‘Estudiar Enfermería en el Ejército es la mejor decisión de mi vida’
Camina con fluidez por la Central de Enfermería. Da una indicación por acá, mueve una mesa por allá. Es la Teniente Coronel Enfermera Manuela Segura Martínez, jefa de Enfermería del Hospital Militar Regional de Especialidades.
La Teniente Coronel asegura que ha tomado muchas decisiones en su vida, algunas buenas y otras no tanto, pero la mejor, de la que nunca se ha arrepentido, es la de haber estudiado enfermería en la Escuela Militar de Enfermeras, en San Luis Potosí.
sonrisa cómo fue que se integró a la escuela.
“Es indiscutible que cuando uno tiene la edad, o 15 años, en la plenitud de la adolescencia, el ánimo y la actitud no tienen límites, y tiene uno el sentimiento patrio que viene de la formación de la primaria, de la secundaria, que es en los niveles en los que más nos arraigan la cultura cívica, dependemos de los valores de nuestros padres, mi ánimo era lograr ser lo que soy, enfermera, en corto tiempo, y motivada para servir a mi Patria, se abre ante mis ojos la oportunidad de ingresar a los planteles militares”, expresa.
Su sueño de siempre era ser enfermera, y podía hacerlo en la universidad tradicional si primero cursaba el bachillerato, que era el camino más largo; o ingresar directamente a través de la Escuela Militar de Enfermeras, y así lo hizo.
Nadie en su familia, antes de ella, había ingresado a las filas del Ejército, pero sus padres la apoyaron de manera total para que ingresara a la Escuela Militar.
“Hoy por hoy es mi mejor decisión, nunca he dudado que fue la más acertada”.
En 1996, con apenas 18 años de edad, egresó como oficial del Ejército Mexicano con el grado de Subteniente de Enfermera. Con una doble responsabilidad, la parte del empleo como enfermera, y la parte del ejercicio de mando acorde a la jerarquía que ostenta. Y su primer destino fue el Hospital Militar Regional de Torreón, Coahuila, en el que prestó sus servicios durante 10 años.
Ahí, el Ejército Mexicano le dio la oportunidad de estudiar en un plantel no militar: la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, en la Laguna, con la carrera de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Y aprovecha el tema para hablar de la preocupación del Ejército Mexicano porque todos sus integrantes, sin diferencias de género, acudan a desarrollarse en el ámbito profesional que cada uno de ellos decida.
Específicamente en el apoyo a las mujeres en las Fuerzas Armadas, asegura que no es algo de hoy, pero es un hecho que cada vez hay mayor apertura, sobre todo en áreas en las que no habían incursionado.
“El Ejército Mexicano, desde sus inicios, desde los eventos bélicos en los que se vio inmiscuido, como la Revolución Mexicana o cualquier enfrentamiento, ya contaba entre sus filas con personal femenino, algunas de ellas en tareas de alimentación, de procurar el bienestar de los soldados, en la limpieza y actividades así, y, desde 1938, somos precisamente las Enfermeras Militares las que formalmente nos integramos al Ejército con la finalidad de tener recurso humano femenino capaz de concebir otras generaciones a través del ejercicio del mando”, indica.
Y luego, en los años 70 se ve otro impulso al grupo femenino para ingresar a las escuelas de Medicina, de Odontología, seguían en el tenor de las ciencias de la Salud.
Pero no podía quedar de lado con la evolución de la sociedad, dice, pues el Ejército Mexicano va a la vanguardia de los compromisos de México a nivel internacional, y, entonces, sin titubeos, creó mecanismos para que ingresaran personal femenino en escuelas como el Colegio del Aire, Colegio Militar, Escuela Militar de Ingeniería, Escuela Militar de Oficiales de Sanidad, como Policías Militares.
“De pronto se abre de golpe y empieza este auge del ingreso de personal femenino al Ejército Mexicano, con igualdad de oportunidad, de posibilidades de desarrollo, con la misma vocación para servir a la Patria, con el mismo ánimo o ímpetu de obtener un desarrollo personal, velando por el bienestar de sus familias... de tal forma que, de poco más de 200 mil efectivos que tiene el Ejército Mexicano, más de 25 mil son mujeres”, expresa.
La Teniente Coronel se siente satisfecha de ser parte de esa evolución.
creación del Hospital
Militar en Mazatlán
Luego de 10 años en Coahuila, en 2006 se le destina a la Enfermería Militar de Apatzingán, Michoacán, donde estuvo dos años y, luego, por primera vez en su carrera, llega a San Luis Potosí, su ciudad natal, donde estuvo por siete años.
“Siempre, para quienes salimos del seno familiar a muy temprana edad, es muy grato volver a contar con el grupo de apoyo familiar de manera cercana, cuando está uno lejos de su familia, de su ciudad de origen, se presentan algunas limitaciones, pero se estrecha más la unidad con sus familiares, porque lo extrañan más, pero sí es innegable que estando cerca nuestras familias nos sirven de apoyo”, declara.
Pero no se quedaría en su tierra para siempre. El 16 de noviembre de 2016 le asignan una nueva misión: la Jefatura de Enfermería del Hospital Militar Regional de Especialidades, en Mazatlán.
Apenas en agosto de ese año, el entonces Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, inauguró ese hospital. Ella llegó a Mazatlán el 20 de noviembre de ese año.
“En lo personal, venía yo de hospitales de menor nivel, tanto el de Torreón, como el de Apatzingán, como el de San Luis Potosí, son hospitales de menor nivel, la creación de este hospital es un acierto, da capacidad resolutiva, ha servido de referencia para personal militar y derechohabiencia que no veía tan cercana la posibilidad de recibir atención de especialidad.
“Es un hospital que cuenta con recurso humano muy calificado, tenemos colaboradores médicos de especialidades única en la entidad, que además tienen mucha experiencia, para mí, ha sido la mejor experiencia profesional que he tenido, porque es un hospital que nos ofrece todo, el helipuerto, que nos permite concentrar a pacientes lesionados que antes tenía que referirse a hospitales públicos”, declara.
Para la Jefa de Enfermería del Hospital Militar Regional de Especialidades, no hay como que a los militares se les atienda en casa, la sensibilidad que tienen al ver a un compañero que llega afectado por una actividad o luego de pasar por una larga patología.
“El lema de Somos una Gran Familia es real, no tenemos que saber el nombre de alguien o sus antecedentes, el identificarnos como militares, con el verde olivo, con el hablar, todas las tradiciones que nos unen, son la base de una familia, y esa es la ganancia que les ofrece la creación de este hospital, y en este punto geográfico”.
Y ella ganó su lugar dentro de este hospital, gracias a su preparación y a su rango dentro de las Fuerzas Armadas. Como Teniente General está a un grado de llegar al grado tope dentro de la categoría de Jefes en el Ejército y Fuerza Aérea, que es el de Coronel. Por su aptitud y su preparación, fue asignada como Jefa de Enfermería.
y sanitarias
Y las mujeres han sabido ganar su lugar en el Ejército Mexicano, asegura.
Lo hacen trabajando codo a codo con sus compañeros en todas las actividades, pero, sobre todo, cuando se implementa el Plan D-N-III, para emergencias; y en la emergencia sanitaria por Covid-19.
“Las mujeres cumplen, en igualdad de circunstancias, las funciones de custodia como Policía Militar, cumpliendo con las mismas funciones que un hombre, actualmente en el resguardo de las vacunas, de los biológicos, hay mucho personal femenino integrado en las funciones de seguridad, también en las funciones de aplicación, realmente, en la experiencia de este hospital, es una participación a la par de hombres y de mujeres en las actividades de vacunación, resguardo de biológico, cuando había necesidad de contención de pacientes, también”, expresa.
Y en cuanto a la aplicación del Plan D-N-III, la historia del Ejército Mexicano como colaborador de esa función está escrita, y el proceder ha sido el mismo, con un protocolo de participación de hombres y mujeres: en apoyo psicológico a la población afectada, en labores de limpieza.
Dice que es, precisamente en la aplicación del Plan D-N-III, en el que tiene uno de sus recuerdos que aún le erizan la piel.
Fue en Piedras Negras, Coahuila, en 2004, cuando se desbordó el Río Bravo, los vehículos estaban arriba de las viviendas y la cúpula de la Iglesia era lo único que sobresalía del afluente.
“Es muy aparatoso encontrarse en situaciones como esa, pero a la par emerge esa energía, ese compromiso, el voltear y ver al grupo militar dispuesto a colaborar, son de las mil y un situaciones que nos erizan la piel a quienes formamos parte de esa Institución, por eso me siento muy orgullosa de estar en el Ejército Mexicano”, comenta.
Y por ello, invita a las jóvenes a ingresar al Ejército: es la oportunidad de su vida de tener un excelente desarrollo profesional, servir a México y servir a su familia.