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Abuela y madre

Elisea crió a su nieto Miguel como a un hijo más en su vida

MAZATLÁN._ Elisea no ha tenido una vida fácil. Perdió dos hijos, luego fue expulsada de su casa, en La Petaca, Concordia, a causa de la violencia, vivió pagando rentas durante tres años y recientemente le asignaron una pequeña vivienda en el Fraccionamiento Cvive.

Con todo y la dureza de su vida, a Elisea Sarabia González se le ilumina la mirada cuando habla de Miguel, su nieto, un joven de 20 años que le da razón a su existencia.

“Mi nuera y mi hijo vivían en mi casa, en La Petaca, y mataron a mi hijo. Mi nuera se quedó viuda con dos niños pequeños, Miguel (Reyes Astorga), de tres años, y el otro de dos meses, ella decidió irse a casa de sus papás, pero el niño se quiso quedar, ella se llevó al bebé y desde entonces Miguel vive con nosotros”, explica.

Los ojos de Elisea alcanzan a mojarse, aunque no derrama sus lágrimas. Recuerda que poco después le mataron a otro de sus hijos.

Y de pronto, Elisea perdió a dos hijos, pero ganó otro, porque para ella, Miguel es un hijo más.

A pesar de que Miguel ve a la familia de su madre, siempre regresa a su lado, a la casa de su abuela que se convirtió en su mamá.

Elisea ama a sus otros tres nietos, hijos de sus otros dos hijos, pero convive más con Miguel, a quien ha criado, encauzado, amado desde que nació.

Miguel estudió hasta la preparatoria en La Petaca, y cuando llegó a Mazatlán, desplazado por la violencia en junio de 2017, ya no continuó con una licenciatura. Se ha dedicado a apoyar la economía de la casa en la que, además de él y su abuela, habitan su abuelo, José Reyes Labrador, y su bisabuela, Bernardina González Mancina.

“Es un buen muchacho, me siento orgullosa de él, es muy bueno conmigo, yo le digo lo que está bien, lo que está mal, y no me contesta, no es rebelde”, comenta.

Como cientos, miles de desplazados por la violencia en el País, a los Reyes Sarabia le ha tocado peregrinar. Elisea y José, de casi 70 años de edad, han contado con el apoyo de un muchacho joven, que los impulsa a no dejarse vencer.

“Yo me he sentido a gusto con mi nieto aquí, me parece que es igual que criar a un hijo, él nos sigue para donde vamos, no ha dicho, aquí me quedo y váyanse ustedes, porque es un buen muchacho”, expresa.

Elisea no solo se preocupa por Miguel, que ya pasó la edad más difícil, la adolescencia, sino por su madre, a quien ya ve como una hija pequeña porque hay que cuidarla y vigilarla.

“Ahorira la llevé al doctor, tiene una infección en la garganta y tiene vasca”, comentó.

Bernardina solo responde que quisiera regresar a su tierra, a dejar de sufrir el calor.

“Allá siempre está fresco”, expresa.

Hija, madre, abuela, Elisea no tiene un minuto de descanso en la pequeña casa en la que todavía no tiene servicio de agua potable ni electricidad, pero en la que por lo menos, comentó, ya no va a pagar mil 200 pesos de renta mensuales, que apenas alcanzaban a cubrir.

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