"Carlos salva animales para el Acuario, pero le toca el 'tijerazo'"

"Con años de experiencia y amor a los animales, el biólogo es uno de los liquidados ante la inminente desaparición de la paramunicipal"

Apenas era un estudiante de Biología Pesquera, en la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad Autónoma de Sinaloa, cuando llegó a hacer su servicio social en el Acuario Mazatlán.

“Yo no sabía ni nadar y me daban miedo los animales, cuando platico esto no me lo creen o se ríen, pero yo estudié con la idea de dar clases, no para estar contacto con la naturaleza”, recuerda Carlos Raymundo Guerrero Rodríguez.

En su servicio social lo asignaron a las peceras. Entró a la pecera, donde convivía con los tiburones. Y ese día cambió todo para él: fue el detonante que lo hizo decidirse que eso quería hacer el resto de su vida.

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Eso fue hace 14 años. Cuatro años entre servicio social, trabajo voluntario y eventual, y 10 años de contrato.

Hace una semana fue uno de los primeros 11 liquidados, ante la inminente desaparición de Acuario Mazatlán por el surgimiento del Nuevo Acuario de Mazatlán Mar de Cortés, que formará parte del Parque Central.

Guerrero Rodríguez asegura que a pesar de las circunstancias de su salida, su más grande cariño es para el Acuario Mazatlán, ahí se quedó una parte de su corazón.

“Ahí conocí personas que fueron muy importantes para mi formación, le fui tomando cariño, me fue gustando”, declara.

Le dieron su trabajo de planta en el área de peceras, como auxiliar; luego al área de rescate de mamíferos varados, lobos y delfines, y tortugas.

Entre sus mejores y más enriquecedoras experiencias fue la rehabilitación y readaptación de un Lobo Fino de Guadalupe, al que regresaron a su hábitat natural en Topolobampo.

“Eso nos hizo crecer, no solo a mí, sino a todo el equipo. Después hicimos otro rescate”, expresa.

Los animales a los que no pueden regresar a su hábitat natural se quedan en Acuario Mazatlán, como la lobita marina que encontraron en Celestino Gasca.

Una cosa fue llevando a la otra, buceo, cuidado y rescate de especies marinas y de ahí pasó a los cocodrilos.

“Me fui formando y agarrando experiencia, el fin era sentirse útil para la sociedad, aportar un granito de arena a la ciudadanía y a la universidad que tenemos en Mazatlán, era un trabajo casi de 24 horas por amor al arte y a la camiseta, claro que nos pagaban, pero el trabajo lo hacíamos porque nos apasionaba”, declara.

Guerrero Rodríguez es uno de los despedidos de Acuario Mazatlán, hace justo una semana.

Su liquidación fue justa, ni más ni menos de lo que le correspondía por ley.

Pero el proceso no inició ese día, sino desde días antes, fue un proceso desgastante, que demandó mucho estrés, falta de sueño y hambre.

“Sabíamos que iba a llegar el momento, pero no como pasó, a nosotros nadie no informó que el Acuario Mazatlán desaparecería, nos enteramos a través de los medios de comunicación, el director no hizo ninguna reunión para informarnos, creíamos que nos recomendarían con el Nuevo Acuario, pero no sabemos si lo hicieron o no”, lamenta.

Señala que en estos momentos está calmado, porque le echó muchas ganas, hizo todo lo que estuvo en sus manos y lo hizo de corazón.

Ahorita he estado calmado, expresa, no han surgido ofertas, no sabe si sea por la pandemia o porque pocas personas saben que ya no está en el Acuario.

“Me gustaría decir algo, es sobre mis compañeros, dentro de las experiencias más bonitas y más grandes que me dio el Acuario fue conocer a mis amigos y compañeros, personas con una gran calidad humana y profesional, y es un orgullo el haber laborado junto a ellos”, declara.

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