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"NEWSWEEK EN ESPAÑOL"

"Las corbatas de Trump"

"Son exageradamente largas… ¿contienen un mensaje cifrado?"
06/03/2017 18:36

Alexander Nazaryan

@alexnazaryan 

Solía dar clases en un bachillerato donde todos los varones tenían que usar corbata como parte del uniforme cotidiano. Una mañana, un alumno de primer año, llamado Sammy, apareció con una que le llegaba a las rodillas, así que le ordené salir del aula. Sammy arguyó que jamás había tenido que usar corbata y que hizo su mejor esfuerzo. Respondí que, durante el curso de orientación de otoño, recibieron abundantes lecciones sobre nudos de corbata y que la mayoría de sus compañeros eran capaces de lucir las suyas con un largo adecuado.

Sammy se escabulló fuera del aula, pero volvió minutos más tarde, con el extremo de la corbata justo donde debía quedar, exactamente en el punto medio del cinturón. Ese año, no volvimos a tener más problemas relacionados con el largo de la corbata, y estoy seguro de que, desde entonces, Sammy lleva sus corbatas como es debido.

A todas luces, nuestro nuevo Presidente no recibió una lección parecida en su juventud. O si lo hizo, no la aprendió. De las muchas controversias que rodean a la Presidencia de Donald Trump, una atrocidad que me atormenta continuamente es su costumbre de usar corbatas que le llegan a la mitad del muslo. Como tantas otras cosas relacionadas con Trump, las corbatas son indicadores prosaicos de riqueza y poder. Y aunque puedo tolerarlas, no puedo resistir el tema de la longitud.

Y no soy el único. Durante su campaña, el gran humorista conservador, P.J. O'Rourke, comentó sobre los trajes mal ceñidos y las corbatas aun peor anudadas de Trump.

“Trump mide 1.92 y usa un nudo Windsor con el extremo demasiado largo”, escribió. “¿Cómo se las arregla para que la punta de sus corbatas llegue hasta donde jamás ha llegado una corbata, colgando a medio camino entre las pelotas y las rodillas? Las corbatas deben hacerse por orden especial”.

A mediados de febrero, las corbatas de Trump recibieron una extensa cobertura en dos periódicos importantes. Beth Teitell, de The Boston Globe, arguyó, en esencia, que las corbatas largas son una decisión estratégica; algo parecido a los delirantes tweets que lanza desde la Casa Blanca antes del amanecer, con los cuales, presuntamente, pretende distraer a los votantes de otros asuntos.

“Con sus preferencias de corbata, Trump desconcierta al público; y la teoría predominante es que, tratándose de un hombre voluminoso que parece valorar una silueta esbelta, tal vez intenta ocultar un área problemática”, escribió.

Por supuesto, esa área problemática es una panza prodigiosa que llena con un flujo continuo de comida chatarra. Por su parte, un diseñador de vestuario especula que “la corbata larga cubre cómodamente el punto donde el vientre se une al cinturón”, creando la ilusión de esbeltez.

Claro está que la esbeltez puede lograrse por otros medios, como el ejercicio, pero Trump es el primer Presidente moderno que no se ejercita con regularidad (lo siento, el golf no cuenta). De hecho, según se ha informado, incluso teme bajar por la escalera.

En The New York Times, Richard Thompson Ford nos ofreció una teoría más psicológica sobre las corbatas demasiado largas de Trump. Ford, erudito legal de Stanford, propuso que las corbatas largas eran un despliegue desesperado de masculinidad.

“Las corbatas simétricas, pero excesivamente largas, de Trump descuellan como una afectación machista, estudiada y burda, como una forma de sobrecompensación”, escribe Ford, comparando las corbatas con una bragueta rellena a reventar.

Ford, quien está escribiendo un libro sobre códigos de vestimenta, reconoce que, si bien las corbatas de Trump pueden ser ofensivas para el establishment, es posible que las use para enviar una señal a sus partidarios de la clase trabajadora:

Las corbatas del señor Trump nos revelan algo sobre sus nexos sociales y políticos. Ha convertido en su marca registrada la personalidad del magnate escandaloso y ordinario. Muchos de sus partidarios lo aplauden debido a su falta de refinamiento; lo consideran un cambio refrescante respecto de los políticos de alcurnia, quienes nacieron sujetando un pisacorbatas de plata con sus dedos largos y elegantes.

Por supuesto, hay que señalar que pocos presidentes han sido celebrados por sus opciones de vestimenta. Barack Obama muchas veces fue blanco de mofas por su aspecto de papá, mientras que Bill Clinton solía llevar trajes que parecían salidos de tiendas de mayoreo. Sin embargo, ambos seguían más o menos el estilo establecido, tal vez porque los dos eran hombres que alcanzaron el éxito por cuenta propia, y adoptaron las costumbres de la élite de la que aspiraban formar parte.

 

En cambio., Trump nació en la riqueza, pero la elite siempre lo ha rechazado por ser un farsante fuereño y vulgar. Así pues, esas corbatas largas pueden interpretarse como un símbolo desafiante, un dedo medio alzado hacia los republicanos de sangre azul.