"‘¡Chofer, la puerta, abre la puerta!’"
El timbre del camión urbano 1903 se escuchó; el reloj marcaba las 7:58 de la mañana. Algunos pasajeros de la ruta Infiernillo, con destino al Centro, bajarían en el cruce de Río Piaxtla y Ejército Mexicano, en el fraccionamiento San Ángel.
Todo parecía normal, cada quien con sus pendientes en la cabeza. Algunos con más prisa que otros y, otros, aún dormidos.
Carmen “N” no alcanzó a pintarse en casa, por lo que entre una parada y otra se daba su “manita de gato”. Su parada aún estaba lejos, por Gutiérrez Nájera, así que se maquillaba lentamente.
“Iba en el medio del camión, la verdad cuando abordas un camión urbano escuchas de todo, diferentes pláticas, así que me bloqueo, trabajo en un local del Mercado ‘Juan Carrasco’, así que todo el día trato con gente, yo me estaba pintando”, recordó.
Más adelante, Lupita “N” miraba por la ventana sin pendiente alguno.
Desde que abordó el camión en la Colonia Benito Juárez se colocó sus audífonos y encendió la música.
Ella dice que el recorrido era normal, como cualquier otro día.
“El camionero no traía música, venía manejando bien, el camión se llenó, pero poco a poco se fue bajando gente, así que todos veníamos tranquilos, yo ya estaba lista para bajar del camión, estaba cerca de mi trabajo”, explicó.
Y como cada cabeza es un mundo, el mundo de cada quien corría sin mayor conflicto, hasta que se escuchó el estruendo de un "cohete" en la parte trasera del camión.
Nadie sabía en realidad qué había pasado, ni siquiera el chofer de la unidad, quien pensó que en realidad había sido un cohete el que había tronado en la calle, no dentro de su unidad.
De pronto alguien gritó: “¡Trae una pistola!, ¡le disparó a la señora!”.
Sin saber nada, los pasajeros que estaban en la parte trasera y media del camión corrieron hacia la puerta delantera. Buscaban escapar del agresor, que aún seguía en el camión y con una pistola en la mano.
“¡Chofer, la puerta, abre la puerta!, ¡acaban de darle un balazo a una pasajera atrás!”, gritó uno de los testigos.
Hay quienes dicen que la mujer, de entre 30 y 35 años, intentó levantarse, pero no pudo. No sangraba, no le dolía, de hecho, al parecer ni siquiera se había dado cuenta que estaba herida.
Quienes viajaban junto a ella casi aseguran que la mujer ni siquiera conocía al agresor, pues ella ya venía sentada en la unidad cuando para su mala fortuna, el agresor la acompañó en su viaje.
Los pasajeros empezaron a salir desesperadamente de la unidad por la puerta trasera, donde el agresor esperaba su oportunidad de bajar y luego huir sin que nadie lo detuviera.