"A gritos, doña Queca pedía ayuda para sus nietos; falleció junto a ellos en incendio en Mazatlán"
Desde afuera huele a quemado, el olor lleva a los curiosos hasta el lugar de la desgracia.
En la Privada Estrella la tragedia ocurrió por la madrugada, en la Colonia Benito Juárez, donde el fuego arrasó el interior de la casa de María Inocencia, de 54 años, y de Darío Hernández, de 72.
Ella era ama de casa, invidente desde niña; él pensionado y herrero.
Los vecinos alcanzaron a escuchar los gritos ahogados de doña Queca, como la llamaban de cariño.
“Auxilio, el niño, el niño”, esas fueron sus últimas palabras.
“Ella no veía nada, yo creo que buscaba al bebé, imagínese la desesperación”, narró don Javier, uno de sus vecinos, él despertó por esos gritos.
“Cuando me asomé por la ventana vi fuego adentro de la casa, olía como a cable quemado, se oía a doña Queca que gritaba desesperada, lo raro es que eso fue todo, no se oyó nada más, a lo mejor estaban dormidos”, recuerda.
El olor a quemado despertó a otros, después llamaron a los bomberos, y juntos derribaron a marrazos la puerta de entrada, pero no pudieron hacerlo rápido, se encontraron con una doble protección y ventanas selladas con láminas.
“Cuando los bomberos llegaron, mientras unos aventaban la puerta, otros se brincaron por atrás, mi hijo se quemó con un fierro que estaba en el techo, pero así tenía que pasar, lo importante era sacarlos... ya cuando abrieron todos estaban mal, ya había pasado todo”, narró una vecina.
Los bomberos sacaron primero a Queca y a su nieto, Mario, de 5 años, él cursaba tercero de kínder; los dos tenían quemaduras en todo el cuerpo, y el humo los había impregnado, minutos después fallecieron en hospitales distintos.
El siguiente fue Dario, de 72 años, el abuelo; siguió el rescate de Jazmín, de 33 años, la mamá. Ellos sobrevivieron, pero están graves; él tiene quemaduras internas de tercer grado y no ha despertado.
“Al chiquitito no lo encontraban, lo hallaron como una hora después en la cama donde se quedaba, lo sacaron carbonizado, quién se iba a imaginar”, recuerda don Javier, sentado frente al lugar de la desgracia.
El bebé, recordó el vecino, apenas tenía dos meses de nacido, lo veían casi diario.
En la puerta de la casa quedó un par de zapatitos del pequeño, y un zapato quemado de su abuela, doña Queca.
Aunque la casa está bajo resguardo, por la puerta destrozada se ve una parte de la cama quemada, la estufa y la figura de un sol hecha de metal.
Al fondo, la puerta abierta, destrozada y un patio terregoso, donde se observan algunas de las pertenencias que se salvaron del fuego.
El DIF Mazatlán apoyará a la familia afectada con los gastos fúnebres y apoyo de medicamento, anunció Tere Gallo, quien llamó a revisar todas las instalaciones eléctricas en los hogares del puerto.
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‘Sí pude ver a mi hijo’
En un par de horas Jesús y Jazmín perdieron a sus hijos. Él estaba en su trabajo y ella dormía cuando un incendio les arrebató a Mario, de cinco años, y Jesús Adrián, de dos meses.
“Trabajo en un bar, dos policías estatales fueron por mí, me trajeron a la casa, aquí me dieron la noticia”, narró Jesús, de 37 años. No pudo hacer nada, cuando llegó, a su bebé se lo habían llevado, y Mario había muerto en el Hospital General.
Ayer el joven temblaba.
“Está sedado”, dijo una tía.
Jesús se despidió de Mario.
“Sí vi al niño, sí pude ver a mi hijo... la mamá está grave, voy a verla”, agregó y se fue en una camioneta.
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Una mujer con carácter
Cuando era niña, María Inocencia perdió a su mamá, era la menor de nueve hermanos y desde entonces perdió la vista.
“Ella no estudió, no pudo, pero tenía su carácter... el mes pasado la visité y la regañé porque le respondió a su esposo de mala manera, le dije ‘tranquila, piensa las cosas’, pero así era ella, muy franca, muy directa, no la pensaba para decir las cosas”, recuerda su hermano Miguel Ángel, de 67 años.
Ayer, Miguel Ángel trató de resignarse, triste esperó el cuerpo, en la puerta de la casa de otra de sus hermanas, también en la Colonia Juárez, a unas cuadras del lugar del incendio, ahí también llegaría el cuerpo de los hermanitos Mario y Jesús Adrián, nietos de Queca.
En la Privada Estrella Doña Queca era muy apreciada, tenía 40 años viviendo ahí, muchos la ayudaban.
Sus familiares aseguran que doña Queca nació en Escuinapa pero llegó a Mazatlán hace varias décadas.
Aunque estaba resignada a su ceguera, hace unos años la llevaron a Guadalajara para operarla, pero la intervención no logró regresarle la vista.