MIT Max Tegmark afirmó en “Our Mathematical Universe” (Nuestro universo matemático) que las matemáticas son la realidad fundamental del mundo que impulsa al universo. Yo diría que las matemáticas funcionan de un modo que hace pensar en una divinidad.

 

 

El misterio de la conciencia humana

 

El funcionamiento de la conciencia humana es igual de milagroso. Al igual que las leyes matemáticas, la conciencia no tiene una presencia física en el mundo; las imágenes y pensamientos en esta conciencia no tienen dimensiones mensurables.

Sin embargo, nuestros pensamientos no físicos guían de alguna manera misteriosa las acciones de nuestros cuerpos humanos físicos. Esto no es más científicamente explicable que la misteriosa capacidad de las conclusiones matemáticas no físicas que determinan el funcionamiento de un mundo físico independiente de ellas.

Hasta hace poco tiempo, la calidad científicamente inconmensurable de la conciencia humana inhibía el análisis erudito del tema. Sin embargo, desde la década de 1970, se ha convertido en una de las principales áreas de investigación entre los filósofos.

Al reconocer que no podía conciliar su propio materialismo científico con la existencia de un mundo no físico de conciencia humana, en 1991, Daniel Dennett, un importante ateo, dio el paso radical de negar la existencia misma de la conciencia.

Al encontrar que todo esto resultaba inverosímil, como la mayoría de las personas, otro importante filósofo, Thomas Nagel, escribió en 2012 que, dado el carácter científicamente inexplicable (“intratable”) de la conciencia humana, “tendremos que dejar atrás al materialismo [científico]” como una base completa para comprender el mundo del existencia humana.

Siendo ateo, Nagel no ofrece ninguna creencia religiosa como alternativa, pero yo afirmo que el carácter sobrenatural del funcionamiento de la conciencia humana añade argumentos para plantear la probabilidad de la existencia de un dios sobrenatural.

 

 

 

Evolución y fe

 

La evolución es un tema controvertido en la vida pública de Estados Unidos. De acuerdo con la encuesta de Pew, 98 por ciento de los científicos inscritos en la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia “creen que los humanos evolucionaron con el paso del tiempo”, mientras que solo una minoría de estadounidenses “aceptan plenamente la evolución mediante la selección natural”.

Como afirmo en mi libro, debo hacer énfasis en que no cuestiono la realidad de la evolución natural biológica. Sin embargo, lo que me interesa son las feroces discusiones que han tenido lugar entre biólogos evolucionistas profesionales. Varios de los avances de la teoría evolucionista han puesto en duda la visión darwiniana tradicional, así como otras visiones posteriores neodarwinianas que hacen énfasis en mutaciones genéticas aleatorias y en una selección evolucionista gradual mediante el proceso de la supervivencia del más apto.

A partir de la década de 1970, el biólogo evolucionista de Harvard Stephen Jay Gould provocó una controversia al plantear una visión distinta, el “equilibrio puntuado”, ante la lenta y gradual evolución de las especies según fue teorizada por Darwin.

En 2011, James Shapiro biólogo evolucionista de la Universidad de Chicago afirmó que, muy notablemente, muchos procesos microevolucionistas funcionaban como si estuvieran guiados por una resuelta “sensibilidad” de los mismos organismos vegetales y animales en evolución. “Es innegable la capacidad de los organismos vivientes de modificar su propia herencia”, escribió. “Nuestras ideas actuales sobre la evolución deben incorporar este hecho básico”.

Varios científicos, como Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, “no ven ningún conflicto entre creer en Dios y aceptar la teoría contemporánea de la evolución”, como señala la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.

Por mi parte, los avances más recientes de la biología evolucionista han aumentado la probabilidad de la existencia de un dios.

 

 

 

¿Ideas milagrosas al mismo tiempo?

 

Durante los últimos 10 mil años como mínimo, los cambios más importantes en la existencia humana han sido impulsados por avances culturales que ocurren en el ámbito de las ideas humanas.

En la Era Axial (que comprende comúnmente del año 800 al 200 a. C.), ideas que transformaron al mundo como el budismo, el confucianismo, la filosofía de Platón y Aristóteles y el Antiguo Testamento hebreo aparecieron casi milagrosamente, más o menos en la misma época, en India, China, la antigua Grecia y entre los judíos del Medio Oriente, grupos que tenían poca interacción entre ellos.

El desarrollo del método científico en Europa en el Siglo 17 y sus avances modernos han tenido un conjunto de consecuencias, al menos de igual magnitud, que han transformado el mundo. Ha habido muchas teorías históricas, pero yo diría que ninguna es capaz de explicar un conjunto de hechos tan fundamentalmente transformadores como el surgimiento del mundo moderno. Lo que impulsó el proceso fue una revolución del pensamiento humano que se desarrolló fuera de cualquier explicación basada en el materialismo científico.

El hecho de que todas estas cosas sorprendentes hayan ocurrido dentro del funcionamiento consciente de la mente humana, el cual funciona fuera de la realidad física, desde mi punto de vista, proporciona más pruebas para llegar a la conclusión de que los seres humanos bien podríamos estar hechos “a imagen y semejanza de [un] Dios”.

 

 

Distintas formas de adoración

 

En su discurso de graduación por la Universidad Kenyon en 2005, el ensayista y novelista estadounidense David Foster Wallace dijo que “todo el mundo rinde culto. La única opción que tenemos es aquello a lo que adoramos ”.

Aunque Carlos Marx, por ejemplo, condenó la ilusión de la religión, irónicamente, sus seguidores adoraban al marxismo. Entonces, el filósofo estadounidense Alasdair MacIntyre escribió que, durante gran parte del Siglo 20, el marxismo fue “el sucesor histórico del cristianismo”, al afirmar que podía mostrar a los fieles el camino correcto hacia un nuevo paraíso en la Tierra.

En varios de mis libros, he explorado la forma en que el marxismo y otras “religiones económicas” fueron característicos de gran parte de la era moderna. Así, afirmó que el cristianismo no desapareció sino que reapareció en muchas de esas formas disfrazadas de “religión secular”.

El hecho de que la esencia cristiana, al haber surgido del judaísmo, mostrara tal poder de permanencia entre los cambios radicales y extraordinarios de tipo político, económico, intelectual y demás, que se produjeron en la era moderna, es otra de las razones que expongo para pensar que la existencia de un dios es muy probable.

 

 

 

 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek

 

El autor es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad de Maryland

 

 

 

 

 

“Se requiere la existencia de algún tipo de dios para hacer que los puntales matemáticos del universo resulten comprensibles”.

 

 

“El funcionamiento de la conciencia humana es igual de milagroso. Al igual que las leyes matemáticas, la conciencia no tiene una presencia física en el mundo; las imágenes y pensamientos en esta conciencia no tienen dimensiones mensurables. Sin embargo, nuestros pensamientos no físicos guían de alguna manera misteriosa las acciones de nuestros cuerpos humanos físicos. Esto no es más científicamente explicable que la misteriosa capacidad de las conclusiones matemáticas no físicas que determinan el funcionamiento de un mundo físico independiente de ellas”.

 

 

“Ha habido muchas teorías históricas, pero yo diría que ninguna es capaz de explicar un conjunto de hechos tan fundamentalmente transformadores como el surgimiento del mundo moderno. Lo que impulsó el proceso fue una revolución del pensamiento humano que se desarrolló fuera de cualquier explicación basada en el materialismo científico”.

Robert H. Nelson 

 

Economista y teólogo, catedrático de Políticas Públicas de la Universidad de Maryland