"Asilo de Ancianos clama por ayuda en Mazatlán"

"Lo que más necesita es aceite para cocinar, jarabe para la tos ambroxol y material de curación que incluye gasas, vendas, pomadas, agua oxigenada y demás"
20/09/2018 13:36

El Asilo de Ancianos de Mazatlán requiere de ayuda.

Lo que más necesita es aceite para cocinar, jarabe para la tos ambroxol y material de curación que incluye gasas, vendas, pomadas, agua oxigenada y demás.

Sor Esther Flores Nieto, directora del lugar, dijo que quien desee apoyar al asilo, sólo debe acudir a dejar sus donativos.

“Estamos necesitando de la ayuda de corazón de los mazatlecos, gracias a Dios es lo único que nos falta”.

La realidad es que a pesar de contar con todo lo necesario para encargarse de sus huéspedes, el Asilo de Ancianos de Mazatlán tiene temporadas difíciles.

Este lugar se fundó el 8 de diciembre de 1954 y está ubicado en Calle 5 de Mayo norte, en el Centro.

El edificio actual del Asilo La Inmaculada existe desde 1854 y funcionaba como posada; fue entonces cuando llegaron las primeras religiosas a hacerse cargo del lugar, que empezó a operar como asilo, pues los huéspedes jóvenes se fueron y seis ancianos se quedaron.

Desde entonces cambió el concepto y el 8 de diciembre de ese mismo año, abrió sus puertas oficialmente como asilo.

A las 5:00 horas, cuatro religiosas se levantan para comenzar el día, hacen oración y se preparan para atender a un grupo muy especial de personas: los residentes del Asilo de Ancianos La Inamaculada.

Ahí, los abuelitos inician actividades a las 6:30 horas con su aseo personal y a las 8:30 horas toman su desayuno, para después tener su clase de educación física y ejercicios, rezan el rosario y juegan lotería con un grupo de voluntarios.

Por la tarde comen, descansan y asisten a una clase de fisioterapia, que es impartida por alumnos que prestan su servicio social, además de que reciben visitas de planteles escolares.

Finalmente descansan, cenan y realizan lo que más les gusta, ya sea ver la televisión, platicar o leer, pero más que nada, dar la bienvenida a los visitantes con sus sonrisas, algunos sin dientes, pero con los ojos llenos de ilusión.