Conmemoran la Sagrada Eucaristía en la Cena del Señor y el lavatorio de los pies

Durante la misa, Monseñor Espinosa Contreras encabezó el lavatorio de pies a 12 integrantes de la feligresía, en la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción

Al conmemorar la instauración de la Sagrada Eucaristía en la Cena del Señor, el Obispo de la Diócesis de Mazatlán, Monseñor Mario Espinosa Contreras también recordó el acto en que Jesús lavó los pies a sus 12 discípulos antes de ser entregado para su Pasión, Muerte y Resurrección.

En la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción, Monseñor Espinosa Contreras también encabezó el lavatorio de pies a 12 integrantes de la feligresía, 6 mujeres y 6 hombres, apoyado por el vicario general de la Diócesis de Mazatlán, Jaime Aguilar, por el Padre Adán Pasos Sánchez y seminaristas.

“Antes de entregarse a la muerte confió a la Iglesia el nuevo y eterno sacrificio, banquete de su amor, concédenos que de tan sublime misterio brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida, por nuestro Señor Jesucristo tu hijo que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y en Dios por los siglos de los siglos”, expresó Monseñor Espinoza Contreras.

Ante decenas de fieles que llenaron la Catedral en la celebración realizada a las 18:00 horas, el padre Pasos Sánchez recordó el acto en que Jesús se puso a lavarle los pies a sus discípulos en lo que fue su Última Cena antes de ser entregado por Judas Iscariote, lavado al que Simón Pedro se oponía a que su Maestro se los lavara, pero al decirle que si no aceptaba no podía participar en el Reino de Dios finalmente dijo que siendo así le lavara los pies, las manos y hasta le bañara la cabeza.

“El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies porque todo él está limpio y ustedes están limpios, aunque no todos, como sabía quien lo iba a entregar por eso dijo no todos están limpios”, recordó el padre Adán Pasos de acuerdo con las Escrituras.

“Cuando terminó de lavarles los pies se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: comprenden lo que acabo de hacer con ustedes, ustedes me llaman Maestro y Señor y dicen bien porque lo soy, pues si yo que soy el Maestro y el Señor les he lavado los pies también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros, les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes también ustedes lo hagan”.

Por su parte el vicario general de la Diócesis de Mazatlán manifestó que el recordar este pasaje del lavado de los pies de Jesucristo a sus discípulos ayuda para descubrir el fundamento de lo que hoy se está conmemorando, la Eucaristía, el sacerdocio y el mandamiento más grande que es el amor o como el Señor lo ha resumido: Ámense como yo los he amado:

“Nuestro Señor sabía que era el momento de ir hacia el padre y por eso los amó hasta el extremo, también se habla que estaba cerca la Pascua”, continuó el padre Jaime Aguilar al recordar la Cena de Pascua estaba establecido que en esa celebración la gente comiera cordero o cabrito asado, pan y hierbas amargas.

Fue ahí donde el Señor Jesucristo tomó un pan y lo pasó a sus discípulos diciendo que comieran de él porque ese era su cuerpo y tomó el cáliz y les dijo que bebieran el vino porque era sangre de su sangre, acto con el que instituyó la Sagrada Eucaristía que se celebra hasta nuestros días.

“Cuando descubrimos la experiencia del amor misericordioso de Dios ese es el amor hasta el extremo, no le importa nuestra miseria por más tremenda que esta pudiera ser, por eso nos lava, ningún tipo de agua nos puede purificar si no es esta la que nos da el Señor con su misericordia, yo puedo llorar mares de todas las cosas malas que yo he hecho y quizás eso es agua y quizá eso llegue hasta mis pies, pero eso no me purifica, me purifica ese amor, Pedro no lo había entendido, por eso le dice el Señor más adelante lo van a entender”, subrayó.

“Este es el problema nuestro como humanidad que rechazamos el amor misericordioso de dios porque pensamos que no somos merecedores de ello, quizá por la manera de nuestra experiencia o por la capacidad de razonar propia tenemos que juzgarnos y tenemos que castigarnos nosotros mismos o nos tenemos que amparar en eso para no ser castigados, pero entonces lo más importante aquí es dejarme amar, mirar y que sea el Señor el que me purifique y purificando el corazón que hace, que yo entonces puedo retribuir, que yo puedo restablecer la justicia y que si algo en lo cual yo tengo que pagar lo haga”.

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